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del

Fernando de Ita
Foto: Edgar Escamilla
La Jornada Maya

Martes 26 de marzo, 2019

La lengua Maya se dejó oír en el vigésimo aniversario de Cumbre Tajín, uno de los festivales emblemáticos del país, que este año estuvo dedicado a la identidad de los pueblos originarios del vasto territorio mesoamericano. Pat Boy, el reconocido rapero quintanarroense, se presentó en el Nicho de la Luz el pasado fin de semana para difundir la flor y el canto de sus ancestros, los constructores de algunos de los mayores prodigios del mundo antiguo, que de nada valen si los mayas de hoy olvidan la lengua y el pensamiento que hizo posible esas maravillas.

Con la tecnología y la música del presente, este activista de su cultura madre puso a bailar y a parlar maya a los jóvenes que inundaron el Parque Temático Takilhsukut, adjunto a Tajín; el lugar sagrado del pueblo Totonaca, cuyos usos y costumbres fueron la parte estelar del festejo, no exento de controversia por el uso comercial del Totonacapan, la región y la cultura que floreció el norte del actual estado de Veracruz en el año 800 de la era cristiana.

Fue emocionante ver cómo el artista peninsular se metía al público en la bolsa rapeando en una lengua antigua desconocida para todos los presentes, utilizando el ritmo y la didáctica, la energía física y musical para decir, sin decirlo explícitamente, que perder un idioma es difuminar una visión del mundo, de la vida, del universo. Ya metido en el tema me enteré que el rap ha sido un instrumento de identidad en algunas ciudades de Yucatán, Campeche y Quintana Roo, y en una plática casual con Pat Boy al final de su participación (en la que le presumí que este artículo saldría publicado en [i]La Jornada Maya[/i]), supe que él y otros camaradas intentan formar en sus comunidades grupos de rap y de hip hop para que los jóvenes se reconozcan en sus orígenes y no se pierdan en la nefasta actualidad del crimen a destajo, exaltado a todo color por Netflix y similares.

Como reportero asistí a los primeros festivales de Cumbre Tajín, siempre cuestionados por utilizar un lugar santo y una cultura ancestral para hacer comercio con el espectáculo, en aquellos tiempos ligado a Televisa. Esta vez fui como productor del concierto del HueyCoyote, un chavo compositor, arreglista y multiinstrumentista, que hace lo que Pat Boy en otro sentido. Él compone y canta en español a partir de las raíces musicales de México, Latinoamérica y el mundo, mezclando géneros y ritmos musicales en pos de un canto personal que se haga colectivo en la plaza pública, como la de Papantla. Como además es mi hijo, no digo más al respecto.

Pero agrego que esta vez tenía un conflicto. Guillermo Marín, un estudioso de las culturas originales, editor de [a=http://toltecayotl.org/tolteca/]www.toltecayotl.org[/a], a quien respeto y admiro por su dedicación y compromiso con las culturas madre de Mesoamérica, tronó en contra de esta Cumbre Tajín con estas palabras: “Lo que se está haciendo, es usar y abusar de la cultura y el pueblo totonaca para la industria turística. La cultura del Totonacapan se convierte en un objeto para crear riqueza para unos cuantos y unas migajas para los desheredados. Esto es una expropiación de la cultura del pueblo, las decisiones ya no están en manos de los totonacos sino de extranjeros avecindados en México. La misma historia desde hace 500 años…”

Como concepto lo comparto, pero luego de tres días de recorrer el inmenso, impresionante Parque Temático y de charlar con docenas de artesanos, músicos, danzantes, cocineras, hiladoras, ceramistas, curanderos, hierberas, voladores, maestros, campesinos, alfareros y guías de turistas, entre otros oficios; luego de ver a docenas de jóvenes citadinos tomando cursos de folclor local, de manualidades y otras vainas; a señoras aprendiendo gastronomía totonaca, y a cientos de niños haciendo cerámica y juguetes papantlecos, me pregunto si hay otra manera de hacer visible en el mundo hipercapitalista y globalizado las costumbres ancestrales. No me queda duda del provecho comercial que tienen los organizadores, pero tampoco puedo ignorar el contento económico y cultural de los papantlecos participantes. Mujeres y hombres de edad hablando sinceramente de la importancia de que se conozcan sus costumbres y se respete su identidad; concheros encantados de ser el centro de atención, artesanos sacándole provecho al comercio ladino, grupos y solistas de la música, como Pat Boy que son tomados en cuenta por un festival nacional e internacional.

Guillermo Marín pregunta: “¿Hasta cuándo los mexicanos dejaremos que los extranjeros avecinados y los capitales, usen las zonas arqueológicas para hacer negocio y espectáculo? La respuesta. Hasta que el pueblo recupere la dignidad, la sacralidad y la calidad de vida. Descolonizar es dignificar”- Sí, pero la realidad no se cambia con proclamas sino con hechos, y en tal sentido considero que Pat Boy rapeando en maya para hablarle a los citadinos del pasado y el presente de su etnia, hace algo más que un discurso, así sea en medio de la rapiña capitalista.

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