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Johanna Martín Mardones
La Jornada Maya

Lunes 22 de julio, 2019

Música, poesía y pintura son enunciados utilizados por el artista Edgar Canul González para movilizar, a través del performance, el cruce de disciplinas discursivas en cuanto forma y contenido. I-Imagen Número 2. Pintura de acción a partir del sonido, movimiento y voz, (palabra-acción-movimiento) presentada en la sala 14 del Museo Fernando García Ponce-Macay, nombre asignado a la propuesta, es un trabajo que inicia su investigación con Noicaripsni en mandolina. Movimiento 1, presentado en el 2014 en Punto De Encuentro. Canul ha venido reflexionando sobre estos temas para dar forma a lo que hoy presenta, de manera más compleja, como el desarrollo y la continuación de Noicaripsni en mandolina. Movimiento 1 que presagiaba, en el cruce de música (mandolina) e imagen (video biográfico), lo que hoy sería I-Imagen Número 2 y que, dada la complejidad que suma la palabra a la imagen y el sonido, se establece como disposición semiótica.

La reunión de elementos heterogéneos, que propone Canul, agencia signos y piezas de una estructura mayor. Lo que da forma a su trabajo son los procesos factoriales que moviliza en la acción performática y que vincula gracias a los grados de agenciamiento que los liga y reúne y que viene a establecer las relaciones múltiples en distintos estratos. Las alianzas y aleaciones, las formas de contagiarse, la epidermis, el viento, diría Deleuzze, es lo que crea la relación y el vínculo direccional en la multiplicidad de dominios de distinta naturaleza y niveles de relación.

La música, la poesía, la pintura son disciplinas que, bajo la mirada de Canul, se instalan como piezas de una misma maquinaria cuyo sujeto es fundamental en el corpus que se pone en movimiento.

Sujeto (los espectadores), disciplinas artísticas (poesía-música-pintura) y herramientas (instrumentos para ejecutar cada disciplina: guitarra, pincel, voz) se enlazan en las palabras articuladas en español y al revés junto a la incorporación de otro idioma, el polaco, en los poemas escritos por Canul con los sonido espontáneos del instrumento y las formas (manchas) que arroja el trabajo pictórico en uniones y relaciones de diversa índole en un trenzado de valores y segmentos.
Lo interesante es el movimiento colectivo de la maquinaria que se pone en acción, tomando en cuenta la complejidad y diversidad de los elementos implicados, el alcance de la performance en distintos estratos y la forma cómo dialogan en un proceso agenciado. Dinámica compleja que crea el entramado de lo “aparentemente” invisible, que sólo se hace visible-posible, bajo la propuesta del artista, es decir, en el mundo performático que moviliza la maquinaria. Es un proceso que se articula en lo emotivo al trabajar desde la música improvisada-experimental, la poesía al revés en analogía a los sonidos guturales y la pintura in situ, disciplinas instrumentalizadas bajo un elemento común que, desde su matriz, promueve y moviliza sensaciones visuales y táctiles, para decir que existe una forma más allá de la comunicación convencional que es, finalmente, la relación emotiva-intuitiva del y con el arte y el principio elemental que, el arte como íntima expresión, pone en movimiento, que no es otra cosa que la emoción. La propuesta se tensiona cuando aparecen las palabras al revés, porque en ese estrato, los sonidos emitidos aparecen como fonemas guturales, en un estado intermedio, en una relación más bien abstracta. En una condición similar se encuentra la poesía en polaco, aunque en un estrato diferente, porque la distancia, en cuanto comprensión, está dada por un idioma otro que, de igual manera no se comprende sólo se intuye, también se mimetiza con los sonidos intemporales-guturales; lugar de encuentro de los estratos.

Por otra parte, usar las palabras al revés, propone una forma de comunicación otra e incorpora en el término la complejidad de la acción; no se ha elegido un cuento o una novela, la elección es un texto poético, porque es la poesía la que apela, con más fuerza, a la emoción. La palabra, aplicada como fonema en el verso, no necesita ser comprendida en su acepción, el proceso es intuitivo, es el signo que opera en distintos niveles el que, finalmente, activa la emoción como construcción simbólica. La construcción del ideario emotivo asume un rol relevante en este punto cargando de información una zona de inflexión-quiebre que, dada los factores que pone en juego, se constituye como el espacio de mayor tensión de la propuesta performática.

[b]Lo efímero como territorio trascendente[/b]

Si hay algo que caracteriza al performance es su condición efímera que promueve, en ese espacio, procesos reflexivos. Esa condición no le resta valor sino, todo lo contrario, porque la esencia del mensaje y lo experimentado ya se ha producido en los estratos que pone en conexión y movimiento el colectivo que se activa y gracias al cual deviene territorio agenciado.

Otra característica del performance es su condición de intemporalidad, dado su independencia con el tiempo, trascendiéndolo en una correspondencia de identidades múltiples que, en la dinámica de Canul, promueve la mixtura de lo primigenio como factor trascendente. El resultado aparece como un espacio indescifrable, indefinible pero, al mismo tiempo, zona de discernimiento, ocupación de un nuevo signo a partir de la emoción única que agita los sustratos y es, en ese intervalo en el que los conceptos toman valor y fuerza desde la propia construcción del colectivo, ahora agenciado.

En un momento histórico en que el performance adquiere valor, precisamente por sus características como manifestación artística, por la inopia y el vació de nuestros tiempos, lo efímero-intemporal, como características esenciales de esta manifestación, se hace trascendente como zona de encuentro, proyecto inacabado, búsqueda de sentido en el imbricado corpus que moviliza distintos mesetas para reflexionar y abrir un “espacio saludable”, diría Deleuzze.

[i]Mérida, Yucatán[/i]
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