Juan A. Mateos
La Jornada Maya
Jueves 25 de abril, 2019
Lo delicado y sensible de la relación con España resulta evidente ante los chorros de tinta y de papel que se han invertido en la discusión sobre una carta que nadie conoce y cuyo contenido se trata de adivinar y de la que todos imaginamos la intención.
En este contexto, cabe recordar el cuarto centenario, 1892, que fue una celebración hispanoamericana y dejó como secuencia monumentos dedicados a Cristóbal Colón en toda América Latina y pocas reflexiones sobre su significado.
El quinto centenario del descubrimiento que quedó en encuentro en 1992, dejó una cauda de discusiones en distintos foros en los cuales participaron muchos intelectuales, académicos, funcionarios y algunos espontáneos, sobre la naturaleza y las consecuencias de aquel hecho.
El gobierno de España fue el principal impulsor y fuente de financiamiento del debate sobre el encuentro y además, lo vinculó a otros dos acontecimientos fundamentales de su historia: la expulsión de los judíos y la derrota del mundo musulmán en la Península con la toma de Granada. Fue un debate que permitió llegar a algunas conclusiones útiles para el conocimiento de la historia aunque no se resolvieron grandes diferencias en cuanto a su interpretación.
En México, la celebración fue acompañada por los gritos de “Colón al paredón”, mientras que el monumento a Colón era pintarrajeado y se solicitaba su desaparición de la vía pública. A todos quedó claro que el encuentro y sus consecuencias, era y seguiría siendo un tema sensible que tocaba fibras íntimas a ambos lados del océano y que exigía nuevos esfuerzos de conocimiento para superar los desencuentros históricos. En 1992, la inversión de España para conmemorar el encuentro fue muy productiva para su imagen, ya que logró aparecer, momentáneamente, ante la opinión pública de Iberoamérica como fuerza civilizadora, generosa e ilustrada, lo que se convirtió en la punta de lanza de la reconquista a la que ahora estamos sometidos. Colón y las huestes de españoles que le siguieron fueron, aparentemente, los héroes de la historia.
La actual discusión que ha despertado la “carta desconocida” evoca las debates de 1992 y anuncia nuevas controversias. De no ser por la solicitud de una disculpa, el gobierno español habría aceptado la propuesta contenida en la “carta desconocida” en todos sus términos. El gobierno de México ha dicho y reiterado que se buscaba, o se busca, “un relato compartido” de los hechos de la “conquista”. ¿Qué significa esto? ¿Vamos a escribir una historia común conquistados y conquistadores?
Periódicamente, casi cada seis años, académicos y funcionarios de Estados Unidos, se acercan a las autoridades mexicanas sugiriendo que se escriba un “relato compartido” de los acontecimientos de 1846 – 47.
En los libros de texto gratuitos han desaparecido las referencias a estos eventos como recientemente lo señaló el Presidente, lo que parecería una consecuencia de estas presiones. Con esto se busca lavar las culpas y las caras, no profundizar en los hechos históricos o, en todo caso, destacar unos hechos sobre otros. Periódicamente también, se produce una disputa similar entre China y Japón con respecto a los acontecimientos durante la segunda guerra mundial. En este caso Japón es quién pretende lograr un “relato compartido” y China se rehúsa.
Frente a la imprudencia o provocación de las condiciones que planteó la “carta desconocida” y que mantendrá la tensión en las relaciones entre México y España por un buen tiempo, se abre la posibilidad que en su afán de componer el desacierto, el gobierno de México acepte, como lo está ofreciendo, un “relato compartido” en el que podría corresponder no una disculpa de España sino un agradecimiento de México. Cuidado.
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