El futuro de América del Norte II*

Eduardo del Buey
Foto: Ap
La Jornada Maya

Lunes 26 de febrero, 2018

Todavía puedo recordar las primeras palabras dichas por Donald Trump el día que anunció su candidatura, acusando a México de mandar a sus peores criminales a los Estados Unidos, y aseverando que el país le había robado millones de empleos a los estadounidenses.

Su retórica no se ha suavizado con el tiempo, y Trump continuó arremetiendo contra México hasta que tomó posesión del cargo.

Manteniendo su promesa hecha durante la campaña electoral, Trump ha pedido oficialmente la renegociación del Tratado de Libre Comercio (TLCAN).

Es innegable que el TLCAN debe ser renegociado.

La economía global ha cambiado radicalmente desde 1994; la revolución digital ha transformado el comercio global, y los gobiernos han tenido dificultades para aguantarle el ritmo a los cambios tecnológicos, intentando crear una legislación adecuada y acuerdos internacionales capaces de permitir el florecimiento de la tecnología sin que ésta dañe el bien común.

De por sí, el TLCAN requiere ser modernizado.

Pero ése no es el problema.

El problema es que la retórica condenatoria suscitada por la campaña de Trump, ha puesto en entredicho la existencia misma del TLCAN, en vez de enfatizar la necesidad de modernizarlo y adaptarlo a las nuevas realidades globales.

Las palabras tienen poder, y las palabras que emanan del presidente de los Estados Unidos son verdaderamente poderosas.

Una retórica basada en el odio no garantiza un buen diálogo, y los postulados del ahora famoso libro escrito por Trump sobre cómo negociar, titulado [i]El Arte de la Negociación[/i], no dan lugar a la buena diplomacia.

Pero ésta es la esencia de Donald Trump.

Intimida a sus oponentes hasta que claudiquen, en vez de razonar con ellos para lograr un acuerdo exitoso.

Pero: ¿Al presidente Trump realente le importa el impacto de sus políticas en el público estadounidense, o sólo está comprometido con el cumplimiento de sus promesas de campaña para satisfacer las creencias de su base electoral más radical, de aquellos ciudadanos que están frustrados debido al ritmo y la dirección de la globalización y que ven a Trump como su salvador, de esos individuos que creen que los inmigrantes indocumentados también les han robado sus empleos, aunque muchos de esos empleos probablemente no son atractivos para los trabajadores estadounidenses?

Pese a todo, el presidente Peña Nieto y el primer ministro Trudeau se han negado a igualar la retórica errática y frecuentemente insultante de Trump, y no se han puesto a proferir insultos o amenazas de su cosecha. Durante la visita a México del candidato Trump en agosto del 2016, el presidente Peña Nieto lo recibió con deferencia y cortesía. Decidió tratar al candidato con respeto, respondiendo a sus provocaciones con calma y buenos modales protocolarios.

A lo largo de este período, el primer ministro Trudeau también ha evitado cualquier comentario negativo acerca de Trump o de los Estados Unidos, afirmando que Canadá quiere continuar teniendo una relación amistosa tanto con México como con EU, y ha hablado de los beneficios que el TLCAN ha brindado a las economías de los tres países.

Tanto México como Canadá se están hablando como amigos. Cada uno de sus líderes tiene la responsabilidad básica de obtener el mejor trato para su propio país. Ambos mandatarios, conscientes de la necesidad de Trump de satisfacer a su base política, parecen estar cooperando para renegociar un TLCAN viable, y están buscando obtener un resultado en el que los tres países salgan ganando.

No están solos.

El Partido Republicano de los Estados Unidos, que es el que ahora está en el poder, siempre ha estado a favor del libre comercio. Efectivamente, el presidente Ronald Reagan firmó el primer Tratado de Libre Comercio con Canadá en 1987, y el presidente George H. W. Bush se encargó de emprender las negociaciones relativas al actual TLCAN. Ambos presidentes eran republicanos, y sus correligionarios en el congreso estadounidense fueron de los primeros y más acérrimos partidarios de ambos tratados.

*[i]Segunda de nueves partes en que se dividió la conferencia[/i].

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