José Ramón Enríquez
Foto: cementerio.org
La Jornada Maya
Viernes 15 de febrero, 2019
Manuel Vázquez Montalbán entró con su bisturí de espléndido novelista hasta las entrañas mismas de esa tragedia latinoamericana, una más, que fue la era de Rafael Leónidas Trujillo en la República Dominicana. Lo hizo hace 30 años con su novela [i]Galíndez[/i] (editada por Anagrama) que aúna las tragedias españolas de la Guerra civil, de la dictadura franquista y del exilio.
Consideraba que la historia de Galíndez era “materia de reflexión sobre la ética de la resistencia, escrita precisamente en tiempos en que está en descrédito la ética de la resistencia”. Esa novela hoy, cuando está en descrédito el concepto mismo de ética en todos los ámbitos, permite sumergirnos en tumores de nuestras almas y de nuestras democracias, tumores malignos a los que no hemos tomado realmente en serio.
Recordemos lo que fue Manuel Vázquez Montalbán y quién creemos que fue Jesús de Galíndez.
El novelista nació el último año de la Guerra civil en Barcelona. Hasta los cinco años conoció a su padre, militante comunista encarcelado. Llegó a ser un escritor múltiple, conocido sobre todo por sus novelas detectivescas con Pepe Carvalho como protagonista, comunista él también pero abierto a los tiempos (lo opuesto a la dictadura estalinista) para el cual la resistencia resultaba imperativo vital. Por eso le atraía la figura de Galíndez, militante vasco, vencido en la guerra y refugiado, primero en República Dominicana, después en Estados Unidos en labor como representante del gobierno del lehendakari (presidente en euskera) Aguirre en el exilio. Precisamente en Estados Unidos desapareció, en 1956, sin dejar rastro. Hasta la fecha es un muerto sin sepultura.
La República española respetó las características históricas de los vascos de tal modo que, durante la Guerra civil, éstos defendieron tanto la legalidad republicana como su autonomía encabezada por el lehendakari José Antonio Aguirre, quien salió al exilio y mantuvo su gobierno. Como todos los refugiados españoles, los vascos siempre pensaron que, al término de la Segunda Guerra Mundial, los vencedores irían contra el franquismo, aliado de Hitler y de Mussolini. Pero el sueño se truncó cuando Franco fue admitido en la ONU en 1955.
Durante tres lustros colaborar con los Estados Unidos se veía como una ayuda a la democracia española, y éste fue el papel de Jesús de Galíndez, primero en la República Dominicana y después en Nueva York. De tal modo que Galíndez se volvió un personaje querido pero visto con suspicacia por todos, por agente del FBI y la CIA, por haber hecho trabajos para Trujillo, por ser rojo español y posible agente de la KGB, y por su manifiesta militancia vasca.
Cuando Trujillo, enfurecido por el libro que Galíndez publicara en Nueva York contra su dictadura, lo mandó secuestrar para asesinarlo en la Dominicana y deshacerse sin dejar huella de él ni testigos del crimen (incluyó la muerte de un piloto americano) el caso tomó resonancia internacional.
Este nudo lo tomó Manuel Vázquez Montalbán para un espléndido [i]thriller[/i] político en el que analizó de manera realmente brillante las dictaduras y los sótanos dictatoriales de las democracias así como los claroscuros de la militancia y de la resistencia. Tomo el título de estas notas de una de sus conclusiones: “Las dictaduras son panteístas, el dictador consigue depositar un pedacito de sí mismo en todos los demás.”
Cuando las dictaduras se eternizan o rebrotan, incluida la de la CIA, en nuestro continente, y franquismo y demás fascismos se manifiestan tan vivos como antes en Europa y en el resto del mundo, resulta apasionante releer un [i]thriller[/i] como [i]Galíndez[/i].
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