Margarita Robleda Moguel
Foto: Cuartoscuro
La Jornada Maya
Martes 22 de enero, 2019
Cuando uno ve las imágenes de las ciudades bombardeadas en Siria, lee o escucha las historias de los habitantes de Honduras, entiende cómo alguien se atreve a salir en busca de asilo, a pesar de que saben lo que les puede suceder. Me conmueve sobremanera el infierno que padecen al cruzar México para llegar al muro y estar dispuestos a vivir lo inimaginable.
México sobrevive el momento más complicado del que tengo memoria. La cloaca que se abrió con este chicoleo del [i]huachicoleo[/i] expone cofradías y pasillos, pasadizos sin fin que se desdoblan y brotan muchos más. ¡Y lo que nos falta por ver! ¿Cómo es posible que hayamos vivido en la ignorancia durante tantos sexenios?
Mi único contacto había sido Guatemala, a donde voy cada verano a participar en el [i]Festival Internacional de Educación para la Vida[/i], y transitando por la carretera que une a la frontera de México con Quetzaltenango, observaba que se vendía gasolina en galones y sonreía pensando que, su variedad de colores naranja era por las “bautizadas” que tendrían, incluyendo las de aguas humanas. Me quedaba claro que ese líquido provenía de los que “se decían” robaban a Pemex y cruzaban de contrabando.
En esos años, hace unos 10, la venta de gasolina era únicamente de ese lado de la frontera; en los últimos tiempos comencé a verlo en el tramo San Cristóbal a Comitán, y reflexionaba en los problemas que afectarían a los motores con las mezclas, pero hasta ahí. Ahora, con la proliferación de gasolineras, es impresionante descubrir que, en una, puedes llenar un tanque y conducir más de 600 kilómetros, mientras que en otra únicamente te alcanzará para 475. ¿Quién las vigila? ¿Quién puede creer algo cuando nos llegan noticias de funcionarios que llamaban directamente a los gasolineros para ofrecer pipas a mitad de precio? ¿Quién se quedaba con los impuestos? Y no sé qué me impacta más, si este estercolero o la actitud de algunas personas que levantan la voz por la falta de combustible y preferirían volver a los tiempos pasados, y “si no me afecta, si no me entero, qué me importa que se hunda el país”.
Aún estamos a tiempo de zurcir la esperanza. ¡Somos más los buenos! Seamos más obvios en nuestros quehaceres. Recuperemos la ética y la justicia en beneficio de todos porque, a final de cuentas… ¿a dónde nos vamos?
Me encantó este meme que circula como una cucharada de esperanza en el que se lee: “México está [i]huachicolado[/i]/ ¿Quién lo [i]deshuachicolizará[/i]? / El [i]deshuachicolizador[/i] que lo [i]deshuachicolice[/i]/ buen [i]descuachicolizador[/i] será”.
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