Joana Maldonado
Foto: Facebook
La Jornada Maya
Domingo 1 de abril, 2018
Entre promesas reales y falaces, entre mundos verdaderos y utópicos, así serán los siguientes tres meses para las y los ciudadanos que vemos televisión, que encendemos la radio, que interactuamos en redes sociales o que leemos diarios. De alguna manera, somos entes mediatizados, la diferencia con años anteriores es que pertenecemos a una masa más crítica... aunque también más susceptible de información manipulada y falsa.
En un panorama anterior al 2009 o 2010, cuando se popularizaron las redes, era común que comentáramos con nuestras familias de lo que nos podíamos enterar en radio y televisión de las actividades o acusaciones de los candidatos y las candidatas. Después de esa época, la sociedad del conocimiento se extendió a los medios digitales y ahora sabemos de todo, y también podemos interactuar con un mayor número de personas y hacer que nuestras ideas se extiendan hasta niveles inimaginables.
En Twitter, en Facebook, en Instagram o por la red social que usemos, se ha diversificado el uso de la información en las campañas políticas generando mayor interacción con los candidatos aunque, como decía antes, una mayor desinformación en donde el voto razonado es una aspiración que se cumple a medias.
Pero ante este cambio en el modo de comunicarnos, ¿en qué han cambiado los políticos? Lo que ha resultado un éxito en marketing, es disfrazar al político de ciudadano, de uno bueno, de los que ayudan y platican con la gente, de los que inspiran y se desviven por servir.
El político que conocíamos antes y que cohabitaba en una nube en donde los problemas de la vida real no los tocaban, ahora es uno más de nosotros –pero parcialmente-, igual los vemos en el mercado comprando la despensa o practicando su deporte favorito rodeado de gente y sus familias, realzando en todo momento sus cualidades como una persona que “inspira”.
Ciertamente, no es una fórmula de éxito y no a todos les funciona. Para muestra, un botón: el ex candidato a la gubernatura Mauricio Góngora, quien intentó sin éxito hacernos creer que era como nosotros. Y qué bueno que ¡no era como nosotros!
Pero, ¿eso es bueno o es malo? Que el político ingrese a una esfera de confianza de los ciudadanos, eso es positivo, sin duda le ayuda a involucrarse y tener una idea más clara de las expectativas.
¿Pero hasta qué grado se involucra y le podemos creer? ¿Hasta qué grado finge para luego decepcionarnos? Y nuevamente, como la historia de nuestras vidas, logra hacer que huyamos de la política totalmente desencantados como un ciclo de nunca acabar.
Por fortuna sólo serán 90 días en los que estaremos oyendo una y otra vez los spots en radio y televisión de los candidatos presidenciales y de los aspirantes al Congreso de la Unión, y 45 para el caso de las presidencias municipales, lo que nos da margen breve para el hartazgo y para que sin más palabrerías, los aspirantes sean concisos y realistas.
¿Qué pueden y no pueden lograr? Eso queremos oír, ¿qué es de su facultad y qué si pueden hacer desde los cargos a los que aspiran? A muchas personas no les ha quedado claro. ¡Queremos oírlos! Y también queremos que suban alto, hasta nuestra altura, pero que la caída no sea tan dura para que, a los que votamos por ustedes, no nos desalienten de seguir participando. Queremos políticos humanizados de verdad.
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