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Rafael Robles de Benito
Foto: Infoqroo
La Jornada Maya

Miércoles 28 de marzo, 2018

El pasado lunes 26 se conmemoró el Día mundial del clima. Me temo que pasó desapercibido y fuimos pocos los que aprovechamos la fecha para reflexionar acerca del cambio climático global. Cambios en el clima han sucedido a lo largo de la historia del planeta, y siempre han ocasionado modificaciones importantes en los ecosistemas y en la biodiversidad. Por ejemplo, y sin ir más lejos, no podría explicarse la actual distribución de las especies de plantas y animales sin el papel que jugaron en ella las grandes glaciaciones. Siendo así, ¿por qué entonces nos preocupa tanto el actual cambio climático?

Muchas personas en el mundo, no solamente Trump, niegan que el fenómeno exista o consideran que es natural e inocuo, e incluso hay quienes consideran que sí, que el clima está cambiando, pero que éste será benéfico. Lo cierto es que parece cada vez más claro que lo que hace que el cambio climático resulte tan preocupante es el hecho de que está vinculado a las actividades humanas y su crecimiento ha acelerado y exacerbado la modificación del clima.

Casi todas las actividades que realizamos en la actualidad contribuyen directa o indirectamente a la emisión de gases de efecto invernadero. Estos compuestos, especialmente el bióxido de carbono, el metano, el vapor de agua, el ozono y el óxido nitroso, impiden que la radiación solar escape de la atmósfera, y al retenerla, generan un aumento en la temperatura. En París, el 22 de abril de 2016, los gobiernos de 193 países acordaron tomar medidas para reducir las emisiones que generan, de modo que se intente mantener el calentamiento global por debajo de 2°C. Aunque me temo que cada vez parece más difícil alcanzar esta meta, la reducción de emisiones es una tarea ineludible, en la que todos podríamos contribuir a diversas escalas.
Desde luego, es a los gobiernos, tanto nacionales como subnacionales, a quienes corresponde la mayor parte del esfuerzo de mitigación del cambio climático a través de la reducción de emisiones. Tienen que movilizar sus capacidades para incrementar la capacidad de los territorios que administran para capturar carbono, evitando que se pierda en la atmósfera. Así, deben contribuir a la conservación de áreas cubiertas de bosques, selvas y manglares; abatir las tasas de pérdida de superficies forestales por cambios en el uso del suelo mal concebidos e insustentables (como muchas formas de ganadería extensiva, por ejemplo), restaurar áreas forestales degradadas, y reforestar zonas desforestadas.

Pero la captura de carbono no lo es todo. La reducción de emisiones debe pasar también por la implantación de buenas prácticas en la generación y consumo de energía (generación doméstica de energía fotovoltaica, migración a iluminación LED, diseño de infraestructura privilegiando la bioclimatización pasiva por encima del uso de sistemas de clima artificial, creación de sistemas eficientes y eficaces de transporte público, desincentivación del uso del automóvil y promoción del uso de la bicicleta, certificación de industrias bajas en emisiones, y un largo etcétera de acciones que contribuyan a construir un modelo de desarrollo genuinamente sustentable).

El cambio climático global está aquí para quedarse, y sentiremos sus efectos en los años venideros, con temperaturas más altas, eventos meteorológicos catastróficos más intensos y frecuentes, períodos prolongados de sequía, cambios en el régimen de precipitación, incremento en el nivel del mar, y modificaciones en la distribución y los ciclos de vida de muchas especies.

Además de mitigar las causas que exacerban el cambio climático, necesitamos aprender a adaptarnos a sus efectos. Esto implica robustecer las acciones de conservación de ecosistemas, especies y servicios ambientales; modificar los hábitos de consumo de agua, reducir la generación de residuos sólidos, y mejorar las formas en que disponemos de los que generamos, y muchas otras medidas más y otras aún por proponerse. Pero sobre todo, para poder aspirar a que logremos adaptarnos al cambio climático, y persistamos como una sociedad capaz de reproducirse y crecer, ofreciendo una vida de calidad a las generaciones futuras, necesitamos mucha, pero mucha, educación.

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