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Foto: Reuters

Estados Unidos atacó, este sábado, tres instalaciones nucleares iraníes; Fordow, Natanz e Isfahán. Esto apenas unos cuantos días después de que Donald Trump afirmara que Irán no debía atacar los intereses de su país, luego de sufrir un bombardeo sorpresivo por parte de Israel.

Estos actos marcan el inicio de una conflagración que, dada la actividad genocida de Israel en contra de la población palestina en Gaza, tiene las trazas de ser el inicio de una tercera guerra mundial. En esta coyuntura, México se encuentra en una posición estratégica que, de nueva cuenta, podría aprovechar pero, muy particularmente, requiere aprovechar con el fin de asegurar el bienestar para todos los habitantes del país.

Irán es, hasta este día, el tercer país con mayores reservas de petróleo en el mundo, que llegan a ser el 45 por ciento de las que reporta la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP). El hecho de que optara por centrales nucleares para la concentración y distribución de energía eléctrica llamó profundamente la atención de competidores y grandes consumidores de hidrocarburos que desde hace varias décadas buscan controlar el acceso a la producción de energéticos.


Ante un conflicto bélico como el que ya se encuentra en desarrollo, los países no involucrados directamente suelen reorganizar su economía para fortalecerse como eslabones sólidos en la cadena de suministro de los directamente enfrentados. En estos momentos, México ha insistido, y hace bien, en mantener la vía diplomática; ante la amenaza de decapitar al país, por parte de Eric Trump, queda la opción de mantenerse coherentes con la Doctrina Estrada, lo cual será más inteligente que entrar al conflicto, así sea como aliados de Estados Unidos.

La estrategia debe ser aprovechar la infraestructura del país para fortalecer la propia economía, que suele reaccionar desproporcionadamente a las presiones del exterior.

Y cuando entre los líderes de las potencias hay voces como la de Vladimir Putin, que muestran preocupación ante el potencial de crecimiento del conflicto entre Israel, y ahora Estados Unidos, con Irán, es momento de prever qué se debe aprovechar para enfrentar los efectos económicos de una crisis política; particularmente una escalada en los precios internacionales del petróleo.


Es aquí donde entra en juego la infraestructura que se viene desarrollando desde el sexenio pasado y donde debe quedar más que claro para todos que la denominada Cuarta Transformación es un proyecto de desarrollo para México en el cual se tiene como objetivo la participación del país en las grandes decisiones para el mundo. 

A nadie le debiera parecer ético, y menos ver con beneplácito la ocasión de aprovechar una guerra internacional para obtener ganancias. Sin embargo, es un hecho respaldado históricamente que para que se libren batallas, los ejércitos requieren de grandes cantidades de mercancías que no suelen producirse en sus respectivos países. Pero independientemente de aportar suministros, a México se le presenta la oportunidad de echar a andar con todo su potencial los grandes proyectos cuya construcción comenzó en el gobierno de Andrés Manuel López Obrador. 

Si se tiene un diagnóstico como el de la Agencia Internacional de Energía (IEA, por sus siglas en inglés) en cuanto a que el desarrollo de la capacidad de elaboración de combustibles en la Refinería Olmeca (Dos Bocas), de Petróleos Mexicanos (Pemex), junto con la modernización de otras seis refinerías, será un verdadero hito para el país.

Pero no se trata sólo de contar con la capacidad de producir gasolinas, sino de transportarlas y exportarlas a través del Tren Maya y el Ferrocarril del Istmo, hacia el Atlántico y el Pacífico, respectivamente. Pero para esto se requiere concretar la colocación de las vías pertinentes para el arrastre de grandes convoyes de carros pipa, de las dimensiones de aquellos que solían abastecer de combustóleo a la Comisión Federal de Electricidad en la península de Yucatán.

El primer objetivo es, sin embargo, la autosuficiencia en materia de combustibles para el país. No solamente gasolinas, sino gas natural y energías renovables. Para esto se requiere consolidar las inversiones que ya se tienen en marcha, pero también que el abasto de electricidad esté garantizado para negocios y hogares; y aquí es necesario enfatizar que no se trata solamente de la producción, sino de la distribución y de que se lleven a cabo las obras debidas para fortalecer las redes por las que se distribuye la electricidad, al igual que los combustibles. En un escenario de conflicto mundial, esta podría resultar una gran victoria nacional.


Lea, de la misma columna: Claridad en la libertad de expresión

Edición: Fernando Sierra


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