25N: Violencia vicaria, el gran pendiente nacional

Sólo 12 estados consideran delito este daño a las mujeres a través de sus hijas e hijos
Foto: UNAM

“Somos madres que no sabemos de nuestros hijos y eso te pega mucho en lo emocional, es una tortura. El objetivo de quienes ejercen esta violencia es matarte en vida y, si no lo logran, hacen que para tus hijos e hijas estés muerta”, lamenta Dulce Mildret Sainz, activista y víctima de violencia vicaria.

A pesar de que este tipo de violencia es muy común en todo el país, sólo 12 estados de la República Mexicana lo consideran un delito autónomo, lo que dificulta el acceso a la justicia.

La violencia vicaria está descrita en la Ley de Acceso de las Mujeres a una Vida Libre de Violencia y tipificada en el Código Penal de 12 estados: Aguascalientes, Baja California, Campeche, Hidalgo, Michoacán, Puebla, Sinaloa, Sonora, Tamaulipas, Tlaxcala, Yucatán y Zacatecas. Se puede definir como “violentar a través de una persona, en este caso hijas, hijos e hijes, para dañar a la madre, o sea, hay un medio a través del cual se perpetúa, no es directa”, de acuerdo con Lucía Núñez, del Centro de Investigaciones y Estudios de Género (CIEG) de la UNAM.

En Baja California Sur, Ciudad de México, Colima, Estado de México, Guanajuato, Morelos, Nayarit, Nuevo León, Oaxaca y San Luis Potosí únicamente se encuentra en la Ley de Acceso de las Mujeres a una Vida Libre de Violencia. Mientras que en Coahuila, Guerrero y Querétaro está aprobada, pero no se ha publicado.

Un trabajo realizado por Historias UNAM revela los alcances de este tipo de violencia para las mujeres que las padecen: una lucha incansable para recuperar a los hijos y para que los responsables reciban una sanción y sean considerados violentadores.

Como Mildret, que a sus 42 años sigue luchando por convivir con sus hijos, una joven de 22 años y un adolescente de 17 años, quienes le fueron arrebatados por su ex pareja desde que eran muy pequeños.

La violencia vicaria generalmente se presenta después de una separación, en la mayoría de los casos es perpetrada por el progenitor y va acompañada de otras violencias como la sicólogica, la física, la económica y la patrimonial.

“En procesos de separación o divorcio el hombre tiende a perder el control o el poder, es decir, lograr que la persona con la que había un vínculo afectivo actúe o responda de cierta manera. Entonces utiliza a los hijos e hijas como medio para saber de la madre, para seguir manipulándola, para denostarla o hacer que se angustie”, explica la especialista.

Como en el caso de Lydia Lara, quien además de ser víctima de este delito está imposibilitada a denunciar el delito porque en la Ciudad de México todavía no se tipifica.

Desde 2019 la ex pareja de Lydia le arrebató a su hijo de cuatro años y hasta la fecha le impide tener contacto con él. El hombre incluso denuncia a Lydia como la victimaria y no ha acatado el convenio para que ella pueda visitar a su hijo cada 15 días.

Además, tanto Mildret como Lydia se han enfrentado a malas prácticas de autoridades y abogados que no están capacitados para atender este tipo de violencia.

“Muchos ministerios públicos, juezas y jueces, no saben qué es la violencia vicaria ni cómo identificar la violencia contra las mujeres por motivos de género… Quienes atienden estas situaciones deben saber reconocer y tipificar esta violencia para proporcionar a quienes la sufren las herramientas necesarias para enfrentar un proceso que, en la mayoría de las ocasiones, resulta desgastante y tortuoso”, advierte Lucía Núñez.

 

El activismo como mecanismo de defensa

Tras luchar de manera infructuosa por recuperar a sus hijos y perder definitivamente el contacto con su hija mayor, quien la rechaza gracias a la manipulación que su padre ha ejercido sobre ella desde que era una niña, Mildret se unió a otras mujeres también víctimas de violencia vicaria y juntas fundaron la colectiva CAM CAI, con lo que comenzó el camino del activismo.

Lydia, por otro lado, ya forma parte de Deconstrucción Violeta, colectiva que le brinda acompañamiento y le ayuda a manejar la frustración para que tenga la fuerza de seguir luchando por la custodia de su hijo.

Desde sus trincheras, ambas mujeres luchan para que la violencia vicaria sea reconocida en todos los códigos penales del país y se defina una sanción específica para este delito.

Además, al estar tipificada da paso a la creación de políticas públicas para la prevención y para la protección de las víctimas.

“Nuestros hijos son nuestros motores, lo que nos impulsa a seguir adelante a pesar de que están lejos de nosotros. Quiero decirle a mi hijo que todo lo que estoy haciendo es por el gran amor que le tengo y que lo más que quiero es verlo crecer a mi lado”, dice Lydia.
 


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