Margarita Robleda Moguel
Foto: Afp
La Jornada Maya
Lunes 22 de abril, 2019
Desde hace unos días circula por las redes sociales: “Víctor Hugo agradece a todos sus generosos donadores decididos a salvar Notre Dame de París y les propone hacer lo mismo con Los Miserables”.
Felicito al autor anónimo que escribió un texto tan poderoso. Se trata de rescatar a Notre Dame y, de hacer presente a los otros, a los migrantes, a los de Siria, a la comunidad de Homún que lucha para preservar nuestra agua, a los que padecen violencia, a tantos que no salen en las noticias por falta de interés o espacio -pero que ahí están-, esperando nuestra respuesta.
En el hoy, las vivencias de la Semana Santa se transforman en preguntas. Hay personas que la palabra “preguntas” las llenan de desasosiego. Hace tiempo que les perdí el miedo. Me reconozco creyente y sé que, si Dios me dio preguntas, me dio la suficiente inteligencia para investigar y responderlas. Lo contrario sería una gran injusticia. Así pues, me pregunto qué es la cuaresma y lo que vivimos en realidad.
¿Hacemos penitencia comiendo mariscos los viernes? El papa Francisco, con gran sabiduría quita esa obligación y nos propone: “Saludar siempre y en todo lugar”, “Dar las gracias”, “Detenerte para ayudar.
Estar atento a quien te necesita”, “levantarle los ánimos a alguien”, “celebrar las cualidades o éxitos de otro”, “corregir por amor, no callar por miedo”, “ayudar a los demás a superar obstáculos”, “ayudar cuando se necesite para que otro descanse”, “llamar por teléfono a tus padres, si tienes la fortuna de tenerlos”.
Nunca he comprendido la fascinación que parecen tener muchos por el Viernes Santo. Entiendo que para llegar al Domingo de Resurrección hay que pasar por ahí, pero veo con tristeza que muchos se quedan atorados en sentimientos de dolor y culpa que tanto daño nos hacen. Gran contradicción si realmente creemos en el Señor de la Vida. Creo que es mucho más cómodo quedarse estancada en el viernes para no llegar a un domingo que te exige y compromete con tu hermano.
Ese día, según las escrituras, llegó María Magdalena junto con otras mujeres al lugar donde había sido enterrado Jesús y lo encontraron vacío. Un ángel fue el que les dijo: “Vayan y díganle a sus hermanos que he resucitado”.
Comprometerse con los vivos en el día a día es mucho más difícil que azotarse con la muerte.
Los miserables del mundo no tienen más que a los lectores de Víctor Hugo y a los creyentes de todos los credos de un mundo mejor incluyente y solidario. Entonces sí, ¡Felices Pascuas de Resurrección!
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