Predicamento de la propia autodestrucción

Hubert Carrera Palí
Foto: Fernando Eloy
La Jornada Maya

Martes 5 de junio, 2018

En el principio sólo había inmovilidad y silencio en la oscuridad…

Entonces vinieron juntos Tepeu (Creador del hombre y la tierra) y Gucumatz (La serpiente emplumada). Entonces conferenciaron sobre la vida y la claridad, cómo se hará para que aclare y amanezca, quién será el que produzca el alimento y el sustento.

¡Hágase así! ¡Que se llene el vacío! ¡Que esta agua se retire y desocupe el espacio, que surja la tierra y que se afirme! Así dijeron. ¡Que aclare, que amanezca en el cielo y en la tierra! No habrá gloria ni grandeza en nuestra creación y formación hasta que exista la criatura humana, el hombre formado.

Luego la tierra fue creada por ellos. Así fue en verdad como se hizo la creación de la Tierra: ¡Tierra!, dijeron, y al instante fue hecha.

Como la neblina, como la nube y como una polvareda fue la creación, cuando surgieron del agua las montañas; y al instante crecieron las montañas.

Solamente, por un prodigio, sólo por arte mágica se realizó la formación de las montañas y los valles; y al instante brotaron juntos los cipresales y pinares en la superficie.

Primero se formaron la tierra, las montañas y los valles; se dividieron las corrientes del agua, los arroyos se fueron corriendo libremente entre los cerros, y las aguas quedaron separadas cuando aparecieron las altas montañas.

Así fue la creación de la Tierra, cuando fue formada por el Corazón del Cielo, el Corazón de la Tierra, que así son llamados los que primero la fecundaron, cuando el cielo estaba en suspenso y la tierra se hallaba sumergida dentro del agua.

De esta manera se perfeccionó la obra, cuando la ejecutaron después de pensar y meditar sobre su feliz terminación.

Así es como narra el [i]Popol Vuh[/i], el sagrado libro de los mayas, en sus fragmentos más importantes la creación de la Tierra, tal y como en las sagradas escrituras detalla cómo Dios en siete días hizo la creación del universo.

Sin embargo, en el devenir histórico ambos transitan por coincidencias que se arraigan y lentamente los van dejando en el olvido, en el más vil abandono, en una desaparición y muerte letal.

El materialismo dialéctico ha hecho su parte en este sentido, dejando todo a la inercia y a las leyes de la mecánica, como sus principios fundamentales. Luego entonces ha permitido al hombre observar para que a partir de ese punto pueda lograr sus objetivos, aunque no sean siempre a favor de los preceptos bíblicos y del cuidado del medio ambiente.

El hombre finalmente ha adecuado su modus vivendi. Toma lo que le conviene y hace a un lado lo que siente innecesario, pero garrafal error porque precisamente es el predicamento de su propia autodestrucción.

La evolución del sujeto pensante nos ha llevado a épocas y eras, donde por lo general siempre están enfrentados el hombre por el hombre: se destruye en nombre de Dios y se extermina todo lo que está a su alrededor. La naturaleza, la selva, ha sido de sus principales objetivos.

Ya nuestros ancestros mayas conocieron muy bien esta concepción la cual han dejado labradas como alegorías donde transmiten la advertencia del caos que se ocasionará si seguimos exterminando el planeta.

El abandono de las prósperas ciudades y capitales mayas no fue cosa de la casualidad, fue precisamente la destrucción de los recursos naturales lo que les hizo emigrar a otros lados, narra el arqueólogo Ramón Carrasco en su espectacular descubrimiento de la Alegoría de la Montaña de la ciudad maya de Calakmul, escondida en las entrañas de la tierra, donde un gran mascarón antropomorfo concentra gran parte del devenir histórico de la ciudad que se ubica entre Dos cerros.

Y la advertencia de nuestros ancestros no la asimilamos en pleno siglo XXI pese a que frente a nuestras narices el cambio climático está causando la destrucción de nuestro planeta.

La profecía se cumple cual llegada de los jinetes apocalípticos, al seguir destruyendo y arrasando nuestro entorno natural: nuestros montes, selvas, árboles y animales, sin el más mínimo pudor que satisfacer ese deseo de la descomunal e insaciable riqueza.

Por eso hoy, Madre Tierra, desde este humilde espacio hago votos porque en la faz de la tierra los líderes mundiales hagan conciencia y reflexionen el daño que te estamos causando porque no sabríamos qué hacer sin ti…

Sería una vez más la destrucción.

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