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Eduardo Lliteras Sentíes
La Jornada Maya

Miércoles 6 de febrero, 2019

La periferia de Mérida y los municipios conurbados presentan, en muchos aspectos, focos rojos, vinculados al crecimiento caótico y/o a la corrupción, como ocurre con el desarrollo inmobiliario “Cielo Alto” en el municipio de Kanasín.

El caso de “Cielo Alto” es emblemático de lo que está sucediendo en Kanasín. Ciudadanos sin servicios, con casas vendidas con vicios ocultos, en tierras ejidales con denuncias y conflictos legales en tribunales agrarios, destrucción ambiental y contaminación.

En las visitas recientes, tras las denuncias de vecinos afectados por las aguas negras del complejo habitacional que sigue creciendo a pesar de las denuncias, la empresa mandó un grupo de obreros dizque a rehabilitar la supuesta planta de tratamiento, mientras con pipas se llevaba el líquido para tirarlo en otro sitio.

Las vecinas afectadas por la pestilencia y el deterioro ambiental en la zona –tala de áreas verdes, relleno con escombro y basura de una laguna habitada hace poco tiempo por numerosas especies como conejos, venados y garzas- relataron a la prensa el horror de vivir cotidianamente inmersos en el hedor de las aguas negras de “Cielo Alto”, cuyas tuberías destapadas reptan entre el polvo y los desechos. Su salud, la de sus hijos, se encuentra en grave riesgo.

El panorama es desolador pero está comenzando a repetirse en las zonas conurbadas de Mérida y en sus comisarías por el crecimiento depredador, el surgimiento de industrias y fraccionamientos, que lo primero que hacen es arrasar con toda la vegetación para después colocar algunas palmeras, algunas ceibas ya crecidas y adquiridas en un vivero o sustraídas de algún terreno.

¿Quién se acuerda ahora, por ejemplo, del derrame ocurrido en el kilómetro 14 de la carretera Mérida-Umán a causa de una fuga de ácido clorhídrico en el mes pasado de noviembre?

No ha habido seguimiento del caso, pero estamos viendo que la oferta masiva de la tierra y del agua de Yucatán en medios nacionales y redes sociales significa amenazas gravísimas para un Estado que se jacta de ser una excepción en el mapa del caos y del terror nacional.

En el caso de “Cielo Alto” resulta inaceptable que centenares de pequeños, de niños, tengan dos años y medio atendiendo clases en 6 locales comerciales con vidrios rotos, sin electricidad, sin agua para beber, sin ventiladores y sin un patio para que jueguen con seguridad.

Los nenes atienden clases en pupitres de plástico –conseguidos por sus padres, ya que la anterior administración estatal y su ex secretario, Víctor Caballero Durán, simplemente no escucharon a los padres de familia-, con un cuarto habilitado como baño, con un paño de tela a manera de puerta.

A las once de la mañana deben abandonar los locales comerciales ya que el calor, por el sol pegando en las ventanas y techos, los convierte en un peligroso horno donde no pueden estar los niños por el riesgo para su salud.

Ante mi mirada atónita los veo jugar, alegres, en la acera y en parte del estacionamiento, el que ni siquiera está cerrado para su seguridad, tal es la indiferencia de la policía municipal de Kanasín y de su alcalde, quien ni siquiera ha acudido al fraccionamiento para atender las demandas de sus habitantes, en materia de inseguridad, higiene urbana y servicios.

Caminando por las nuevas casas en construcción se constata el mal estado de las edificaciones recién concluidas, con fracturas en ventanas o dinteles.

Preocupante espectáculo, con funcionarios que esconden la cara, con los propietarios de la empresa constructora encerrándose de los reclamos y de la prensa en una oficina improvisada en una calle, conectada al agua potable y a la electricidad de forma clandestina, entre basura y abandono. Urge la intervención de las autoridades de todos niveles, para cortar el paso a éste multiplicarse del caos y la corrupción.

Mientras manejo, escucho la queja de una vecina de la comisaría de Cholul con el periodista José Luis Preciado por el tiempo de espera en el crucero con el periférico. 20 minutos dijo, la señora, y el tráfico no se mueve. Y qué se puede esperar si Cholul es un cuello de botella, al igual que otras comisarías del norte, por el multiplicarse de los fraccionamientos y casas adonde llegan a vivir muchas personas con autos y más autos. La matemática y la lógica evidencian que en un espacio reducido no se pueden meter tantos vehículos, tanta gente, y seguir gozando de buena calidad de vida.

Por ese camino, Kanasín y las zonas conurbadas de Mérida, sus comisarías, pueden convertirse en auténticos infiernos, muy lejanos de la propaganda que vende al Estado como un paraíso de flamencos, cenotes y pirámides.

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