La Jornada Maya
Foto: Víctor Camacho

Viernes 30 de diciembre, 2016


[i]A continuación, el comunicado completo difundido hoy por la página Enlace Zapatista:[/i]


Las Artes y las Ciencias en la historia del (neo) Zapatismo
28 de diciembre del 2016

La noche de ayer, les platicaba del desbarajuste interplanetario que había desatado la pregunta “¿Por qué esa flor es de ese color, por qué tiene esa forma, por qué tiene ese olor?

Ok, me excedí con eso de “interplanetario”. Debí decir: el desbarajuste que en el microcosmos del zapatismo había provocado la pregunta hecha por la jóvena (sic) Rosita al Subcomandante Insurgente Moisés.

Aunque creo que es evidente, no sobra el aclarar que la respuesta que el SubMoy le dio a la jovencita zapatista fue la misma que, tal vez, le ha dado combustible al avance de la ciencia desde sus inicios: “No sé”.

Ahora pienso que, seguramente, la jovena (sic) sabía que ésa era la respuesta, pero esperaba que el SubMoy entendiera que, dentro de la flor, había una pregunta más grande.

El SubMoy, ahora lo sabemos porque estamos aquí, sabía que la respuesta “No sé”, no sólo era insuficiente, sino que sería inútil si no llevaba a otras preguntas.

Ahora él les platicará lo que es, como quien dice, el contexto de la pregunta… y de su respuesta.

A mí me toca ahora platicarles brevemente algo de la prehistoria de esa pregunta y de esa respuesta.

Las artes y las ciencias antes del inicio del alzamiento, al interior del EZLN, tenían un universo muy reducido y una historia breve: ambas, ciencias y artes, tenían un motivo, una dirección, una razón impuesta: la guerra.

Primero en los campamentos guerrilleros, luego en los cuarteles y después en las comunidades, las artes se limitaban a la música, la poesía y algo de dibujo y pintura, todas con mensajes revolucionarios exclusivamente. Claro, no era raro que de pronto se colaran canciones de amores y desamores, corridos, rancheras, y hasta alguna balada de Juan Gabriel, pero eso era en la clandestinidad dentro de la clandestinidad.

El cine o la cinematografía tenía como sala exclusiva o “vip”, nuestra imaginación. Uno de los insurgentes nos contaba siempre la misma película, pero hallaba el modo de modificarla en cada ocasión, o de mezclarla con otras.

Así fue como vimos el original y varios “remakes” de Enter the Dragon, con Bruce Lee en el único papel, porque el compa se pasaba horas explicándonos los movimientos y golpes.

Esto siguió hasta que, con una pequeña planta de luz y un pesado y estorboso proyector de 16 milímetros, vimos una película vietnamita que creo se llamaba Punto de Enlace o algo así, y que, por supuesto, sólo estaba en el idioma original, así que con imaginación le poníamos diálogos en español y hacíamos otra película de la película original. No estoy seguro, pero creo que eso se llama “intervención artística”.

Llamo la atención sobre esto, porque creo fue la primera vez que confluyeron las ciencias y las artes en un campamento zapatista. Y por las ciencias no me refiero al generador portátil y al proyector, sino a las palomitas de maíz, que alguien tuvo a bien incluir en el envío del aparato y la película.

Por supuesto que nos atascamos de maíz palomero al grito de “comer hoy o morir mañana”, y al otro día casi se cumple la consigna: desde la madrugada, con una diarrea colectiva, el batallón insurgente entero dejó el paraje como si una piara de jabalíes se hubiera asentado ahí. Nos consolamos después, pensando que era una muestra de guerra bacteriológica. Moraleja: tengan cuidado con las consignas.

El contacto con los pueblos amplió ese limitado horizonte: en las celebraciones los compas establecían horarios para “el programa cultural”, decían, y “para la fiesta”. Así, en un horario que se fue acortando con los años, se declamaban poesías, se leían pensamientos y se cantaban canciones, todo de lucha.

Paulatinamente, “la fiesta” fue ampliando su duración y calidad. En ese horario era donde se bailaba y se cantaba lo que estaba de moda en esa época. Las músicas digamos “comerciales”, a su vez, empezaron a ser desplazadas por la producción local. Primero, cambiando las letras de las canciones; después componiendo también la música.

Los bailes cambiaron: de las filas enfrentadas, al baile de parejas. Originalmente, en los bailes de los pueblos, se ponían dos líneas: una de mujeres y, enfrente, una de hombres. Esto tenía su razón de ser: con la línea desplegada de las mujeres, las mamaces (sic) podían controlar a sus hijas, y ver si se escapaban o se mantenían en el balanceo continuo de La del moño colorado.


Posteriormente, poco a poco y después de acaloradas asambleas, se permitió el baile de parejas, aunque con el mismo ritmo. Pero la línea pesaba, así que era común ver a una pareja bailando, pero con ella mirando a un costado y él mirando al lado contrario. El teatro, o “seña”, era muy esporádico. Los dibujos y pinturas de los periódicos murales de montaña, se mudaron a las comunidades, pero los temas se mantuvieron.


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Si les parece que la actividad artística era rala, la científica era prácticamente nula (porque el libro de Isaac Asimov, que el finado cargaba en su mochila, no cuenta como ciencia). Para el contacto con la naturaleza, usábamos los conocimientos de las comunidades, es decir, nos limitábamos a conocer hechos, sin saber la explicación o, explicándolos de acuerdo a los cuentos y leyendas que circulaban en las comunidades.

Por ejemplo, el tiempo de lluvia y las etapas de la siembra. Había datos empíricos que indicaban que iba a llover o que no, y estadísticamente funcionaba. En los campamentos de montaña, por ejemplo, cuando los mosquitos aumentaban en número y agresividad, quería decir que iba a llover.

Claro, también teníamos barómetros y altímetros, pero los zancudos eran más precisos. Si nos hubieran preguntado entonces cuál era la relación entre los mosquitos y la lluvia, hubiéramos respondido “no sé”, pero no hubiéramos ido más allá, y sabíamos que lo que correspondía era poner los techos de plástico o apurarse a llegar al pueblo o al campamento, y no hacer investigaciones científicas.

Lo más científico que se hacía era calcular energía y trayectorias de bala, resistencia de materiales (porque había que saber dónde protegerse de los disparos del enemigo), alinear miras telescópicas, fabricación de artefactos explosivos, y “navegación terrestre” con el uso de mapas, altímetros y el clisímetro, para lo cual era necesario estudiar lo básico de trigonometría, álgebra y cálculo.

Estábamos por aprender a usar el sextante, para poder orientarnos de noche, pero no llegamos a tanto. Y no era necesario, porque los compas de los pueblos conocían tan bien el terreno que no necesitaban ninguna máquina para orientarse. Y podían “predecir” fenómenos naturales a partir de otros, o de usos y costumbres.

El mundo estaba habitado entonces por personajes mágicos, con el Sombrerón y Xpaquinté recorriendo los caminos reales, picadas y caminos de extravío, y sentándose con nosotras, nosotros, en los campamentos insurgentes de las montañas del sureste mexicano.

En medicina se aplicaban dos métodos fundamentales. Como no sabíamos de la existencia de la cura con cuarzos, el biomagnetismo o cosas parecidas con igual rigor científico, entonces recurríamos a la sugestión impuesta o a la autosugestión. Como no pocas veces no teníamos medicinas, si teníamos fiebre, nos decíamos y repetíamos: “no tengo fiebre, todo está en mi cabeza”. A ustedes les provocará risa tal vez, pero el finado SupMarcos contaba que él enfrentó varios casos de salmonelosis con ese método. “¿Y funcionaba?”, le preguntamos en esa ocasión. Él respondió con su acostumbrada modestia: “Pues mírenme, estoy vivo y más hermoso que nunca”. Bueno, eso fue antes de que le diéramos muerte.

Cuando sí teníamos medicina, usábamos el método científico del “ensayo y el error”. Es decir, alguien se enfermaba, le dábamos una medicina, si no se curaba, otra diferente, y así, hasta que le atináramos o la enfermedad, seguramente aburrida del método, cedía.

Otro método científico de cura era el llamado “escopetazo”. Si alguien tenía síntomas de una infección, le dábamos un antibiótico de amplio espectro. Casi siempre se curaba y, claro, quedaba químicamente puro, con lo mínimo para sobrevivir hasta la próxima infección.

Años después, cuenta el finado, los tratamientos médicos que dictaba se basaban en estadística simple: en montaña, tales y tales síntomas se curan con tales medicamentos en el x por ciento de los casos; si en una tropa de X número de combatientes, tantos se enferman con tales síntomas, hay x porcentaje de probabilidades de que se trate de la misma enfermedad.


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Una anécdota de montaña, contada también por el difunto SupMarcos hace años, puede servir para contrastar con el ahora que les mostramos: contaba el finado que, en una exploración en lo profundo de la Selva Lacandona, una sección insurgente de infantería quedó lejos del campamento base, viéndose obligada a pernoctar sin más cobijo que las copas de los árboles y las hojas de las plantas; hicieron una fogata para ver si podían asar una víbora nauyaca que era lo único que habían podido cazar. El SupMarcos entonces no era “sup”, sino teniente insurgente de infantería y estaba al mando de esa unidad militar.

Como era costumbre en esa época, cuando la noche al fin descendía de los árboles y se sentaba junto a los insurgentes, con las sombras bajaban también a sentarse junto al fuego, toda clase de historias, cuentos y leyendas que, entre otras cosas, cumplían la misión de mitigar el hambre y secar las ropas que el sudor y la lluvia habían empapado. El entonces teniente de infantería, se mantuvo apartado y se limitó a escuchar lo que platicaba la tropa.

A uno de los nuevos le había pasado que, al andar por el camino de extravío, el roce de las hojas de la planta llamada La´aj, u Ortiga, le había provocado urticaria en una mano y se le había hinchado. Entre doliéndose y quejándose, el recluta le preguntó a otro combatiente por qué o qué tenía esa planta que hacía tanto daño. El veterano, sintiéndose obligado a educar al nuevo, le respondió: “Mira compa, claro te digo que eso sólo dios y la hojita lo saben”.

Tal vez por todo esto que les cuento, el finado SupMarcos, cuando era el vocero zapatista, abundaba y redundaba en leyendas, cuentos y anécdotas más referidos a explicaciones de la realidad ligadas a la cultura ancestral. Los cuentos del Viejo Antonio, por ejemplo.

Si el finado era una ventana para asomarse al zapatismo de entonces, y ahora es el Subcomandante Insurgente Moisés, no es que haya cambiado sólo la ventana, también lo que se ve y escucha a través de esa ventana.

El zapatismo de hoy en las comunidades es cuantitativa y cualitativamente diferente, ya no digamos al de hace 30 años, sobre todo al de los últimos 10-12 años, que es el período en el cual debe haber nacido la niña que se autodenomina “Defensa Zapatista”.

Con esto quiero decirles que, si los niños de hace 25-30 años nacieron en los preparativos del alzamiento y los de hace 15-20 nacen en la resistencia y la rebeldía; los de los últimos 10-15 años nacen en un proceso de autonomía ya consolidado, con nuevas características, algunas de las cuales, entre las que está la necesidad de la Ciencia, les platicará el Subcomandante Insurgente Moisés, a quien cedo la palabra…


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Buenas noches hermanos y hermanas compañeros compañeras.

Nosotras, nosotros, las zapatistas, queremos ciencia para la vida. Así como les dijo el sub Galeano, no nada más es para decir “ya”, no les voy a explicar más de eso.

La ciencia sí la estudiamos también cuando estábamos en la montaña, en la preparación, ya que salimos a aplicar la ciencia, o sea la guerra, el matar y morir.

Nuestros compañeros y compañeras de los pueblos y bases de apoyo nos dijeron de otra forma de hacer la guerra, sin perder los principios de lo que queremos, entonces, nosotros, los combatientes y combatientas (sic), reconocimos que hay algo dentro de nuestros compañeros y compañeras, o sea los pueblos, y entonces ahí empezamos a aprender.

Empezamos a entender y empezamos a conocer que el ser Ejército, cualquiera de los dos, el del rico y del pobre, es excluyente, porque ahí no pelean todos los hombres, mujeres y niños. Y lo que nos plantearon nuestros compañeros y compañeras es pelear juntos para lograr lo que queremos. Nos dijeron entonces que el arma con la que hay que luchar es la resistencia y la rebeldía.

Se trata de que no queremos el mal gobierno, el mal sistema, se trata de que hay que rechazar todas las formas de cómo nos engañan, y entonces, nosotros, los combatientes, los insurgentes, las insurgentes (sic), fuimos aprendiendo la forma de cómo es eso, de cómo hay que hacer eso.

Entonces, nosotros, nosotras, entendimos que hay que pelear juntos, juntas. Si las comunidades viven en colectivo, el sistema, el mal gobierno ahora, trata de dividirlo, pero aún no ha podido, las mismas comunidades se entienden.

Por ejemplo, en algunas comunidades hay varios partidos políticos, o hay varias religiones, pero están en una comunidad, si esa comunidad ve invadido un pedazo de su terreno, por otra comunidad, esa comunidad invadida inmediatamente se junta, se olvidan de lo que son, lo que los divide en varios partidos políticos o en varias religiones. Ahí es donde funciona, ahí donde no se borra lo que significa ser común, comunidad.

De ahí es de donde nosotros empezamos a entender lo que decían, lo que nos dijeron nuestras compañeras, compañeros y bases de apoyo, que vamos a tener que pelear juntos, juntas.

Entonces fue más, mucho mejor de lo que ellos, ellas, pensaron, porque entonces no sólo el combatiente pelea, sino todos y todas, y entonces, nosotros, los combatientes, empezamos a trabajar juntos, con ellos, y entonces lo que pasó es que en esa lucha, en esa organización, se fue creando la forma de cómo se quiere obtener lo que se busca, o sea, quiero decir, que de lo que vieron los compañeros, las compañeras, es que hay que poner en la práctica, chiquito, lo que se quiere, lo que se busca.

Entonces, ahí, con su autonomía, el gobierno autónomo de nuestros compañeros y compañeras, empezó lo que nosotros no sabíamos durante el tiempo de la clandestinidad, en nuestra preparación.

Entendimos la forma de cómo se piensa y se hace el cambio, a lo largo de estos tiempos, que llevamos 23 años que de autogobernar con nuestras comunidades, la verdad pues es que entonces no tenemos tantos muertos de balazos, o heridos o torturados o desaparecidos, lo que fuimos primero nosotros en el año 94.

Con estos 23 años, lo que nos mostraron los compañeros y las compañeras es que hay otra forma de hacerle la guerra al sistema, en la que no se muere y no se mata, pero para eso se necesita organización, para eso se necesita acuerdo, para eso se necesita trabajo y para eso se necesita luchar y poner en la práctica.

Ahora vemos que con esa arma de lucha que es la resistencia y la rebeldía, la verdad el sistema no ha podido hacer nada con nuestros compañeros y compañeras, todo han hecho por querer que lo dejen, y el sistema no ha podido.

¿Por qué?, porque las compañeras y los compañeros ya lo vivieron durante 23 años, ellas y ellos lo construyeron, como bien dijo el Sub Galeano, nosotros mismos quedamos sorprendidos, porque eso no soñábamos, eso no veíamos, entonces, todo lo que han logrado los compañeros y las compañeras es a través de su pensar, a través de ver sus necesidades y pensar qué hacer después que se haya logrado algo, cómo mejorar o cómo seguir los pasos para hacer el bien de nuestros pueblos.

Entonces ahora, las mismas compañeras y compañeros hacen la comprobación entre ellos y ellas, y las mamás y papás por supuesto que los animan, porque no lo habían visto.

Por ejemplo hay compañeras que ya son, no sé cómo se dice, de esos que ayudan a los doctores a pasar los instrumentos, como los mecánicos que “ahí va tu pinza, ahí va tu martillo, ahí va tu marro”, como se llamen, pues, pero las compañeras ahora ya le ayudan al médico, le pasan lo que necesita a la hora de que está haciendo la cirugía, ya saben manejar aparatos de ultrasonido, los médicos ya les dijeron, entonces ya pueden decir, o sea, diagnosticar, porque ya saben leer lo que muestra la placa o la foto de lo que saca el ultrasonido, y así muchos otros tipos de aparat las compañeras y compañeros ya saben manejar, de dentistas, de Papanicolaou y de muchas otras cosas de la salud, del área de salud, de laboratoristas, pues.

No imaginábamos eso, y entonces ahora nosotros pensamos y decimos: ¿en 23 años de balazos hubiéramos construido eso?, y nuestra respuesta es que no estaríamos hablando aquí con ustedes ahora ­hermanos, hermanas, compañeros, compañeras, científicos, científicas.

Sin 23 años de balazos, no nos hubiéramos conocido, pues. Pero gracias a su forma de ver, a nuestros compañeros y compañeras, aquí estamos platicando con ustedes, pues.

Tanto que así fue el avance de nuestros compañeros y compañeras, claro, se tuvo que separar de su modo del explotador, del capitalismo pues, o del mal gobierno, para ir creando la forma en que piensan su libertad pues, que la conquistamos y que empezamos a construir a nuestra manera de entenderlo pues.

Entonces, así es como ahora tienen su educación, tienen su agroecología, tienen su radio comunitaria, hacen sus propios intercambios de experiencias, hacen compartición (sic) nuestros compañeros y compañeras, porque lo que se quiere es la vida.

Ejemplo, pues, así como la que nos dio ya el Sub Galeano, que le platicamos también a él, eso por ejemplo, pues, de que se comparten las formas en que no se muera uno pues, como el caso de una de las preguntas, de que se daba eso de asan la placenta del bebé, o que la hierven pues con tal de que se logre la vida, pero eso se hace simplemente, una lucha, pues no hay un estudio real de que esto es la mejor manera.

Entonces como hay muchas generaciones ya de que se ha traído ya esto, de la que les decía el Sub Galeano, la culpa de la flor es que en la Educación Autónoma Zapatista, que tanto ha avanzado, ya los jovencitos y jovencitas vieron que han aprendido mucho, entonces lo que pasó es que empezaron a preguntar.

El hijo de un compa, y es hijo de un compa de Tercios Compa, le dijo a su papá, porque ya terminó su primaria, el primer nivel le dicen los compañeros en los pueblos, entonces el hijo del compa preguntó, “papá ya terminé mi escuela, pero voy a seguir porque quiero aprender más”, y entonces el Compa Tercio, le dijo, “hijo, déjame ver, porque es que todavía se está planeando el segundo nivel” o sea la secundaria que se dice, se está planeando, porque en la educación que queremos no van a aprender cosas que no van a servir, “la educación está pensada para que aprendan lo que va a servir”, le dijo el compa a su hijo, y entonces el chavito pues, así de por ahí de 13, 14 años entonces dice: “papá, pero no vayas a pensar de que me vas a mandar aquí, en Cideci, porque en Cideci ahí se aprende sastrería, zapatería y otras cosas, más que bien lo pueden hacer aquí, en el Caracol, solo que hace falta que se pongan de acuerdo para hacerlo”, dijo el chavito a su papá.

Y entonces el chavito dice lo que quiero aprender yo es qué sustancia tiene la planta del estafiate, y qué es lo que cura eso.

Y entonces el compa, con su hijo ahí presente, quería que yo le dijera pues qué cuándo y dónde puede aprender eso, entonces yo le decía, pues déjame ver porque yo no sé.

Entonces tan sorprendido que yo me quedé, y eso que bueno que hasta yo me quedé así, ¿será que se puede aprender?

Entonces, platicando con el Sub Galeano dice, “pues eso les corresponde a los científicos, la ciencia, de los que estudian la ciencia, y los científicos”. Entonces lo que vemos es ya las generaciones que vienen ya están viendo otra cosa, y lo bueno es que están pensando.

En las Comunidades hay compartición (sic) como se dice pues, tanto como le dicen de las tres áreas, donde van los compañeros y compañeras a intercambiar experiencias de las plantas medicinales, de parteros y parteras, y de hueseros y hueseras, ahí es donde el chavito escuchó de muchas plantas que curan tal y tal, ¿no?

Pero no se sabe qué es, qué sustancia tiene pues. Entonces sus mismas prácticas, sus mismos conocimientos de lo que hacen las compañeras y los compañeros en los pueblos va a ir abriendo pues así experiencias, pero también al mismo tiempo va a ir abriendo otras necesidades de querer aprender más.

Entonces yo creo que pues escuchando lo que se está planteando aquí entre nosotros pues, ojalá de que entonces se vengan acá a poner en práctica con un pueblo, en colectivo, les daría mucho gusto pues a los compañeros y a las compañeras y así se aprovechará más ese conocimiento.

Porque con lo poco que tienen los compañeros y las compañeras y lo que se está haciendo, lo que están construyendo, los compañeros ven a los otros hermanos y hermanas que no son zapatistas, por ejemplo, en los hospitales que tienen los compañeros, sus hospitales autónomos, son más los hermanos partidistas que son operadas y operados allí que los zapatistas.

Entonces ahí es donde la gente no zapatista, partidistas como les decimos, ahí es donde se dan cuenta de que entonces está mejor lo que están haciendo los zapatistas, incluso lo dicen directamente ya, que está mucho mejor lo que están haciendo los zapatistas, pero no solo nada más en la salud dan el poco avance que ha habido, los compañeros y las compañeras también ayudan en orientar, o sean en hacer política, ellos les dicen de cómo están engañados o por qué así están manipulados o por qué así están dominados.

Entonces, si hubiera de que hay más apoyo a través de la ciencia pues, entonces habrá más avances de los compañeros y de las compañeras, y entonces, eso queremos decirles, que ojalá que en verdad empecemos ahora, aquí con nuestros compañeros y compañeras en los pueblos, que se vaya viendo que haya clases, talleres, que haya cosas prácticas, porque las y los compañeros lo que ven tan interesante y tan importante para enfrentar a la hidra capitalista es que hay que mejorar la salud y la alimentación, pero para eso se necesita aprender, se necesita ciencia.

Los compañeros y las compañeras hacen mediante usos y costumbres la prueba que siembras ahí el maíz a ver si te va a dar, o la calabaza, o el camote, qué es lo que va a dar ahí, porque no hay un estudio de la ciencia ahí, de qué es lo que va a dar ahí en esa tierra y qué cosa da aquí en esta parte.

Es de mucho sufrimiento cómo es que se vive, pero si viera que hay una ciencia, un laboratorio por ejemplo, ahí sí sería diferente, no es cosa de probar, sino que ya es porque tiene un estudio científico qué es lo que hace falta a la madre tierra.

Entonces pues así se ve, así hacen sus estudios también los compañeros y las compañeras. De ahí es de donde nace esto, por lo cual estamos aquí, el estafiate que dijo el chavito, eso sobre lo que quiere saber cuál es la sustancia, y que entonces de ahí se vio que las Escuelas Autónomas Zapatistas están en otra necesidad de lo que quieren aprender los jóvenes.

Entonces hermanos, hermanas, compañeros, compañeras, que los invitamos pues con los compañeros y las compañeras a que vayamos formando pues un colectivo, como colectivo en el que andamos las y los zapatistas, y que mostremos después al pueblo de México que el pueblo, el propio pueblo, puede crear la forma de cómo vivir, y que no necesitamos a alguien que manipule así a nuestra riqueza o que expropian lo que es nuestro como pueblo, y para eso necesitamos pues estar juntos con los pueblos originarios y con la ciencia de los científicos y la ciencia de los artistas.

Vayamos imaginando, vayamos construyendo, vayamos practicando y vayamos demostrándonos entre nosotros mismos que sí se puede, como los compañeros y compañeras de las bases de apoyo que sin más, más que su propio esfuerzo, su propia resistencia y su propio pensar de ver, crear e imaginar han demostrado, aunque no sepan leer ni escribir, y aunque no dominan bien el español, pero en los hechos la tienen, lo que decimos pues acá, que el sistema, el mal gobierno pues de México, se ha hecho a un lado y estamos practicando lo que nosotros pensamos y lo que nosotros creemos, pero nos sentimos solos porque no sólo nada más los que estamos explotados, los indígenas en México, sino también están los hermanos y hermanas en el campo y en la ciudad.

Pero para eso se necesita Ciencia pues, de cómo vamos a tener que construir el mundo nuevo.

Necesitamos, se siente la necesidad pues, como el chavito del que platicamos, que siendo chavito ya está pensando que quiere conocer, que quiere saber por qué es tan importante la sustancia que tiene el estafiate, porque tanto escucha en el colectivo pues, en la compartición (sic) que se hacen las compañeras y los compañeros pues.

Entonces, eso es lo que queremos plantearles, ojalá nos unamos pues para crear otra forma de ver, otra forma de pensar, de imaginar cómo tenemos que ir construyendo un cambio que realmente sea cambio, no nomás el nombre, ni nada más de color pues.

Eso es lo que sería lo que les podemos compartir compañeros y compañeras, hermanos y hermanas.


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