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La Jornada
24/12/2025 | Puebla, México
Martín Hernández Alcántara
Durante más de una década, en Puebla se consolidó una red de tiraderos clandestinos que opera a plena luz del día, con conocimiento de autoridades municipales y estatales, y cuyos efectos recaen en comunidades rurales, juntas auxiliares y pueblos originarios que en la actualidad viven entre lixiviados, humo tóxico y enfermedades.
Lejos de ser hechos aislados, los basureros ilegales forman un patrón de abandono institucional documentado de manera reiterada: sitios clausurados sólo en el papel, predios “saneados” que vuelven a recibir residuos y rellenos sanitarios rebasados que empujan la basura hacia la ilegalidad.
Uno de los casos que más persiste es el relleno intermunicipal de San José Chiapa-Nopalucan, denunciado desde hace años por pobladores de la región oriental del estado. Aunque fue presentado como una solución regional, el sitio operó sin cumplir normas ambientales básicas.
Vecinos de comunidades cercanas reportaron filtraciones de lixiviados hacia parcelas agrícolas y mantos freáticos, así como incendios frecuentes provocados por la acumulación de gas metano.
En la región de Tehuacán y la Sierra Negra, La Jornada de Oriente ha documentado este año al menos una decena de vertederos a cielo abierto en barrancas, cauces de ríos y antiguos bancos de material.
En municipios como Ajalpan, Coyomeapan y Zoquitlán, los residuos domésticos y comerciales se arrojan sin control, muchas veces quemándose para reducir volumen.
Las consecuencias han sido visibles: contaminación del río Salado, proliferación de fauna nociva y un incremento de enfermedades gastrointestinales y respiratorias, de acuerdo con testimonios recabados por organizaciones comunitarias.
El caso de Cholula y la zona metropolitana no es distinto. En San Andrés y San Pedro Cholula, así como en Cuautlancingo y Coronango, se han identificado predios usados como tiraderos clandestinos para escombro, residuos industriales y basura doméstica. Algunos de estos sitios se localizan a escasos metros de zonas habitacionales.
Vecinas de la junta auxiliar de San Francisco Ocotlán denunciaron que camiones descargan por las noches, con presunta protección de autoridades locales.
“Cuando llamamos al ayuntamiento nos dicen que no saben nada, pero las unidades entran siempre por el mismo camino”, denunciaron.
Las cifras oficiales confirman la magnitud del problema. Datos de la Secretaría de Medio Ambiente estatal reconocen que Puebla genera más de 7 mil toneladas de residuos sólidos urbanos al día, mientras que menos de 10 por ciento de los municipios cuenta con rellenos sanitarios que cumplen la norma ambiental. El resto deposita sus desechos en tiraderos a cielo abierto o los traslada a sitios irregulares. Pese a ello, las clausuras son mínimas y las sanciones prácticamente inexistentes.
En Huejotzingo, uno de los municipios con mayor crecimiento industrial, se reportó la existencia de basureros clandestinos donde se mezclan residuos domésticos con industriales.
Habitantes de poblaciones aledañas denunciaron la presencia de solventes, aceites y materiales de construcción abandonados sin control.
El impacto ambiental se combina con una dimensión social profunda. Los pueblos que viven cerca de estos tiraderos son, en su mayoría, comunidades con altos índices de pobreza y marginación.
La basura se convierte en un factor más de desigualdad: mientras las zonas urbanas concentran servicios de recolección y disposición, las áreas rurales absorben los residuos sin recibir beneficios ni compensaciones.
En algunos casos, familias enteras subsisten del reciclaje informal, exponiéndose a materiales peligrosos sin protección alguna.
Pese a los anuncios oficiales de cierre y remediación, muchos de estos sitios continúan operando.
Organizaciones ambientales como la Asociación Mexicana por el Medio Ambiente advierten que el costo de dicha omisión es a largo plazo. La contaminación de suelos y acuíferos, la pérdida de tierras agrícolas y el deterioro de la salud comunitaria son daños difíciles de revertir.
Mientras, para miles de poblanos, la basura no es un problema abstracto de gestión pública: es el paisaje cotidiano, el aire que respiran y el suelo donde intentan seguir viviendo.
Edición: Ana Ordaz