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Felipe Escalante Ceballos
Foto: Tomada de Facebook
La Jornada Maya

Miércoles 28 de febrero, 2018

Entre los yucatecos ha quedado la costumbre de llamar a las doce del día “la hora cristal”. En mi infancia, tanto por radio como en la prensa diaria los anuncios publicitarios de la extinta Cervecería Yucateca hacían mención de esa hora.

En mi juventud, cuando asistí a un convivio en casa de mi fraternal amigo y condiscípulo Emilio Molina Traconis, conversando con su señor padre, don Demetrio Molina Ávila, a quien en la familia se le llamaba [i]El tío Chemas[/i], le pregunté con respecto a la hora cristal.

La respuesta del veterano barman fue la siguiente:

“Pilo, en los años 40 (todavía estábamos en el siglo XX), yo estaba encargado del salón cerveza Versalles, situado frente a la Plaza Principal de Mérida. En ese tiempo la Cervecería Yucateca hizo una campaña en la que distribuyó a los bares y cantinas unos tarros cerveceros de la misma capacidad de una botella, a los que llamó “cristal”.

El anuncio de la Cervecería era más o menos así: “Las doce del día, la hora cristal. Hora de tomar un cristal de Carta Clara, la cerveza yucateca”. Desde luego, se trataba de cerveza de barril.

La hora cristal coincidía con la salida del trabajo en los comercios y algunas oficinas; y la gente acudía a los salones de cerveza a refrescarse con un “cristal”, para luego regresar al turno laboral vespertino que se iniciaba a las 2 de la tarde.

Un día llegó al Versalles el agente de ventas de una fábrica de vidrio de Monterrey y me propuso adquirir vasos y otros artículos de su empresa. En el catálogo del vendedor advertí unos tarros pequeños de igual forma a los que distribuía la Cervecería Yucateca. Hice un pedido de mil piezas y al solicitarle al agente la exclusiva de ese producto, él me respondió que no había problema porque en Yucatán nadie lo compraba.


Llegado mi pedido, puse algunos tarros entre hielo picado y anuncié: “A las doce del día, un “Cristalito Chemas”. Fue un éxito. El cristal se vendía a 25 centavos y yo daba el cristalito a 15 centavos. Este brazo derecho trabajó incansablemente para jalar la palanca que extraía la cerveza del barril, procurando dejarle un poco de espuma.

En esa época gané mucho dinero. Tanto, que me dio lo suficiente para inaugurar el Bar Chemas en 1949 y dejar el Versalles”.

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