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De la redacción en colaboración con Oceana
05/09/2025 | Mérida, Yucatán
Nombre científico: Trichechus manatus manatus
Tamaño: Hasta 3 metros de longitud y más de 500 kilos de peso
Ubicación: Desde México hasta el norte de Brasil
Hábitat: Aguas cálidas y poco profundas, ríos y costas del Golfo de México y
Caribe
Dieta: Estrictamente herbívoro (plantas acuáticas)
Característica distintiva: Únicos mamíferos marinos con reemplazo continuo de
molares
Longevidad: Hasta 60 años
Estado de conservación: En Peligro (UICN)
En las aguas tranquilas del Golfo de México y el Caribe mexicano habita uno de los mamíferos acuáticos más apacibles y entrañables de nuestros ecosistemas: el manatí
antillano (Trichechus manatus manatus). Este gigante gentil, conocido popularmente como "vaca marina" por sus hábitos herbívoros, representa una de las especies más emblemáticas de la Península de Yucatán, aunque su existencia pende de un hilo debido a las múltiples amenazas que enfrenta.
El manatí antillano pertenece al orden Sirenia, un grupo de mamíferos acuáticos placentarios cuyo registro fósil se remonta al Eoceno temprano, hace unos 50 millones de años. Es una de las tres especies de manatíes que existen en el mundo, junto con el manatí africano (Trichechus senegalensis) y el amazónico (Trichechus inunguis).
Estos herbívoros gigantes pueden llegar a medir hasta tres metros de longitud y pesar más de 500 kilos. Son animales robustos, con cuerpos hidrodinámicos perfectamente adaptados para la vida submarina. Su piel grisácea les permite moverse con suavidad en el agua, mientras que al nacer miden entre 90 y 100 centímetros.
Foto: Aarón Díaz
Una de las características más fascinantes de estos mamíferos marinos es que son los únicos en su grupo con un reemplazo continuo de molares a lo largo de toda su vida, una adaptación perfecta para su dieta basada en plantas acuáticas abrasivas.
Aunque su cuerpo está cubierto de un pelaje delgado y escaso, poseen unos bigotes gruesos y cortos llamados vibrisas alrededor de su boca, que funcionan como sensores altamente sensibles para localizar alimento. Como estrictamente herbívoros, pasan la mayor parte de su tiempo devorando todo tipo de plantas acuáticas, incluyendo pastos marinos, hojas de manglar e incluso algas. Pueden consumir hasta 10 por ciento de su peso corporal por día, alimentándose de unas 60 especies diferentes de plantas, tanto de agua dulce como salada.
En México, históricamente se distribuía en todos los estados con costa en el Golfo de México, pero debido a la sobrexplotación que sufrió en el pasado y a la degradación de su hábitat, su distribución se ha reducido y fragmentado. Actualmente se concentra en el Caribe, habitando permanentemente en las dos lagunas de la Reserva de la Biósfera de Sian Ka'an y en la Bahía de Chetumal, observándose con relativa frecuencia desde Xcalak hasta la isla de Holbox. En el Golfo de México habita permanentemente en la laguna de Alvarado y en la cuenca del río Papaloapan, en Veracruz, así como en la cuenca baja de los ríos Grijalva y Usumacinta, principalmente
en los ríos Palizada, Candelaria y Chumpán.
Foto: Aarón Díaz
Estos mamíferos acuáticos exhiben un comportamiento semisocial, formando grupos temporales que se congregan alrededor de sitios de alimentación como praderas marinas y fuentes de agua dulce, así como durante la temporada reproductiva. Los manatíes antillanos pueden vivir hasta 60 años, pero tienen una de las tasas de natalidad más bajas entre los mamíferos marinos. Las hembras tienen una cría cada dos a cinco años, con un período de gestación que se extiende entre 12 y 14 meses. Las crías dependen completamente de sus madres durante uno o dos años.
De acuerdo con la Lista Roja de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN), se estima que existen menos de 2 mil 500 individuos maduros de esta subespecie, clasificada como "En Peligro". En México, las estimaciones sugieren que habitan entre mil y mil 500 manatíes, una cifra alarmantemente baja. La relación entre los seres humanos y esta especie se remonta a tiempos prehispánicos, cuando fue ampliamente explotada por las culturas mayas y olmecas, práctica que continuaron los españoles durante la colonia.
Las principales amenazas actuales incluyen la degradación y pérdida de su hábitat, la caza furtiva, las muertes por enredo con redes de enmalle, y las colisiones con embarcaciones. En el Golfo de México, el desarrollo petrolero representa una amenaza creciente, ya que las exploraciones sísmicas, derrames de petróleo y expansión de infraestructura costera alteran los hábitats sensibles donde viven y se alimentan.
Foto: Aarón Díaz
Los manatíes son reconocidos como "especies centinelas" o "canarios acuáticos". Su presencia puede indicar el estado de salud de los ecosistemas acuáticos. Además, estos mamíferos juegan un papel clave en el mantenimiento de los ecosistemas al reciclar nutrientes y controlar el crecimiento de las plantas acuáticas, mejorando la calidad del agua. Muchas de las áreas donde aún habita el manatí antillano coinciden con zonas de alto valor ecológico, por lo que su protección beneficiaría a muchas otras especies.
La supervivencia del manatí antillano depende del compromiso de autoridades, comunidades locales y visitantes. La conservación de esta especie no es solo una responsabilidad ambiental, sino un indicador de nuestro compromiso con la salud de los océanos. Como señala la organización Oceana México, es necesario imaginar un futuro diferente para el Golfo de México: uno asociado no solo con petróleo, sino con vida marina y especies que aún pueden recuperarse si actuamos a tiempo.
El manatí antillano representa más que una especie emblemática: es un símbolo de la fragilidad de nuestros ecosistemas acuáticos. En las aguas de Quintana Roo, cada avistamiento de estos gentiles gigantes nos recuerda que aún tenemos la oportunidad de escribir un final diferente para esta historia de conservación.
Foto: Aarón Día
Edición: Emilio Gómez