Óscar Muñoz
La Jornada Maya
Jueves 3 de abril, 2018
En medio del proceso electoral para la gubernatura de Yucatán y la renovación del congreso local y los ayuntamientos de la entidad, continúa resultando inaudito, como en elecciones anteriores, que la agenda de la cultura y el arte sigan menospreciados por los candidatos. Si bien uno que otro ha ofrecido continuar con los programas culturales o rehacerlos, en ningún caso han propuesto una agenda basada en una auténtica gestión cultural. Algunos ofrecen mantener la gestión tradicional y complaciente de espectáculos culturales y artísticos que no favorecen la formación crítica de la ciudadanía ni promueve la creación más allá de las comunidades artísticas de siempre. Otros han querido convencer de la supuesta necesidad de instaurar programas renovados, aunque sin bases sólidas que aseguren una gestión inclusiva y multicultural y mucho menos promotora de acciones genuinas de formación de públicos para la cultura y el arte.
Ante esta situación crítica de la cultura y el arte, los candidatos, cualesquiera que éstos sean, tienen que asumir un papel de gestor cultural capaz de diseñar iniciativas en favor del desarrollo cultural y artístico de la sociedad, de proyectos sólidos y trascendentales y de políticas que aseguren la operación de los programas y el logro de resultados de gran impacto. Hasta ahora, por desgracia, la gestión cultural ha sido, al parecer, una gran simulación. Por ejemplo, en lugar de proyectos promotores de la apreciación y la creación musicales, las autoridades decidieron construir un palacio de la música. ¿Dónde están los programas de educación artística en las escuelas que hayan ido más allá del montaje de bailables tradicionalmente escolares?
En la gestión cultural que se requiere tengan los próximos gobernantes y representantes en el congreso debe incluir el enfoque más adecuado para el diseño y la operación de los programas artístico-culturales. Lo artístico-cultural debe permear objetos, expresiones y sucesos que integren el contexto sociocultural de una comunidad. Y si ésta está integrada por una diversidad de individuos que tiene, cada uno, una actitud o un comportamiento cultural, así como un gusto por un género artístico distinto en cada caso o una inclinación creativa diferente, la gestión cultural tendrá que ser entonces inclusiva. La sociedad yucateca, principalmente la de Mérida, se ha vuelto más cosmopolita que nunca antes.
En cuanto a los eventos artísticos y/o culturales, éstos deben estar completamente abiertos para las diversas manifestaciones y expresiones actuales. Ya no es suficiente con los bailables y música tradicionales que siempre han marcado la identidad yucateca, como la jarana o la trova. Sin abandonar estos eventos, habrá que considerar en los programas culturales permanentes otros géneros y estilos en las expresiones artísticas y las manifestaciones culturales. De acuerdo con lo señalado por Zoila Mendoza (2000), en las fiestas populares, los festivales o los carnavales, no sólo se refleja el contexto social sino también se construyen estructuras sociales. Y si la entidad o la ciudad requieren de una mayor cohesión social, habrá que considerar la inclusión de la amplia diversidad de formas culturales que ya existe hoy. Mantener los eventos populares será importante, dado que, según Beverly J. Stoeltje (1992), un festival permite proyectar la identidad de un grupo a partir de la memoria colectiva y ancestral. Así, festivales tradicionales y vanguardistas podrían favorecer la integración de una nueva identidad cultural, diversa y cosmopolita.
Por otra parte, esta agenda cultural debe evitar la inclusión exclusiva del concepto de cultura cuando es referido a lo patrimonial (lo que debe mantenerse como una necesidad vital de la humanidad). Aunque tiene que abrir espacio para considerar aquellas otras significaciones de cultura que van más allá de lo patrimonial y lo histórico, como las expresiones artísticas actuales y los movimientos vanguardistas de la cultura. Siempre será imprescindible lo histórico en la cultura, lo que alienta a la preservación del patrimonio cultural, pero igual de importante es la promoción de lo nuevo, lo vigente, la vanguardia cultural.
Sin estas mínimas consideraciones, la agenda cultural de los próximos gobiernos será más de lo mismo: programas simulados, sin avances significativos y, lo peor, sin paraíso cultural.
[i]Mérida, Yucatán[/i]
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