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José Ramón Enríquez
La Jornada Maya

Miércoles 21 de marzo, 2018

Un monumento narrativo ha surgido de la pluma de Joyce Carol Oates, merecedora del Premio Nobel y escritora fulgurante y torrencial. Me refiero a Un libro de mártires americanos que, en casi novecientas páginas, hace la autopsia de esos Estados Unidos profundos que votaron por Trump y a los que representa Pence, su vicepresidente ultrarreligioso, llamados despectivamente white trash (basura blanca), porque lo son. No se detiene en ellos, hace también la autopsia de los sectores que están entre quienes perdieron la batalla contra Trump y Pence, la izquierda norteamericana, defensora de los derechos humanos y muy específicamente de los derechos de la mujer en una sociedad machista y armada hasta los dientes.

Un libro de mártires americanos, publicado por Alfaguara hace apenas unos meses, es el gran mural de una sociedad, cruzada por múltiples vectores, contradicciones sangrientas y paradojas que van de la posmodernidad al medioevo sin solución de continuidad.

Pero el gran problema estriba en que ese país sin nombre, los Estados Unidos de Norteamérica, se vuelve la quintaesencia de la historia, no sólo de Occidente, sino de la humanidad entera. Ahí están, y se enfrentan, lo más valioso y lo más deleznable, sin líneas de separación precisas.

La novela de Oates trata de un hecho muy simple: un ultrarreligioso provida asesina a un médico dedicado a cuidar el derecho de las mujeres a su propia salud reproductiva, o sea, dedicado a procurar anticoncepción y abortos que no pongan en riesgo la vida de la madre. Al bajar del coche para entrar por la parte posterior de la clínica y evitar a los grupos provida que rezan y blanden pancartas, es asesinado con su ayudante.

Los dos balazos no sólo destruyen dos vidas, sino tres familias y comunidades enteras, como la piedra que cae en medio del agua y produce ondas de largo alcance.

Desde luego, quienes rezaban y acosaban niegan horrorizados la violencia y abandonan al asesino en manos de un verdugo que hará justicia con esa otra violencia tan norteamericana que es la pena de muerte.

El ataque sufrido en Mérida, hace muy pocos días, a la doctora Sandra Peniche, se parece mucho al disparador de la novela de Oates. No llegó a ser una tragedia pero puede serlo si el fanatismo no es erradicado de una vez por todas en esta ciudad.


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