de

del

Martha Adriana Morales Ortiz, Witzilin, y César Daniel González Madruga, El Siervo
Foto: Cuartoscuro
La Jornada Maya

Jueves 7 de noviembre, 2019

Uno de los legados que dejó la celebración del Día Nacional del Maíz, fue el mural escultórico Los seres del maíz, hecho por el muralista Ariosto Otero, obra que pesaba casi una tonelada. Su forma era la de una mazorca, su estructura fueron forjadas a base de metales y hierro, su cuerpo creado por cuatro capas distintas de estuco y tallada con la antigua técnica ancestral, la misma que se usó en los murales de las pirámides.

La vocación del mural escultórico parecía simple: reflexionar, sentir, pensar, agradecer, luchar, rescatar y dignificar al maíz de todos esos desaciertos y malas decisiones que se habían tomado en este país.

Los seres del maíz fue una obra que en todo momento estuvo rodeada de protestas. Fue elaborada al desnudo, ante la mirada de toda la gente que deambulaba, protestaba y se manifestaba en el zócalo capitalino. La obra estuvo ahí, mientras terminaba de gestarse, mirando y viviendo todo lo que sucedió durante los dos últimos meses en el zócalo, convirtiéndose en un oasis de paz.

En el corazón de México, mientras Ariosto estaba arriba de los andamios, el ambiente estaba bastante denso, como fueron las manifestaciones de las mujeres, la celebración del Día Nacional del Maíz, las marchas por los cinco años de Ayotzinapan, las protestas del dos de octubre y las hostilidades de los “pone carpas” para la feria del libro. Mientes eso sucedía, Ariosto Otero seguía tallando su mural en medio de todas esas voces y plasmaba en él lo que se iba palpando entre los reclamos, consignas, música, gritos, tambores de los soldados al izar la bandera, lecturas de libro, etc.

El dato curioso es que a pesar de que otros monumentos históricos de la ciudad sufrieron daños significativos durante las protestas, Los seres del maíz quedó intacto. Ariosto resolvía cada complicación siempre con alegría, como cuando no tenía el agua para mezclar sus materiales y fue a la catedral logrando que los curas generosamente se la proporcionaran. Él bromeaba diciendo que “era del atrio para bendecir” y regar al maíz.

Finalmente al trasladar la obra terminada del zócalo a Tláhuac, donde quedaría como regalo al pueblo, quienes la transportaban pasaron por un bajopuente rompiendo la obra de forma irreparable, generando un sentimiento de luto a todos quienes la vimos nacer. Ante la pérdida inconmensurable de Los seres del maíz, Ariosto comentó que era una obra cargada constantemente de protestas y que por un lado se tenía que liberar o romper toda esa energía acumulada, pero también es una señal de que estamos dejando morir al maíz y que no lo podemos permitir, porque es nuestro alimento. Por ello el maestro Otero ha decidido volver a crear Los seres del maíz haciendo una nueva versión, dándole su aliento de vida, y será en Tláhuac donde será su resurrección.

México tiene la gran obligación de recuperar la riqueza del campo mexicano, dignificar a las manos campesinas y volver la mirada amorosa a las plantas que desde siempre nos han dado todo nuestro sustento.

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