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Jhonny Brea
Foto: Enrique Osorno
La Jornada Maya

Viernes 17 de mayo, 2019

¡Qué calor! Esta vez se lució la temporada. O será el factor humano pero como que no hay modo para evitarlo. Por supuesto, trato de tomarlo con filosofía y ver el lado amable. Por ejemplo, mi gasto en gas se limita a la estufa y mi lavado se seca rapidísimo. Hasta los pantalones de mezclilla no tardan más de dos horas tendidos y ya están listos para ponérselos de nuevo, si no fuera porque hacerlo puede producir quemaduras de segundo grado en las piernas.

Lo único malo es que lo que aumenta es el gasto en agua. Mayo, como todo yucateco que se respete sabe, es el mes de la joyería intercambiable: sale uno con su collar de talco y regresa con soguilla de kiritz. Las camisas y playeras de los uniformes de mis engendros necesitan pasar por pre lavado, ya no sólo el remojo. Así que se va una cubeta en remojo y otra para el paso por la batea. Ustedes saben, las labores propias de mi sexo.

Triste verdad: nuestro medio ambiente está arruinado. Sólo pido que a mí no me miren. En mi patio, con todo y sus limitaciones, tengo mata de naranja agria y de toronja, pretendo que crezca un limón italiano en mi jardín, y en mi frente está creciendo un balché de esos que reparte el Ayuntamiento en las ferias. Lo único malo es que el pobre es el único árbol que hay sobre la calle. Todos mis vecinos parecen tenerle terror a la vegetación, salvo doña Carola, con quien comparto barda y frutas; ella agarra las naranjas agrias que caen de su lado y yo algunos de los limones indios que hacen lo propio conmigo. Así llevamos la fiesta en paz. Nadie se queja de que cae “basura”.

No me he puesto a revisar Google Maps, pero estoy prácticamente seguro de que doña Carola y yo somos los únicos que han sembrado algún árbol en toda la cuadra. Eso quiere decir que pese a nuestras acciones individuales, nuestros respectivos domicilios siguen siendo un horno. Más si tomamos en cuenta que don Calix, mi vecino de junto, fue contratista. Ya está jubilado, pero da la impresión de que pretendía terminar sus días en el Cereso y no se le hizo; él, en lugar de dejar un espacio para un jardín, echó concreto, subió bardas y sospecho que hasta redujo la dimensión de sus ventanas. Supongo que tendrá algún equipo de purificación del aire.

Para colmo, como casi todos, en casa hemos tenido que lidiar con los apagones y el servicio de clase mundial de la CFE. Los vecinos todavía no nos hemos organizado para hacer manifestaciones o realizar alguna acción drástica para que algún funcionario con el suficiente poder de decisión ordene el cambio de transformador y de cableado, tal vez porque en la colonia el ama de casa es especie en peligro de extinción y la gran mayoría trabaja fuera de casa, pero por lo pronto vamos a iniciar una petición en Change.org para que los empleados de la CFE paguen su consumo, como los demás mortales. Ya veremos, porque hay que ser escépticos con esa plataforma.

Mi escepticismo, como buen macho omega grasa en pecho, espalda peluda, nalga pasada por aplanadora, abdomen de lavadora y bebedor de cerveza light, viene de estar ya en una edad en la que uno comprende que hay cosas fuera de alcance hasta para la divinidad. Por ejemplo, no importa si el gobernador va a implorar a la CFE para que la paraestatal se apiade y cambie la tarifa que aplica al estado por una menor. No funciona, incluso si el mandatario en cuestión regresa y desde algún balcón se dirige a su pueblo vociferando que va a defender la dignidad de la ciudadanía, mientras su rostro se va pareciendo al del extinto Nicolae Ceausescu. Para estos asuntos, la paraestatal no escucha ni al señor de San Román, ni a la virgen de Izamal. Mucho menos a la autoridad temporal.

Lo que se me ocurre es que los tres estados pueden tomar una acción conjunta y de paso hasta del problema limítrofe nos libramos. La cosa es sencilla: promover ante el Congreso la formación del Gran Estado de Nuevo Tabasco, de manera que toda la península se adhiera a la entidad del Grijalva. Así, de un plumazo estamos en tarifa 1F y de paso se recupera la integridad territorial histórica de Yucatán. Habría algunas dificultades, y en una de esas sería sabio establecer la capital en Xpujil. Total, el Tren Maya nos hará llegar fácilmente. También habría que definir quién se encarga del Ejecutivo y cómo conformar los poderes Legislativo y Judicial, pero eso se puede dejar en manos del que todo lo puede y lo más que va a pasar sería una pelea a dos de tres caídas en el gabinete presidencial. En una de esas las estrategias para mantener la seguridad en Yucatán se extienden a todo el nuevo territorio y recuperamos la proverbial tranquilidad peninsular.

[b]Macho omega que se respeta[/b]

Ya en serio, urge la campaña de reforestación porque el calor hace que uno piense, diga y escriba pura sandez. Estoy seguro de que un árabe deshidratado inventó el álgebra en un ataque de delirium tremens.

[b]Mérida, Yucatán[/b]
[b][email protected][/b]


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