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Francisco Rosado May
Foto: Enrique Osorno
La Jornada Maya

Martes 9 de julio, 2019

En enero de 2017, Claire Ebert y otros cuatro coautores enviaron un artículo a la revista Current Anthropology, que publica la casa editorial de la Universidad de Chicago. El artículo fue aceptado en noviembre de 2018 y publicado en línea en julio de 2019.

El título de la publicación es: El papel de la dieta en la resiliencia y vulnerabilidad ante cambio climático en comunidades mayas de tierras bajas con experiencias agrícolas iniciales.

Este título es bastante diferente al que proyectaron algunos medios de comunicación la semana pasada, al relacionar el contenido de la publicación sobre el consumo del maíz con el colapso de la cultura maya.

El título modificado causó gran impacto entre diversos sectores de la población, reforzando la percepción del colapso de la civilización maya, pero sin ver que la cultura sigue viva y fuerte. Eso sí, bajo presiones nunca vistas.

El artículo periodístico tiene elementos importantes que se deben considerar en cualquier análisis. Actualmente estamos viviendo un cambio climático que se refleja en sequía en toda la región maya de Yucatán y de Centroamérica.

El desarrollo de la cultura maya también enfrentó cambios climáticos, sequías. El artículo de Claire Ebert y colaboradores asume que en ciertos momentos la dieta de los mayas enfatizó el consumo del maíz como resultado de la fuerte influencia de grupos de poder. Actualmente el gobierno incluso está impulsando programas agrícolas enfocadas a la siembra del maíz (en Quintana Roo, el paquete que da el gobierno a los campesinos, mayas en su mayoría, incluye solo semilla de maíz junto con pesticidas y fertilizantes).

No hay que perder estas historias convergentes, aunque en diferentes tiempos; la historia podría repetirse por no haber aprendizaje eficaz en nuestra sociedad.

La técnica que usa el estudio de Ebert y colaboradores se basa en medir isótopos de nitrógeno y carbón en tejido humano (huesos).

Esta técnica detecta con mayor facilidad el carbono proveniente de plantas, consumidas en alimentación, que forman parte del grupo conocido como C4, los cuales representan el 12 por ciento del total de especies; el maíz y el amaranto son parte de ese grupo. Pero la dieta también incluye plantas del grupo C3, como el frijol, chile, calabaza, que no se detectan con la misma facilidad en los huesos; el grupo se conforma por casi el 85 por ciento de las especies de plantas.

Las plantas C4 son las que en menor número se consumen en las dietas, incluso actualmente; la mayoría que se consume es del grupo C3. Cuando se detecta alto contenido de C4 en los huesos podría concluirse que hay consumo alto de plantas de ese tipo; en el caso de los mayas sería prácticamente solo el maíz. Pero pensar que los mayas solo se alimentan de maíz es como pensar que los italianos solo comen pizza.

Se presume que la civilización maya inicia en el preclásico temprano, aproximadamente 2 mil años antes de cristo. Entre este momento y la llegada de los españoles a Yucatán en 1517, los mayas enfrentaron grandes eventos sociales y climáticos. Los mayas del sur, Chiapas, Guatemala, por ejemplo, tuvieron ciclos de crecimiento y caídas, algunos autores le llaman mini-colapsos.

En el siglo IX hubo un abandono muy fuerte de centros, ciudades-estado del sur, lo cual condujo a autores a pensar en el gran colapso de la cultura maya.

Existen varias teorías que pretenden explicar el abandono de las tierras bajas del sur, (nota: la península de Yucatán es considerada como el norte en la cultura maya), proceso que sucedió al final del periodo clásico, durante unos 300 años.

Por la organización de ciudad-estado, sin una cabeza o sede única de toda la cultura maya, tiene sentido asumir que el abandono de cada ciudad-estado puede ser por diferentes causas.

En su libro La caída del maya antiguo, David Webster indica que un factor común del “colapso” fue el tipo de gobierno, no fue la civilización. La gente ya no quiso seguir manteniendo a su gobierno y optó por abandonar sus ciudades, “votaron con los pies, caminando”, según el autor Stephen Houston, y crearon nuevas ciudades en el norte.

Los cambios climáticos, sequías, han estado presentes en toda la historia de los mayas. Scott Feddick y Arturo Gómez Pompa han investigado y demostrado profundamente esto en el norte de Quintana Roo. Ambos autores señalan que han documentado el uso de más de 500 especies de plantas usadas para alimentación por los mayas de hoy y de ayer. Muchas de estas plantas se encuentran en la selva, otras en la milpa y otras en el huerto familiar.

Todos ellos críticos en la vida y alimentación de los mayas. Cuando los españoles finalmente lograron “conquistar” Yucatán, después de más de 20 años de guerra, una de las medidas que tomaron, reflejo de su cultura, fue eliminar los huertos familiares.

Imaginemos a nuestros antepasados, con gobiernos malos, con sequía, abandonando ciudades y con la amenaza de la conquista española, tuvieron que desarrollar métodos de supervivencia.

De acuerdo con Nancy Farris, renombrada mayista, la historia de los mayas está relacionada con movilidad y adaptación. La opción de huir en vez de pelear siempre estuvo presente. Para ello fue indispensable desarrollar un sistema alimentario que se adapte a esas condiciones. Y la respuesta principalmente fue aprender de la selva, sembrar milpa, tener huertos familiares, domesticar animales, entre otras. En otras palabras, la estrategia descansó en la diversidad de opciones de alimentación.

El consumo del maíz causa pelagra, por la falta del aminoácido niacina. Este problema se resolvió con el proceso de nixtamalización, que en adición a la niacina también se incrementa el complejo de la vitamina B y el calcio.

La dieta del maíz con el frijol y la calabaza, componentes básicos, pero no únicos de la milpa, permitió el consumo de proteína completa y junto con tubérculos como el camote, había suficiencia de carbohidratos saludables. Las vitaminas provenían de las frutas principalmente.

El artículo de Claire Ebert y colaboradores básicamente nos debe hacer pensar qué estamos desarrollando actualmente como políticas públicas para entender y atender a la población maya en materia de alimentación.

Si las políticas impulsan la pérdida de conocimientos, de huertos familiares, de diversidad, en un contexto de cambio climático, y sin más lugar para que los mayas puedan votar con los pies, entonces tendremos problemas muy serios.

El gobierno tiene la palabra, ojalá la respuesta sea inteligente y a la altura del reto.


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