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Francisco J. Rosado May
Foto: Twitter @INPImx
La Jornada Maya

Martes 14 de octubre, 2019

Cristóbal Colón, el navegante genovés que representó a los reyes de Castilla, llegó a lo que hoy se considera continente americano, específicamente a las Bahamas, hace 527 años y tres días. Su desembarco, el 12 de octubre de 1492, marcó un hito en la historia de los pueblos originarios de nuestro continente, ya que años después llegaron más españoles, portugueses, ingleses, holandeses, todos con ánimo de expandir sus territorios.

Armados de hierro, armas con pólvora y gérmenes, los conquistadores prácticamente llevaron a cabo un genocidio que exterminó a decenas de millones de indígenas. La paradoja es que hoy, esos indígenas resilientes del exterminio y discriminación, a través de su cultura y del conocimiento que han acumulado por siglos, tienen el potencial de salvar nuestro planeta de la catástrofe que conlleva el calentamiento global, tal y como han reconocido organizaciones internacionales, incluyendo la ONU.

Sin embargo, ese potencial no es casual. La resiliencia de los indígenas también incluye resistencia a políticas públicas inspiradas por conceptos que no ayudan a entender y atender realmente los enormes rezagos que régimen tras régimen, gobierno tras gobierno, año tras año, especialmente cada 12 de octubre, salen a relucir. En esta fecha, cada año los medios reportan, en general, dos grandes actividades; uno que busca el reconocimiento positivo al navegante Cristóbal Colón, al hacer posible el acercamiento de culturas de mundos diferentes, y otro que demuestra los grandes abusos de una cultura sobre la otra.

Con respecto al reconocimiento positivo, se han acuñado varios términos; algunos han cambiado, pero otros permanecen. Por ejemplo, sabemos que el 12 de octubre ha sido nombrado “Descubrimiento de América”, “Día de la Raza”, “Encuentro de Dos Mundos”, “Encuentro de Dos Culturas”, “Día de la Hispanidad”, “Día de la Diversidad Cultural”. En Estados Unidos el nombre más común es el del “Día de Cristóbal Colón”. La conmemoración del 12 de octubre inició en 1913, en España, mientras que en México inició en 1928, por José Vasconcelos, quien sostenía la existencia de una raza iberoamericana en un crisol de mestizaje y sincretismo cultural. José Vasconcelos fue el creador del lema de la UNAM “Por mi raza hablará el espíritu”.

No se ha documentado a partir de qué año ha estado presente una de las expresiones favoritas en los discursos de ese día, me refiero a la “deuda histórica para con los indígenas”. Personalmente la he oído desde la secundaria, en los años 60’s. A veces va con un mea culpa y otras veces va acompañado de buenos deseos para llevar a cabo acciones que subsanen esa “deuda histórica”.

¿Por qué ha habido varios nombres para denominar la celebración del 12 de octubre? ¿Por qué si desde hace más de medio siglo se habla de deuda histórica con los indígenas, aún no se subsana?

Los términos usados para denominar la conmemoración del 12 de octubre sí importan, no son inocuos; las palabras representan ideas, conceptos, visión que en su conjunto, explican la naturaleza de las decisiones y acciones que toman individuos y organizaciones, incluyendo gobierno.

El cambio del nombre para la conmemoración se explica por las protestas, por las investigaciones que demuestran que el encuentro fue un desencuentro, por las discusiones semánticas y por los cambios en los paradigmas mundiales que guían el desarrollo de los países. Es decir, los cambios en la denominación buscan una adaptación que refleje el sentir de la diversidad cultural, pero que se mantenga la conmemoración.

Pero ¿Por qué no ha habido resultados contundentes o cambios en las palabras “deuda histórica”? No sería muy difícil afirmar que las decisiones y acciones que intentaron, y se siguen intentando, para subsanar la “deuda”, claramente han fracasado. Después de casi medio siglo de esos intentos, es tiempo de cambiar el chip en el análisis de tema, es tiempo de cambiar la narrativa.

Las investigaciones que buscan explicar los fracasos en política social diseñada para “pagar deudas históricas”, indican que hay una fuerte dosis de paternalismo en las acciones que se han llevado a cabo en y con los pueblos indígenas. El paternalismo es una forma de discriminación que ha dañado el tejido social entre indígenas y ha provocado mucha dependencia, ha incidido incluso, en la autoestima fomentando la inseguridad en conocimiento propio, en la identidad cultural, en la forma de vida, en la visión del mundo, en las formas de aprendizaje e innovación de conocimiento.

Los resultados, más bien los malos resultados, de medio siglo de políticas públicas que descansan en los conceptos de “Día del Descubrimiento de América”, “Encuentro de Culturas”, etc., en sinergia con el discurso de la “deuda histórica”, sólo pueden revertirse si se cambia radicalmente la narrativa.

Las palabras son el reflejo de procesos mentales. Cuando alguien tiene una deuda, normalmente busca un proceso unilateral para subsanarla, lo hace de la forma más fácil y rápida. ¡El paternalismo ofrece las mejores condiciones para ello!, especialmente cuando hay presión de plazos políticos. Quienes se supone que se les debe algo, también pasan por un proceso invisible; por un lado, no reciben el pago completo de la deuda y, por otro lado, en consecuencia, poco a poco se vuelven dependientes.

No sé a ciencia cierta si el sistema se diseñó a propósito para disminuir las iniciativas, la autoestima, de los acreedores, en este caso de los pueblos indígenas, pero afortunadamente no ha tenido éxito total; se ha topado con resistencias que vale la pena explorar.

En Estados Unidos ha habido un movimiento desde 1992 para instituir el 12 de octubre como “Día de los Indígenas”, en lugar del que usan oficialmente, como una forma de cambiar los procesos mentales detrás de una narrativa. ¿Estamos en condiciones para empujar una alternativa diferente al de la “deuda histórica” para eliminar los enormes rezagos entre los pueblos indígenas? Yo creo que sí.

Se puede lograr fomentando la participación social en gobernanza, en la toma de decisiones y acciones, en impulsar la transparencia, en combatir la corrupción e impunidad, pero implica cambios en los procesos mentales de los tomadores de decisiones. Y ahí está lo difícil,…. pero no es imposible.

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