Ángel Rivero Palomo
Foto: Especial
La Jornada Maya
Martes 10 de abril, 2018
La lógica de negocios como la conocemos hoy en día, está por cambiar radicalmente. Hasta ahora hemos requerido de grandes intermediarios como las compañías de tarjetas de crédito, los bancos y gobiernos, para validar y respaldar la información que requiere nuestra economía para realizar transacciones. Recurrimos a ellos para verificar datos, identificar personas, hacer mantenimiento de registros, validar documentos, entre otros aspectos que confieren seguridad y credibilidad a los acuerdos comerciales.
Sin embargo, los avances digitales y la globalización han dejado al descubierto puntos débiles de estas instituciones en aspectos importantes, como la protección de la privacidad de los usuarios, la vulnerabilidad de ser hackeados, el tiempo que toma realizar transacciones económicas, los altos costos de las comisiones y la falta de ser más inclusivos en el uso y acceso a la tecnología (Alchemy labs, 2018).
En respuesta a estos requerimientos, el [i]blockchain[/i] es una tecnología que constituye una opción sin precedentes para eliminar a los poderosos intermediarios y permite efectuar transacciones monetarias y de valor por Internet de forma rápida, descentralizada, segura, con menos errores y a bajo costo (Alcázar, 2018).
Pero ¿qué es exactamente el [i]blockchain[/i]? Autores como Betancourt (2017) lo definen como “una tecnología de contabilidad distribuida [i]peer-to-peer[/i] que tiene el poder de proporcionar una plataforma para eliminar intermediarios, independientemente de la industria. Habilita modelos de negocios reales basados en conceptos tales como la confianza, la equidad, y la identidad, estableciendo redes de intercambio, confiables y seguras”.
La clave de su funcionamiento radica en que los activos digitales como el dinero son distribuidos a través de una especie de “Libro Mayor Global”, que utiliza el más alto nivel de criptografía. Cuando una transacción es efectuada, un grupo de personas llamadas “mineros Bitcoin” distribuidas en distintas latitudes, generan un bloque de información que tiene todas las transacciones de los 10 minutos anteriores, que automáticamente se vincula al bloque anterior y así sucesivamente creando una cadena de bloques, que recibe una especie de sello digital estampado en el tiempo, lo que les da una identidad única. Cuando los mineros reciben solicitudes de transacciones encriptadas, compiten por ser los primeros en descifrar y validar la operación, como recompensa el que lo consigue es premiado con “Bitcoins” o monedas digitales (Alchemy, 2018).
El [i]blockchain[/i] puede ser programado para grabar virtualmente cualquier información que tiene valor e importancia para el género humano, desde certificados de nacimiento, actas de matrimonio, títulos de propiedad, certificados de grados académicos, cuentas financieras, procedimientos médicos, pólizas de seguro, votos y todo aquello que pueda ser expresado en un código. Permite de forma confiable y transparente rendir cuentas en tiempo real, lo que racionaliza los procesos empresariales y les confiere la inmediatez que se requiere hoy en día (Tapscott & Tapscott, 2016).
Lo mejor de todo es que son prácticamente inviolables ante los ataques de los hackers, pues éstos tendrían que descifrar el algoritmo de encriptación, alterar la transacción en el bloque que lo contiene y todos los bloques anteriores, además de replicar el cambio en millones de computadoras de forma simultánea, tarea que actualmente resulta imposible, permitiendo la creación de un intercambio de activos y contratos completamente confiables, que podrían entre otras grandes ventajas, ayudar a reducir la volatilidad del mismo bitcoin.
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