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Margarita Robleda Moguel
Foto: Enrique Osorno
La Jornada Maya

Martes 26 de noviembre, 2019

La historia se ha escrito a través de responderse preguntas. Desde los inicios, cuando Eva se preguntó qué pasaría si bajaba la manzana prohibida, la pregunta llegó con otra; "y si invitaba a Adán, ¿compartirían el premio o el castigo?" La consecuencia fue la expulsión del paraíso, que, viéndolo bien, un paraíso eterno deja de serlo; la vida con sus altas y sus bajas, sus preguntas y respuestas, sus retos por vencer resulta mucho más interesante y nos permite sentirnos vivos, capaces.

La [i]Breve historia de la medicina en Yucatán[/i] nos cuenta que el doctor Saturnino Guzmán Cervera, mi bisabuelo, regreso de estudiar en Europa el año de 1887 trayendo instrumental jamás antes visto. La cirugía apenas iniciaba en el viejo continente y le tocó realizar la primera operación de apendicitis en la República Mexicana. Años después, siendo niña, don Piña Cervera -de setenta años-, me platicó que cuando tenía cuatro años llamaron al bisabuelo de emergencia. Al llegar encontró a otros médicos que recomendaban sangrados y purgas. Papá Satur abrió su pluma fuentes y pinto en mi barriga una línea mientras decía: “hay que abrir de aquí hasta aquí”. Los médicos bramaban: “¡Carnicero! Estos jóvenes de ahora sólo quieren ver sangre”.

Don Piña, sonriente, concluyó la historia: “Mi mamá tomó la decisión más difícil de su vida, se atrevió y aquí estoy”.

[b]Miedo a la novedad[/b]

Nos da miedo lo nuevo. Nos amarra en el terror. Nuestro único consuelo es mirar en derredor para juzgar al otro, al diferente, al distinto, al que se rebela a la comodidad de lo conocido, al que se atreve.

Las cosas o situaciones no son buenas o malas: son desconocidas. Quizá la medida tendría que ser cuestionarnos sobre lo que nos da vida o nos la quita. En mi infancia nos solían decir: “Comete eso, más vale a que te haga daño a que se tire”. El día que comprendí la frase, decidí replantearme todo.

Respondernos preguntas nos ha traído hasta aquí. No hacerlo pasa la factura. Pareciera que el hombre moderno se niega a intentarlo. Se llena de ruido y de prisa. Esta última puede tener objetivos varios: hacer dinero, tener éxito en lo que sea, competir, incluso en llenarnos de apremio solucionando las vidas ajenas sin darnos la oportunidad de mirar la nuestra.

Las respuestas a sus preguntas de cientos de miles de personas nos han hecho la vida más agradable. Desde la medicina, los medios de transporte, los objetos de la vida diaria, entre otros.

Responderse preguntas como: ¿Quién soy? ¿Es por aquí? ¿Qué siento? ¿Qué quiero? ¿Qué vine a hacer a este mundo? ¿Qué estoy dispuesta a hacer para alcanzar lo que quiero? Tendría que ser parte de nuestra formación y repaso cíclico. Conectar la de pensar.

Si tuviéramos ese entrenamiento, tendríamos más asertividad: ¿Por qué quiero comprar esto? ¿Lo necesito? ¿Por qué lo hago? ¿A quién quiero apantallar? ¿Realmente vivo como pienso o dependo del juicio ajeno? ¿Lo amo o me conviene?

¡Ay! Preguntas que suenan a bombas molotov, pero, quizá, el responderlas nos aligerare el morral, la vida. Además, se vale responderse: sí quiero… ¿Y?

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