René Ramírez Benitez
Foto: Rodrigo Díaz Guzmán
La Jornada Maya
Viernes 20 de abril, 2018
Esta elección es importante, no sólo por su complejidad numérica e ideológica, sino por las nuevas figuras jurídico-electorales que modifican el tablero de juego político que veníamos viviendo. Sobre esto, me refiero al tema de la reelección, mismo que genera sentimientos encontrados en el imaginario colectivo mexicano; lo que una vez fue “sufragio efectivo, no reelección”, ahora se permite la permanencia en el puesto como método de profesionalización del servicio público, así como la continuidad del buen trabajo, ya sea legislativo o gubernamental.
Desde 1933, en México se llevó a cabo una reforma que prohibió la reelección de legisladores con la intención de eliminar las cúpulas políticas que se vivían en la época. (Ugalde y Loret de Mola, 2013). En dicho siglo, el poder se había concentrado en un grupo específico de personas, a lo cual el entonces el Partido Nacional Revolucionario (PNR) impulsó la reforma con el argumento principal que “la no reelección evitaría el continuismo y la formación de enclaves políticos dentro del Congreso federal, los gobiernos de los estados y las legislaturas locales” (Ugalde y Loret de Mola, 2013); sin embargo, ello no sucedió y podemos ver incluso en estos días que la política en México es una política de grupos y personajes que son los mismo de siempre.
Sobre esto, el polítologo italiano Giovanni Sartori lo denominó “la extravagancia mexicana”; nuestro país junto con Costa Rica eran un caso atípico que prohibía la reelección directa, que dicho politólogo decía que la no reelección no generaba una dinámica que premiación al buen trabajo con la permanencia en el poder, y que la continuidad del puesto ahora respondía a una lógica de la estructura partidista, haciendo que el legislador o servidor público esté más preocupado en trabajar por su partido y sus intereses que por la sociedad que premiaría su correcto desempeño con su voto para su permanencia.
En pocas palabras, y como diría Luis Carlos Ugalde, “su futuro político no dependía de su electorado (quienes lo podían reelegir), sino del partido y su presidente”. Con esto, la conducta política se modifica sustancialmente y genera el comportamiento que ahora vemos la clase en el poder.
Sin embargo, con la reforma constitucional del 2013 que modificó dicha prohibición y abrió las puertas a esta nueva figura, las entidades federativas reformaron sus constituciones locales y leyes respectivas en la materia, siendo que en estos comicios la reelección será un nuevo instrumento en Yucatán que profesionaliza la carrera política, genera un vínculo más fuerte en la representación democrática e instaura proyectos legislativos o de gobierno a largo plazo.
Como podemos ver, el argumento principal sobre la reforma de 1933 respectivo a las cúpulas políticas, era en realidad un problema que más allá con la clase gobernante, está directamente relacionado en cuestión de causa y efecto con los Comités Estatales y Nacionales de los partidos políticos que en muchas ocasiones generan una especie de camaradillas político-partidistas que se protegen entre sí y generar esas cúpulas. En nuestro estado, una decena de presidentes municipales y un legislador, Manuel Díaz, serán los pioneros en utilizar esta figura. Será el electorado respectivo quienes tendrán la última palabra, y en estos comicios pondremos a prueba la reelección, que a mis ojos era necesaria y será efectiva para tener mejores servidores públicos.
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