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Felipe Escalante Tió
Foto: Enrique Osorno
La Jornada Maya

Miércoles 20 de febrero, 2019

Si algo debimos aprender los mexicanos de la historia reciente del país, es que el Partido Revolucionario Institucional (PRI) es capaz de regresar de una derrota. En el 2000, con el triunfo del panista Vicente Fox en la elección presidencial, la ilusión de buena parte de los votantes fue que se había alcanzado la democracia y que sería harto difícil para el PRI regresar al poder, cosa que finalmente ocurrió.

El escenario se repitió en diferentes espacios y estados. Yucatán tuvo en 2001 a Patricio Patrón Laviada como gobernador, quien llegó al cargo por tres factores: 1) el llamado “Efecto Fox”, siendo correligionario del entonces recién electo Presidente; 2) una alianza con el Partido de la Revolución Democrática (PRD), cuyos votos, al cierre del entonces novedoso Programa de Resultados Preliminares (PREP) le daba al panista la ventaja que su contrincante no pudo superar; y 3) la selección de Orlando Paredes Lara y el enfrentamiento entre el gobernador Víctor Cervera Pacheco y la Federación, con motivo de la designación del Consejo Electoral del estado. Pese a haberse alcanzado la alternancia en Yucatán, al PRI le tomó únicamente un sexenio recuperar el gobierno del estado.

El arrasador triunfo de Movimiento Regeneración Nacional (Morena) el pasado primero de julio pareciera haber dejado al PRI, ahora sí, en la lona y con reducidas esperanzas siquiera de mantener las posiciones que conserva. En este escenario, estados como Campeche y Yucatán, donde el PRI encabeza el Poder Ejecutivo y es mayoría en los municipios, y mantiene un peso importante en sus respectivos congresos, serán determinantes para el reagrupamiento del tricolor como fuerza en el ámbito nacional. No en balde Alejandro Moreno Cárdenas ha reiterado su deseo de separarse del gobierno de Campeche para competir por la dirigencia nacional del PRI, donde podría encontrarse con la ex gobernadora yucateca Ivonne Ortega Pacheco.

Por eso es de tenerse en consideración que alguien como Víctor Cervera Hernández haya levantado la mano para competir por encabezar el Comité Directivo Estatal del PRI en Yucatán. A diferencia de su hermano Felipe, Víctor ha estado alejado de los cargos de elección, aunque sí se ha desempeñado en la administración pública. De presentarse a la consulta a las bases o al mecanismo que considere el Consejo Político de su partido, será el anticipo ya de un cierre de filas o de un descabezamiento semejante al choque que se dio entre Roberto Madrazo y Elba Esther Gordillo.

Las palabras que expresó Cervera Hernández a nuestro reportero Óscar Rodríguez tienen destinatarios inmediatos. Advertir que “una elección se gana con votos, no con títulos de ‘tengo al mejor funcionario’, ni con publicidad de que ‘vamos bien’” son mensajes para quienes diseñaron la estrategia de campaña de 2018 y que resultó en la pérdida del gobierno del estado. Son palabras para Rolando Zapata Bello y Mauricio Sahuí Rivero, ambos de alguna forma herederos políticos de su padre; el primero como su secretario de Desarrollo Social y oficial mayor; el segundo cobijado por otra pariente, la ya mencionada Ivonne Ortega.

[b]Choque de herederos biológicos y discípulos[/b]

Estamos en las preliminares de lo que puede ser un choque entre herederos biológicos y discípulos del único individuo que ha ocupado el gobierno de un estado por 10 años desde la Revolución de 1910.

Para los yucatecos, en este momento, lo que ocurra al interior del PRI debe llamar la atención dado que es aún la organización política más sólida con representación. El choque entre el gobernador Mauricio Vila y el superdelegado Joaquín Díaz Mena es también importante, pero Morena, la fuerza política que soporta a Huacho, todavía no es una organización autónoma con un proyecto propio para el estado; como todo el partido a nivel nacional, Morena todavía debe pasar a convertirse en un partido real y dejar de depender del humor del presidente López Obrador.

Y el cerverismo, como fuerza al interior del PRI y proyecto político estatal –no corriente filosófica como hace dos décadas dijo una diputada local– lleva ya 40 años de presencia y eso no es poca cosa. Queda por ver si es todavía un proyecto aglutinador y capaz de levantar el estandarte tricolor con miras a las elecciones de 2021. Si tras el choque entre herederos, el PRI consigue una recuperación, digamos la mayoría en el Congreso, quien resulte triunfador posiblemente tenga mano para el escenario nacional.

Una cosa es cierta: el apellido Cervera tiene peso específico.


[i]Mérida, Yucatán[/i]
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