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Texto y foto: Margarita Robleda Moguel
La Jornada Maya

Martes 6 de agosto, 2019

Rumbo al XV Festival Internacional de Educación para la Vida, en Quetzaltenango, Guatemala, me detuve en San Cristóbal de la Casas, Chiapas, lugar mágico que atrae a locos y locas de la misma especie y nos congrega en comunidad. Energía muy particular donde junto con los techos de teja roja, la majestuosa catedral y el chocolate caliente nos funde y arropan.

Locos de mi especie tienen propuestas muy ricas que se convertirán en sus legados. Una de ellas es Kiki Suarez, psicóloga, pintora, promotora cultural y humanista alemana, que tiene más de 40 años formando parte de esta comunidad. Kikimundo es un agasajo a la vista y al espíritu. En él se pueden adquirir infinidad de objetos llenos de color y corazón que ilustra Kiki, disfrutar una exhibición, una conferencia o participar en grupos de ayuda para trabajar los duelos y responderse preguntas inherentes a nuestro ser humanos e inventar nuevas.

Ahí presentamos mi libro en proceso con fotografías y poesía de [i]Mujeres del mundo[/i]. En el público se encontraban de la Patagonia, de las Islas Canarias, de Alemania, locales y tres hombres valientes que se atrevieron a asomarse al interior del corazón de las mujeres para tratar de conocerlas mejor.

Al día siguiente, el programa estaba previsto para toda la familia: “Caracoleando con Maruca y Margarita".

[b]Caracol[/b]

A Maruca Hernández la conocí hace unos 30 años trabajando con los refugiados guatemaltecos que vivían en Campeche. En ese entonces me platicó que había integrado a su repertorio e incluso grabado mi canción de Caracol.

A través de los años me ha repetido que esta sigue siendo la canción que más les gusta a los niños y que, ahora que trabaja en las comunidades de los Altos de Chiapas, ha grabado en Tzotzil y en Tzeltal.

Los locos de nuestra especie llenaron la sala, incluyendo a una familia madrileña que viendo el letrero en la puerta se integraron, abriéndonos, a Maruca y a mí, la posibilidad de soñar, cruzar el charco e inventar aventuras juntos.

Ahí estaban Herbert Castellanos y Beatriz, su cómplice. Otros locos que no dejan de investigar y crear, de inventar propuestas. A él lo conocí hace 20 años cuando presenté una ponencia en el Seminario de comercialización del Mundo Maya con los cinco países que lo conforman que organizó Pedro Joaquín Coldwell cuando fue Secretario de Turismo. Ahí mencioné que no se podía ofertar algo que se desconocía, sobre todo cuando lo más cercano al mundo maya era ir a “Mayami”.

Herbert y Beatriz, y ahora su hija, han pasado muchos años investigando sobre las raíces culturales. Armaron el Museo del Jade y el del Cacao. Ahora el Fogón del Jovel, su restaurante, ha recibido reconocimiento nacional por su exquisito mole y el cacao que producen obtuvo medalla de plata y de oro en Nueva York.

Sí, los locos se juntan con los de su especie. En medio de tanto dolor que vivimos a nivel mundial, es sanador reunirnos para ratificar que quizás estemos locos, pero no estamos solos, ¡somos un montón!

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