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Ignacio Alberto Vado Solís
Foto: Captura de Google Maps
La Jornada Maya

Miércoles 24 de enero, 2018

Hace ocho años, el doctor Guillermo Storey Montalvo tomó posesión del cargo de director de la Facultad de Medicina de la Universidad Autónoma de Yucatán (UADY). Ese día, en la Facultad se dieron cita altos funcionarios de la Universidad y del sector Salud, profesores, alumnos y personal administrativo, todos con la expectativa de que el nuevo director conduciría los destinos de la Facultad con respeto y humildad, para hacer honor al prestigio nacional e internacional de más de 150 años.

El personal académico comentaba que en la gestión saliente no había grandes logros académicos. Sin embargo, me consta, había un ambiente de respeto y trabajo académico agradable, humano y tolerante. Se respetaba lo que pensaban y expresaban los miembros de la comunidad académica pero, al poco tiempo de tomar posesión el doctor Storey se creó un entorno de hostigamiento y represión hacia quienes se “atrevían” a disentir y enfrentarse a los designios del “todopoderoso” director.

Como resultado de estas acciones, durante sus ocho años de gestión se jubilaron, o fueron jubilados por reglamento y con la complacencia del rector, más de 25 profesores de diferentes departamentos, y aproximadamente 10 trabajadores administrativos y manuales que tenían 30 o más años de antigüedad.

La salida de empleados de tiempo completo dejó un gran vacío de personal y tareas por realizar, limitando, por tanto, el crecimiento académico de la Facultad y propiciando el descenso de estándares de calidad de la licenciatura en medicina. Una disposición de las autoridades educativas es que todo personal académico que llega al tiempo de jubilación y decida continuar laborando activamente -y la autoridad lo acepte-, recibe un incremento de 30 por ciento en sus percepciones. Esto se estableció con el fin de conservar al personal que tenía una buena y destacada labor en su ámbito y podría seguir contribuyendo al desarrollo y mejoramiento de la UADY.

Con el doctor Storey, la decisión de aceptar o no a que un académico en edad de jubilación continuara como persona activa se hizo “selectiva”, obligando a que se jubilaran los académicos “no gratos a los designios del director”.

Algunos de los últimos casos ocurrieron a raíz del proceso para la elección del rector actual, en 2014, dado que un buen número de académicos inconformes con el procedimiento de designación lo habían expresado abiertamente. Tras la elección de José de Jesús Williams, algunos de estos fueron hostigados por el doctor Storey, obligándolos a jubilarse sin tomar en cuenta su trayectoria académica, y sancionando a otros que no tenían la edad de jubilación.

Con ese estigma de autoritarismo, de supremacía de la voluntad personal, sin importarle las consecuencias en el desarrollo académico, el doctor Storey Montalvo concluye su “inolvidable” gestión, caracterizada por sobajar, humillar y reprimir a sus compañeros, incluso “amigos”, que no siguieran a “pie juntillas” sus antojos.

Estos antecedentes deberán servir como ejemplo de lo que no se tiene que hacer, y así, la nueva administración, el nuevo director, retome el camino y enderece los entuertos dejados por su antecesor.

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