Margarita Robleda Moguel
Foto: Buenavibra.es
La Jornada Maya
Martes 9 de abril, 2019
A través de su programa [i]Rent a Finn[/i], Finlandia ofrece vacaciones gratis para personas que quieran aprender a ser felices ([a=https://culturacolectiva.com/viajes/finlandia-ofrece-vacaciones-gratis-a-extranjeros-para-aprender-a-ser-felices]www.culturacolectiva.com[/a]).
Según el texto, la ONU le otorgó a Finlandia el primer lugar como el país más feliz del mundo y sus líderes convirtieron la declaratoria en un atractivo turístico, donde invitan a los extranjeros a conocer el estilo de vida que ellos proponen para alcanzar ese estado.
Por ejemplo, en lugar de tomar pastillas antidepresivas, vamos a recoger basura al bosque.
El tema me parece fascinante. La felicidad como meta de nuestra vida. Pero, ¿qué es la felicidad?
“La felicidad es el significado y el propósito de la vida, todo el objetivo y el fin de la existencia humana”, afirma Aristóteles.
En los últimos años la palabra felicidad ha sido “manoseada” por la mercadotecnia: “La felicidad está en…”. Pareciera que ha perdido fuerza, que es una palabra obsoleta junto con honor, dignidad, compasión, amor. No es bien visto mencionarlas en textos científicos; les quitan “seriedad”; suenan demasiado cotidianas, cursis, pasadas de moda. Y nos imbuimos en carreras locas a ninguna parte, a coleccionar maestrías y doctorados con nombres cada vez más impronunciables e incomprensibles.
¿Qué es la felicidad? Bertrand Russell, destacado filósofo, matemático, humanista, escritor, premio Nobel de literatura 1950, que se manifestó en contra de las armas nucleares junto con Albert Einstein, en 1930 escribió [i]La conquista de la felicidad[/i], donde afirma: “hay ciertas cosas que son indispensables para la felicidad de la mayoría de las personas, pero se trata de cosas simples: comida y cobijo, salud, amor, un trabajo satisfactorio y el respeto de los allegados”.
Me encantaría ir a Finlandia para ir con ellos a recoger basura de su bosque; compartir la mesa e intercambiar sueños. Los centros comerciales se multiplican como hongos y la insatisfacción y tristeza también.
Los satisfactores solían ser cantar, bordar, pintar, bailar, ser útil. reír juntos… todas eso que ahora nos dicen es perder el tiempo.
La felicidad que le brinda al papá de mi amiga Caro su milpa no está a la venta. La que vive Crucy cada vez que termina de bordar un hipil, la de Paco cuando pasa el examen, la de Pepe cuando un joven de su escuela se engancha en el estudio, la de Andrés cuando termina su parte de edición en [i]La Jornada Maya[/i]; disfrutar la puesta de sol.
La felicidad no está de oferta, son instantes que se bordan en el día a día y le dan sentido al camino.
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