Ana Mónica Rodríguez
Foto: Cortesía Templo Mayor
La Jornada Maya

21 de marzo, 2016

Los trabajos de restauración que se realizan de manera periódica a la colosal escultura de Tlaltecuhtli, labrada por manos mexicas, han permitido que por primera vez se observe un relieve policromado casi en su totalidad, luego de haber sido retirado el sedimento y el material de relleno que la cubrió durante casi cinco siglos.

A pocos meses de que se cumplan 10 años de su hallazgo, justo al pie del Templo Mayor de Tenochtitlán, la colosal escultura de la diosa de la Tierra recibe de manera imponente en el vestíbulo a quienes visitan el Museo del Templo Mayor, explica la restauradora María Barajas Rocha a La Jornada.

Luego del descubrimiento y tras un largo y minucioso trabajo enfocado en la conservación y restauración del monolito de la diosa Tlaltecuhtli, se tomó la decisión de trasladarlo hacia dentro del museo para exhibirlo por primera vez en 2010.

Aunque el monumento se encuentra estable, los restauradores continúan monitoreando y cuidando las condiciones de su exhibición con la finalidad de asegurar su preservación y conservación a largo plazo.

Cada seis meses se debe llevar a cabo una limpieza cuidadosa para remover la tierra y el polvo que se deposita sobre la superficie pétrea. Previamente a esta labor, se arma una estructura tubular a manera de andamio alrededor del monolito y, con ayuda de aspiradoras manuales de mochila, perillas y brochuelos de pelo suave, se retira cuidadosamente el polvo sin poner en riesgo a la capa pictórica, dice Barajas Rocha, quien estuvo a cargo del proyecto de restauración de esa escultura.

La historia del descubrimiento

Cómo olvidar aquel 2 de octubre de 2006, cuando se halló el relieve monumental, cuyas dimensiones y calidad escultórica resultan inigualables, rememora Barajas.

El hallazgo de la Tlaltecuhtli se dio dentro un salvamento arqueológico a cargo del Programa de Arqueología Urbana, justo entre las calles de Argentina y Guatemala, donde, debajo de rellenos constructivos y de escombros, emergió el monolito mexica más grande conocido hasta el momento, el cual es de mayores proporciones que la Piedra del Sol y que la Coyolxauhqui.

La advocación femenina de la deidad de la Tierra está tallada sobre un gran bloque de andesita de lamprobolita, cuyas dimensiones son 417 centímetros de longitud por 362 de ancho y 37 centímetros de espesor. Desde el momento de su hallazgo, recuerda Barajas, la escultura se encontró fragmentada en cuatro grandes pedazos, los cuales en conjunto pesan aproximadamente 12 toneladas.

Esta divinidad aparece en muchos mitos como la venerada madre que da nacimiento a todas la criaturas (plantas, animales, seres humanos, el Sol y la Luna), pero también como el ser monstruoso que las devora en el momento de la muerte, comenta a su vez el arqueólogo Leonardo López Luján, director del Proyecto Templo Mayor, quien, junto con un equipo formado por 25 especialistas del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), realiza actualmente los trabajos de investigación arqueológica en el área donde se encontró el monolito, dentro del predio que anteriormente fue ocupado por el Mayorazgo de Nava Chávez.

Respecto de la decoración polícroma que presenta la monumental escultura, Barajas Rocha comentó que el esfuerzo de los especialistas en restauración contribuyó en gran medida a que la capa pictórica, integrada por los cinco colores empleados en la paleta cromática mexica, se conservara sobre la superficie pétrea.

“Durante los trabajos arqueológicos los restauradores se encargaron de monitorear y de retirar cuidadosamente el sedimento y el material de relleno que cubrió al relieve durante casi cinco siglos. Además, el proceso de secado de los cuatro fragmentos se controló estrictamente día y noche para lograr que se diera de manera paulatina durante el tiempo en que el monolito se encontró in situ. Estas labores permitieron asegurar la permanencia y conservación de los pigmentos originales sobre el relieve”.

Al hablar sobre los trabajos efectuados para la restauración del monolito en la caseta que se ubicó ex profeso en ese predio, la especialista comenta: Conforme avanzamos minuciosamente en la limpieza para retirar el sedimento depositado sobre la superficie de cada fragmento nos encontramos por primera vez con una escultura monumental policromada casi en su totalidad.

Es decir, prosigue, la diosa de la Tierra mostraba una capa polícroma conformada mayoritariamente por el color ocre, además del rojo, el blanco, el negro y el característico azul maya. Los colores, que fueron apareciendo ante nuestros ojos, se encontraban extremadamente inestables, pues habían perdido ya el aglutinante original con el que fueron aplicados al relieve.

Por ello, el proyecto de restauración del monolito de Tlaltecuhtli, ganador del Premio Paul Coremans al mejor trabajo de investigación en 2011, se enfocó principalmente en realizar un análisis previo para definir el mejor método que permitiría fijar nuevamente los pigmentos a la superficie pétrea.

“En un primer momento se pensó en la posibilidad de exhibir in situ al monolito de la diosa Tlaltecuhtli, sin embargo, fue precisamente su conservación la que orilló a los especialistas a considerar la posibilidad de trasladar el gran relieve dentro del museo, donde además de lucir majestuosamente, se ha mantenido estable.

Otra de las ventajas que ha ofrecido el lugar donde se exhibe actualmente Tlaltecuhtli es que, aunque el museo no cuente con sistema de climatización, los restauradores hemos podido monitorear su estabilidad y controlar las condiciones para su exhibición con ayuda de medidores electrónicos. Estos lectores nos permiten conocer las condiciones de temperatura y humedad, así como la intensidad y tipo de iluminación museográfica.

La espectacular escultura policromada descubierta justo al pie del gran recinto ceremonial, ha sorprendido a todo el mundo debido no sólo a sus monumentales proporciones, sino también a su calidad escultórica, la cual remite a la llamada época imperial, cuando el arte oficial mexica alcanzó su máximo refinamiento y complejidad, explica Leonardo López Luján.

[h2]Las exploraciones continúan[/h2]

Tal pareciera que la diosa de la Tierra marcó a los expertos el camino que deberían seguir hacia los restos de los emperadores Axayácatl, Tízoc y Ahuítzotl, hermanos que se sucedieron en el trono de la antigua ciudad de Tenochtitlán.

Estamos a la espera de que se inauguren el vestíbulo y el puente que ligará las calles de Argentina y Guatemala para retomar los trabajos de excavación en esta área, y así comprobar la hipótesis, puntualiza el especialista.

Entre tanto, el relieve monumental de la diosa Tlaltecuhtli muestra el ejemplo más representativo del arte escultórico mexica y espera pacientemente a que salgan a la luz los resultados de las próximas investigaciones arqueológicas.


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