de

del

Enrique Martín Briceño*
Foto: Rodrigo Díaz Guzmán
La Jornada Maya

Lunes 4 de febrero, 2019

La noche del 29 de noviembre de 1865, en el Palacio Municipal de Mérida, justo donde hoy se escenifica todos los lunes la vaquería yucateca, un grupo de “hijas del pueblo de Yucatán” ofreció a la emperatriz Carlota, de visita en el estado, un baile “conforme a nuestras costumbres populares”. De acuerdo con el programa que se imprimió para la ocasión, una copia del cual se conserva en la Biblioteca Yucatanense ([a=http://www.bibliotecavirtualdeyucatan.com.mx/]www.bibliotecavirtualdeyucatan.com.mx[/a]), este “baile popular” incluyó los números de [i]El jarabe[/i], [i]El toro[/i], [i]El pichito[/i], [i]La torcaza[/i], [i]El degoyete[/i] [sic], [i]La palomita[/i], [i]El chicix[/i] y [i]El cardenal[/i]. Y en cada número tomaron parte un varón y dos mujeres, cuyos nombres conocemos por el mismo documento.

Las piezas que se ejecutaron en aquella ocasión forman parte del repertorio de sones coloniales que entonces, según diversas fuentes, se bailaban en las vaquerías del estado. Vástagos del fandango andaluz, varios de ellos fueron reunidos por José Jacinto Cuevas en su Mosaico yucateco para piano —conocido también como [i]Miscelánea yucateca[/i]— de 1869, primer popurrí mexicano que recoge temas indígenas y mestizos.

En el siglo XX, Gerónimo Baqueiro Fóster se preocupó por juntarlos y publicarlos (pueden verse en [i]Bailes y danzas tradicionales de Yucatán[/i] de Luis Pérez Sabido). Son el antecedente de nuestras jaranas, que paulatinamente los sustituyeron en los bailes de las fiestas patronales. Sólo unos pocos de ellos ([i]La angaripola[/i], [i]Los aires[/i], [i]El torito[/i], [i]El toro[/i]) sobreviven en las vaquerías de hoy.

Aunque no lo dice el programa, es claro para quien conoce los términos “políticamente correctos” de la época, que los protagonistas del “baile popular” dedicado a la emperatriz fueron “mestizos” meridanos distinguidos, es decir, miembros de esa clase social inferior que vestía el traje típico yucateco y que, en general, hablaba más maya, vivía más lejos del centro, tenía menos educación, desempeñaba oficios modestos y era “naturalmente” distinta de los “blancos” que vestían a la usanza europea. No eran indios mayas —si bien, como todos los meridanos de esa época, hablaban maya— ni tenían apellidos mayas (sus apellidos son comunes en la Mérida de hoy: Alpuche, Araujo, Barbosa, Castillo, Escalante, Frías, Mendoza, Pantoja, Pérez, Puerto, Quijano). Eran “mestizos” (o “artesanos”, como también se les llamaba en la prensa y el discurso público para no recurrir al término colonial que, por otra parte, todos usaban).

Entre sus gustos musicales y danzarios figuraban los sonecitos mencionados, que se identificaban tanto con los mestizos como con los indios. (Años más tarde, en el Porfiriato, estos mestizos conformarían las sociedades Paz y Unión, y Recreativa Popular, entre otras, en las que ya no se bailaban toritos y zapateados sino géneros “blancos”: cuadrillas, lanceros, valses, mazurcas, danzas y danzones.)

La propia Carlota revela la composición de la sociedad meridana de entonces en la relación que hace a Maximiliano de su viaje a Yucatán (publicada por el Conaculta en 2011). El día de su llegada a Mérida, acudieron a recibirla “una diputación de damas […] seguida por muchachas […] y finalmente por los caciques de la república india de los suburbios, todos con varas e instrumentos musicales, entre ellos un tronco a manera de tambor al que golpeaban [¡un tunkul!]. Luego vino la parte poética, miles de muchachas, indias y mestizas, con trajes blancos, con la diferencia de que los bordes de sus faldas llevaban encajes y que los velos eran transparentes” (hipil y velo que imagino como los de la mestiza representada por Waldeck en 1838).

Y Carlota, por supuesto, también da cuenta del baile referido: “La segunda semana de mi estancia en Mérida fue realzada por el baile que ofrecí el 27 [de noviembre], que resultó brillante, y por los fuegos artificiales organizados por la municipalidad, así como por un baile de mestizos. Estos bailaron diversas danzas nacionales: algunas de las jóvenes se destacaban por su belleza; el auditorio me saludó con entusiasmo.” Si quedaba alguna duda, la emperatriz la despeja: se trataba, sí, de mestizos meridanos. Acaso fue este el primer paso hacia la transformación de aquellos sencillos aires coloniales que bailaban indios y mestizos yucatecos en emblema del estado.

*Investigador del Centro de Investigaciones Artísticas de la Escuela Superior de Artes de Yucatán.

[i]Mérida, Yucatán[/i]
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