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Otto von Bertrab
Foto: Rodrigo Díaz Guzmán
La Jornada Maya

Jueves 7 de febrero, 2019

En efecto estamos cansados de tanta tranza. Sabemos muy bien que en México se tranza a todos los niveles, comenzando por los múltiples ex presidentes, hasta el cajero que te cobra de más en la tienda de conveniencia. En nuestro país vivimos en un estado permanente de alerta pues no podemos confiar en nadie. Hay que cuidarnos del ladrón y del policía, del extraño y del vecino, del subalterno y del jefe. ¿Cómo fue que esta situación llegó hasta este extremo? Pareciera ser que estamos en guerra contra nosotros mismos y que el enemigo son todos los demás.

Todo empezó con la terrible corrupción que se generalizó en toda la estructura del gobierno. Simplemente el hecho de pertenecer al “partido oficial” implicaba una vocación por la trampa. Por setenta años más seis el partido tuvo control sobre el aparato del Estado y en todo ese tiempo, millones de mal llamados gobernantes y servidores públicos se sirvieron con la cuchara grande. De allí se generaron redes de negocios corruptos donde toda compra u obra del gobierno implicaban una tranza, un moche o un desfalco con enormes ganancias ilegales ya fuera para el gobernante o para el “empresario” que se prestaba de mancuerna. De esa manera se fue creando en el país una cúpula de personas muy ricas y poderosas que acuñaron dichos como: “político pobre es un pobre político”, “el que tranza avanza”, “no me den, mejor póngame donde hay”.

A través de alianzas basadas en compadrazgos y estructuras de protección avaladas por la complicidad, la red de la corrupción mexicana llegó a todas las ciudades y pueblos del país, a todos los rincones donde hubiera una institución de gobierno y un grupo de personas que lucraban de ella. Así hemos visto cómo se han forjado riquezas inmensas, algunas de la noche a la mañana, familias a las que el dinero les llegó tan fácil que jamás conocieron los conceptos de trabajo, esfuerzo o innovación.

En México, para avanzar tienes que tener contactos o influencias, asociarte con algún poderoso o influyente, para encontrar la fuente de la abundancia “el que a buen árbol se arrima, buena sombra lo cobija”. Esta perversidad nos ha llevado a tener instituciones de papel que no sirven al pueblo sino que se han convertido en vacas de ordeña de estos mamadores, zánganos, parásitos que se consumen los recursos que tendrían que haber sido utilizados para brindar servicios públicos. Pero “no hay mal que dure cien años “, así que ya les tocó a los de arriba caer como aquella torre que se construyó sin varilla.

Podemos decir que el gobernante es bueno o es malo; lo que no podemos aceptar es un corrupto más en el servicio público. Necesitamos gente honesta en la toma de decisiones, individuos con sentido de ética y de justicia, personajes con sentido común.

“La paz y la tranquilidad llegarán con la justicia”, dijo el otro día el Presidente. Que se castigue la tranza y la complicidad, comenzando desde el gobierno hacia abajo, hasta llegar a eliminar de nuestro albur popular tantas frases que fueron, conceptos que ya no van.

Termino mi reflexión con el refrán en Náhuatl que dice: “Tlaltipac toquichtin ties”, que en español se traduce a: “La tierra será como los hombres sean”. El compromiso es lograr convertirnos en mejores personas para que la tierra en que vivimos nos nutra con su inmensa abundancia.

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