Laura Gómez Flores
Foto: Carlos Ramos Mamahua
La Jornada Maya

Ciudad de México
Viernes 14 de octubre, 2016

El Metro es una ciudad dentro de otra. Todos los días es utilizado por millones de personas para llegar a su trabajo, la escuela, una cita, de compras o divertirse.

Durante su trayecto aprovechan para desayunar, comer o cenar en los locales comerciales ubicados en algunas de las 195 estaciones de sus 12 líneas.

Otros realizan sus compras aprovechando las ofertas en establecimientos de pan, belleza, telefonía, libros o joyerías, o bien, con los llamados vagoneros.

Pese a no existir bloqueos o manifestaciones en esta ciudad subterránea, ingresar a los trenes en las llamadas horas pico se convierte en una hazaña.

Los mayores problemas se registran en estaciones como Indios Verdes o Pantitlán, donde hombres y mujeres copan los andenes en espera del gusano naranja.

Su silbato provoca que la gente corra de un lado a otro del andén para ingresar a como dé lugar, aunque ello signifique agresiones verbales y hasta físicas.

Una vez adentro saben que llegarán a su destino, pero no en cuánto tiempo, pues las palancas de emergencia se activan constantemente por algún desmayado o accidentado.

Los afectados saben que aquí recibirán atención médica, convirtiéndose también en “el lugar favorito de muchas mujeres para dar a luz –en promedio un parto cada tres meses–, aunque ahora también las zarigüeyas han encontrado en sus instalaciones un lugar seguro para tener a sus crías”.

Muchos usuarios acuden además a las clínicas de salud o de masajes instaladas en algunas estaciones, a escuchar música de banda, ópera y rock; a alguna exhibición de pintura o fotografía o bien a echarse una partida de ajedrez.

Otros, sin embargo, encuentran en sus instalaciones una salida a sus problemas económicos, de amor o de salud, suicidándose al paso del tren.

La seguridad que ofrece provoca que algunas personas busquen un rinconcito para dormir afuera de sus instalaciones, pues saben que los policías hacen sus rondines y no los dejarán solos.

Miguel Ángel Loriega, conductor con 10 años de experiencia y 30 años de edad, reconoce que vivir en esta gran ciudad subterránea es increíble, porque no existe un día igual a otro, pero los problemas que se enfrentan son muchos para lograr que la gente llegue a su destino.

Hoy, reconoce, la capacidad de los trenes está rebasada por la gran demanda que se tiene, pues el Metro es un servicio de excelencia, lo que ha provocado que los trenes traigan hasta 50 por ciento más pasajeros de los estimados, de mil 500 a 2 mil 300.

Sin embargo, su eficiencia y gran cantidad de comercios, servicios y actividades lo hacen único, porque en un traslado de una hora puedes llegar a tu destino, comprar tu mandado, acudir al médico y hasta pagar algunas cuentas, coincidieron usuarios.


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