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José Miguel García Vales*
Foto: Rodrigo Díaz Guzmán
La Jornada Maya

Jueves 30 de noviembre, 2017

Durante la campaña presidencial de Hillary Clinton fue común escuchar el término “techo de cristal”. La ex candidata demócrata utilizó la expresión feminista para describir simbólicamente la barrera que se superaría si una mujer resultaba elegida presidente de Estados Unidos. Una barrera invisible, como un cristal transparente, que impide que las mujeres puedan ascender en los ámbitos laborales, económicos, políticos e incluso familiares.

Llegar a un escalón desde el cual una mujer puede tener la posibilidad de romper el techo de cristal, inicia en la realidad desde un piso pegajoso y lo complicado de encontrar escaleras rotas. Así lo muestra el informe de ONU Mujeres, [i]El Progreso de las Mujeres en América Latina y el Caribe 2017: Transformar las economías para realizar los derechos[/i].

La escalera del empoderamiento económico de las mujeres parte de tres escenarios desiguales. En la base, están las mujeres expuestas a un “piso pegajoso”. Mujeres con grados escolares que apenas superan la primaria, que laboran en empleos precarios, como el servicio doméstico y alta carga de trabajo en el hogar. Apenas el 40 por ciento participa laboralmente, 43 por ciento carece de ingresos propios, dedica 46 horas a la semana a las actividades del hogar y 56 por ciento son madres a los 19 años.

En un punto intermedio se encuentran las mujeres que se enfrentan a “escaleras rotas”. Tienen educación secundaria, la participación laboral es volátil, si el mercado es positivo participan activamente; si se contrae, se retiran. Conciliar empleo, trabajo doméstico y cuidados, se dificulta. Registra un 58 por ciento de participación laboral; 31 por ciento carece de ingresos propios, dedica 41 horas a la semana a las actividades del hogar y 30 por ciento son madres a los 19 años.

En la parte superior, aunque en posición de desventaja respecto a los hombres, están las mujeres capaces de romper el techo de cristal. Son mujeres que han podido estudiar la preparatoria y la universidad, tienen una alta inserción laboral al mismo tiempo que son discriminadas, incluso con diferencias salariales con sus pares masculinos. La participación laboral llega al 72 por ciento, sólo el 19 por ciento carece de ingresos propios, dedica 33 horas a la semana a las actividades del hogar y tan solo el 6 por ciento es madre a los 19 años.

En los últimos 20 años, reconoce ONU Mujeres, las condiciones y los niveles de inclusión del sector femenino en la economía ha avanzado; por ejemplo, en 1992 el 44.5 por ciento de las mujeres participaba laboralmente, mientras que en 2014 esta cifra llegó a 56. 4 por ciento en la región de Latinoamérica y el Caribe; en Yucatán este indicador pasó de 39 por ciento a 49 por ciento entre 2000 y 2017, es decir prácticamente la mitad de las mujeres esta? integradas a la economía. Sin embargo, la consolidación estructural es débil y persisten las brechas de desigualdad, en un contexto mundial de crecimiento económico lento y en el que es imprescindible sumar ingresos para alcanzar un nivel de vida de calidad.

Con el objetivo de poner un piso parejo, reducir la pendiente y quebrar de una vez por todas el techo de cristal, ONU Mujeres propone seis estrategias. Me limitaré a enumerar cada una y agregar una política concreta.

1. Reconocer, reducir y redistribuir el trabajo doméstico y de cuidados no remunerado (aumentar la disponibilidad de servicios de cuidado infantil asequibles).
2. Avanzar en la construcción de sistemas de protección social universal con enfoque de género (ampliar la cobertura de transferencias monetarias promoviendo la corresponsabilidad de los padres en el cuidado de hijos e hijas).
3. Crear más y mejores empleos y transformar el trabajo en favor de los derechos de las mujeres (fortalecer las inspecciones de trabajo y volcarlas decididamente a actividades precarias altamente feminizadas).
4. Fomentar relaciones de familia igualitarias que reconozcan la diversidad de los hogares en la región y los derechos y deberes de las partes (avanzar en licencias por maternidad, paternidad y parentales compartidas).
5. Crear las condiciones para el goce efectivo de la salud y los derechos sexuales y reproductivos de las mujeres: la maternidad como opción (prevenir el embarazo adolescente).
6. Contener los efectos adversos de la desaceleración económica en la igualdad de género (progresar hacia un gasto público redistributivo y con sensibilidad de género).

En lo que estas políticas públicas se aplican, bien haríamos los hombres en reconocer que ese techo de cristal existe. Un cristal que no es tan invisible, sino que es opaco.

*Secretario Particular del Gobernador de Yucatán

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