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Eduardo Lliteras Sentíes
Foto: Raúl Angulo Hernández
La Jornada Maya

Jueves 5 de abril, 2018

Desde que llegué a vivir a la comisaría de Cholul, ésta no ha cesado de transformarse, o más bien de sufrir el crecimiento incesante que caracteriza particularmente a la zona norte de Mérida. Es una auténtica pesadilla, ya que las obras en la zona, la construcción de más casas, negocios y plazas, ha barrido con la paz que ofrecía la población, hoy atrapada entre el periférico, la carretera a Motul y los nuevos fraccionamientos que promueven la ideología aislacionista al estilo Donald Trump: vivir en el “edén” para una casta pudiente que se encierra entre muros, mientras afuera crecen el caos, el desastre ambiental y la violencia. Esta afirmación no es exagerada: se talan árboles, crece el parque automovilístico y la agresividad de quienes manejan, haciendo riesgosas e ingratas calles y espacio público; que ya no se disfrutan, sino que se padecen.

No cabe duda que otra ciudad está surgiendo al otro lado del periférico y no es una futurista, como nos aseguran quienes no movieron un dedo para mejorar el transporte en Mérida desde encargos estatales, sino una urbe del pasado, que destruye ecosistemas, patrimonio arquitectónico e histórico, y contamina montada en autos privados.

En realidad, la invitación está puesta para que lleguen más y más personas a vivir en los nuevos fraccionamientos, pensados para aislar a las familias tras muros, rejas y policías privados que prometen “seguridad”, la que se está revelando una mentira más, como podemos constatar tras la brutal ejecución de un conductor de Uber en el lujoso edificio Magnia Corporate Center.

Ahora, las empresas trasnacionales que allí tienen sus corporativos están pensando marcharse a otro sitio menos inseguro, a pesar de que la plaza se promociona como un lujoso lugar para hacer negocios, con vigilancia las 24 horas, incluyendo cámaras, policías privados, por no hablar de las cámaras de la Secretaría de Seguridad Pública instaladas a espaldas de la Plaza Altabrisa.

Esta zona se ha convertido en el escenario preferido de delincuentes de grueso calibre que han llegado a Mérida y al norte de la ciudad a vivir y montar sus negocios con dinero mal habido.

La realidad es que estamos perdiendo la calidad de vida que tanto se presume fuera para que vengan a vivir más personas, ya sea de visita o residencia.

Sigue pasando el tiempo y Altabrisa no tiene parque; pero eso sí, hay cada vez más edificios y casas. Las áreas verdes de las que estaba dotada se están perdiendo mientras el crecimiento hacia Cholul y sus alrededores camina para fundir las comisarías del norte en un conglomerado urbano que copia los peores defectos de numerosas ciudades mexicanas en las recientes décadas, convertidas en infiernos.

En Cholul necesitamos otro parque, además de la plaza. De hecho, en el pasado hubo un proyecto que quedó en el abandono. Mientras tanto, la plaza principal sucumbe a los intereses de algunos que creen que el espacio común es para su usufructo privado, sin obligación alguna y sin que ninguna autoridad les diga ni exija nada.

Realizar un recorrido por el flamante fraccionamiento Gran San Pedro Cholul, entre otros de la zona, sólo corrobora esto que decimos.

Masas de casas se amontonan en lo que antes eran bosques y cenotes donde habitaban venados, jabalíes, zarigüeyas, aves. Lo peor es que el fraccionamiento se promociona como un lugar donde hay áreas verdes y se respeta el pasado arqueológico y arquitectónico.

Los restos de las construcciones mayas halladas en la zona se encuentran aislados, sin que siquiera haya algún señalamiento que conduzca a ellos. La ex hacienda de Cholul fue arrasada, como dimos a conocer recientemente, sin que se sepa qué clase de castigo aplicará el INAH a los responsables.

Un paso a desnivel, pensado para favorecer la salida de autos del fraccionamiento, florece junto a un supermercado de esos cuyo logo antecede el crecimiento urbano, demostrando que la expansión urbana es un gran negocio para algunos sectores económicos, locales y de fuera, a los que se somete cualquier otra consideración. A los ciudadanos nos toca padecerlo, nada más.

Por el momento, no hay reglamento, urbano ni Cabildo que pueda con estos poderosísimos intereses. Eso es claro.

[b]@infolliteras[/b]


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