José Ramón Enríquez
Foto: Enrique Osorno
La Jornada Maya
Miércoles 10 de julio, 2019
Si algún periodista se merece el calificativo de singular, ése es Fernando del Collado. Y si algún libro se merece el calificativo de perturbador es su [i]Ciudad de odios[/i] recientemente publicado por Grijalbo. Un aterrador memorial de crímenes homofóbicos.
Fernando del Collado ha hecho un arte del género de la entrevista, tanto impresa como televisada, y lo prueba su [i]Tragaluz[/i] de [i]Milenio[/i] donde sienta a los entrevistados en el banquillo pero con unas capacidades de humor y de ironía que destierran cualquier asomo de insulto. Por el contrario, hace del entrevistado un cómplice que acepta el juego de la inteligencia y la rapidez tan parecidas al [i]tie-brake[/i] en un partido de tenis. Pero para que algo como [i]Tragaluz[/i] funcione es preciso haber investigado, reporteado en la mejor tradición del periodismo, y conocer al rival mejor que él mismo para sorprenderlo siempre y sorprender a los espectadores.
Reportero incansable es, en primer lugar, Fernando del Collado y su [i]Ciudad de odios[/i] lo demuestra con creces. Cada viñeta, cada rostro, cada "instantánea de furia, crimen e intolerancia" es parte de una realidad vergonzosa que nos asfixia desde hace siglos. Va a investigar del [i]Pentateuco[/i], o sea, desde los primeros cinco libros de una Biblia que dicta las conciencias del judaísmo, el cristianismo y el Islam, donde la casta sacerdotal hace decir a Yahvé, en el capítulo 20, versículo 13, del [i]Levítico[/i]: "Si alguien se acuesta con un hombre como si se acostara con una mujer, se condenará a muerte a los dos, y serán responsables de su propia muerte, pues cometieron un acto infame"; y llega hasta el mundo contemporáneo donde convive la celebración por el cincuentenario de lo ocurrido en el Stonewall Inn con la homofobia asesina, helada y aterradora.
Aunque la ciudad a la que describe puntualmente Fernando del Collado sea la de México, tanto Mérida como todo el estado de Yucatán son de los territorios con mayor índice de crímenes violentos por homofobia del país e, inclusive, es el horror visceral a lo diferente lo que ha hecho a los diputados yucatecos negarse a legalizar el matrimonio entre iguales. Estamos ante un odio renovado.
Un odio viejo, obediente a la pretendida instrucción divina (igual, por cierto, a muchas otras del mismo libro que hace mucho dejaron de ser leídas al pie de la letra), que envenena conciencias y enferma razones desde aquellas noches de los tiempos más bárbaros; y la forma más vergonzosa del odio renovado que saca de las sombras Fernando del Collado al encontrar, en una de las múltiples historias con las que nos abofetea la implacable [i]Ciudad de odios[/i], "remarcada con el color rojo de la furia", junto al cadáver horriblemente mutilado de un "pecador", esa misma página del [i]Levítico[/i] y esas frases que se quieren ver como divinas.
Hay muchas razones para celebrar este cincuentenario del inicio de la lucha contemporánea por la liberación LGBTTI, y debemos celebrarlas con orgullo y alegría, pero no podemos olvidar que el odio reconcentrado continúa y que el machismo es una ideología en la que se educa sin pudor y mayoritariamente a las nuevas generaciones. Tampoco podemos olvidar que ha habido otras luchas (en la República de Weimar, por ejemplo, existió un movimiento importante como el de Magnus Hirschfeld, además del iniciado tras la vergüenza judicial contra Oscar Wilde) y todo fue barrido por los fascismos y el nacionalsocialismo. No podemos dejar de lado que nuestros días huelen demasiado a la pólvora de aquellos tiempos.
Hoy, en el mundo entero, se renuevan viejos odios nunca extinguidos. Con su libro, Fernando del Collado viene a recordarlo.
[i]Mérida, Yucatán[/i]
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