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Antonio Benavides
Foto: Facebook @INAHmx
La Jornada Maya

Martes 26 de febrero, 2019

Hablar de 80 años o de cuatro katunes, como dirían los mayas antiguos, parece mucho tiempo; sobre todo si se piensa en una persona. Un octogenario es alguien que ha llegado a la senectud, a la edad en la que difícilmente goza de aquellas capacidades y aptitudes que le permitían desarrollarse con entera libertad.

No obstante, cuando hablamos de una institución las cosas son claramente diferentes. El INAH (Instituto Nacional de Antropología e Historia) es una entidad fuerte precisamente por los años transcurridos. Con las décadas no han envejecido su presencia, carácter o actividad. Desde su origen, en 1939, ha ido renovándose a través de los años; ha crecido en personal, en experiencia y en las actividades que realiza.

A lo largo de 16 lustros ha desarrollado labores de investigación antropológica e histórica a lo largo y ancho de la república mexicana; de una o de otra manera ha protegido el patrimonio cultural mueble e inmueble en la medida de sus posibilidades. Reconozco que no siempre ello ha ocurrido conforme lo mandata la ley, pero en descargo debo recordar los recursos humanos y económicos insuficientes con los que ha contado. Las tareas de conservación también han crecido conforme ha pasado el tiempo y más aún cuando han sucedido imprevistos embates naturales contra los que realmente es difícil, pero no imposible, hacer frente y obtener soluciones.

Múltiples son las investigaciones sobre pueblos originarios, procesos de dominación y resistencia, incorporación de nuevos elementos a la propia idiosincrasia, conservación de fiestas, tradiciones e identidad. Para ello contamos con antropólogos y etnólogos de probada capacidad.

En el ámbito prehistórico el INAH también ha cubierto el país, analizando los vestigios paleontológicos y su relación con el ambiente; la vida y tecnología de las comunidades de cazadores recolectores, o bien las sociedades claramente estratificadas que desarrollaron civilizaciones. Y todo ello no ha quedado en el oscuro y olvidado cajón de los recuerdos. Especialistas de diversas ramas (química, física, ingeniería, restauración, etc.) han unido esfuerzos con arqueólogos para entender y dar a conocer los resultados.

A su vez, médicos y antropólogos físicos han hecho importantes contribuciones en su quehacer profesional. A ellos ha interesado el cuerpo humano, sus variables somáticas, sus modificaciones corporales ya en vivo, ya a través de sus restos óseos. Sus objetos de estudio han sido atletas, poblaciones indígenas, grupos escolares, etc; pero también los restos áridos de una cueva prehistórica, las series esqueléticas virreinales o los entierros de poblaciones comunes o de altos jerarcas zapotecos o mayas.

Por su parte, los lingüistas han recopilado la palabra de grupos indígenas, pero también las variaciones del hablar en un mismo idioma; la estructura de la lengua, su evolución y el conocimiento que los hablantes poseen de su propio idioma. También han formulado varias leyes fonéticas que ayudan a entender los cambios lingüísticos. ¿Qué seríamos si no habláramos? ¿Cómo transmitiríamos nuestros conocimientos?

Los especialistas de la restauración de bienes muebles e inmuebles también ocupan un lugar destacado en la institución. Papel de distintos siglos, pinturas al óleo o de murales precolombinos, metales de diversas aleaciones, cerámica de uno o de varios colores, implementos de concha o de hueso. Cualquier material en el que esté elaborado nuestro patrimonio cultural será analizado, limpiado y conservado.

Por lo que toca a difusión, la producción de textos publicados, ponencias, conferencias, grabaciones, documentales, cursos, diplomados, etc. Realmente es vasta en 80 años de labor. Como muestra hay varios botones; basta asistir a las ferias internacionales del libro que se celebran en diversas ciudades del país. Ahora, (21 de febrero a 4 de marzo) precisamente, tiene lugar la 40 Feria Internacional del Libro en el Palacio de Minería de la Ciudad de México. El espacio del INAH nos espera.

El instituto es uno de los pocos organismos culturales con presencia administrativa, técnica y académica que podemos encontrar prácticamente en todo el país. Entre sus logros se cuentan varias escuelas, más de 180 zonas arqueológicas abiertas al público y 160 espacios museográficos. Si ello pareciera poco, el INAH ha gestionado y conseguido que el mundo reconozca a 27 sitios como patrimonio cultural de la humanidad y a dos más como bienes mixtos: Calakmul y Tehucacán-Cuicatlán.

Esto convierte a México en el séptimo país con mayor cantidad de sitios inscritos en la lista de la UNESCO, el primero en América Latina y en el continente americano. Además, contamos con nueve tradiciones y festejos considerados como patrimonio inmaterial.

¿Qué le falta ahora al INAH? Creatividad para enfrentar nuevos retos.

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