Texto y foto: Margarita Robleda Moguel
La Jornada Maya
Miércoles 20 de febrero, 2019
En estos tiempos extraños que estamos aprendiendo a sobrevivir, hay días en los que la indiferencia, la carencia de sentido común, la frivolidad, la vulgaridad e injusticias en los cuatro rumbos del Planeta saturan mi espíritu. Recupero la calma, alimento mi aljibe de agua fresca y zurzo mi esperanza, visitando escuelas donde sé que directores comprometidos están luchando con un sistema que se desmorona, y aun así, lo hacen día a día para ofrecerles a sus alumnos y a la comunidad un horizonte más amplio, conocimiento de sus raíces y espíritu comunitario que a final de cuentas es lo que nos permitirá salir lo menos raspados posible de todo este tsunami político, económico y social que vivimos.
La semana pasada visité la escuela primaria de Dzitnup, que dirige María Candelaria May Novelo. Niños cuya meta al salir de la escuela era trabajar en el cenote, ahora hablan de ser maestros, doctores, autores.
El 14 de febrero quise ir con los jóvenes de la secundaria Cuauhtémoc de Pustunich para hablarles sobre el amor más allá de la mercadotecnia. Me quedé pasmada con la avalancha de cariños que recibí en respuesta. Son tres años que voy, ya nos conocemos, y ahora se soltaron con poemas, acrósticos, raps y rimas fruto del trabajo comprometido del equipo docente y su director, José Antonio Hernández.
El cierre fue con la Casa de la Alegría, con charla para padres y taller de creatividad con los maestros. Este oasis se encuentra en el sur de la ciudad, detrás del aeropuerto, donde desde hace 25 años un grupo de señoras invitadas por Elda María Gasque Casares comenzaron a ir cada tarde para hacer las tareas con los niños. Su entusiasmo contagió a otros cuyas donaciones lograron, con muchísimo esfuerzo, construir una escuela en la que los niños seguían asistiendo a hacer sus tareas, a recibir talleres variados y cena. En el festejo de los 25 años escuché historias conmovedoras de jóvenes graduados en la universidad que, gracias al estímulo recibido, lograron romper el cerco de la desesperanza y la fatalidad. ¡Se pudo! La Casa de la Alegría se ha transformado en escuela primaria y ha abierto una nuevo espacio rumbo a Umán.
Los malosos se disputan las ocho columnas, sin embargo, estoy convencida de que somos más los buenos y por ahí andamos haciendo nuestra parte. En medio de este marasmo, toca dejar de quejarse y criticar y, conectados con la de pensar, ponernos a trabajar juntos por el bien común.
[i]Mérida, Yucatán[/i]
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