José Juan Cervera
Foto detalle de [i]Anecdotario de la Revolución[/i]*
La Jornada Maya
Martes 21 de noviembre, 2017
La anécdota, en sí misma, pudiera antojarse trivial, por apelar a la minucia, a la percepción fragmentaria de un todo que discurre aleccionador en su grandeza y resta atención a detalles y datos de peso ligero. Pero este atributo es el que con más precisión conduce a aquilatar los claroscuros de las personalidades y de los movimientos sociales, así sea con furtivas miradas que permiten discernir los retazos de verdad alojados en los intersticios de los más vistosos escenarios épicos.
Con ese afán de escudriñar desde modestos ángulos los iluminados salones de la historia oficial, el zacatecano José G. Montes (1908-1979) nos legó su Anecdotario de la Revolución, libro que su familia hizo editar dos años después de su muerte. Descrito en un breve texto introductorio como “maestro de vocación y escritor desinteresado”, fue también autor de [i]Cuentos verídicos[/i] y [i]Tlaltenango de Zacatecas[/i]. Su estilo es llano y entretenido, aunque descuida un poco la puntuación en el desarrollo de sus pasajes.
Si bien puede inferirse que la obra se nutrió en parte de los ambiguos veneros de la tradición oral, en algunos casos menciona fuentes impresas, como la autobiografía del general sonorense Pedro J. Almada, los testimonios del intelectual costarricense Rogelio Fernández Güell (hermano en creencias espiritistas de Francisco I. Madero), los vívidos relatos de Martín Luis Guzmán y uno de los escritos del periodista veracruzano Roberto Blanco Moheno.
Así como describe episodios que comprometieron la acción política y militar de grandes caudillos revolucionarios, también recoge hechos que protagonizaron personajes de menor rango histórico, pero merecedores también de un espacio en la memoria colectiva. Documenta lazos que se entretejieron para transformar una incursión bélica o una decisión delicada en un efecto exitoso o en un suceso que reclamó ajustes tácticos y despliegue de reservas diferidas.
Destaca rasgos contradictorios, admirables y ominosos de generales y guerrilleros, estadistas y subordinados que marcaron el orden de los acontecimientos y favorecieron el advenimiento de nuevas instituciones o la supresión de viejas estructuras y prácticas distintivas de épocas en retirada. Refiere por igual hazañas, infidencias, arbitrariedades, golpes de audacia y planes frustrados, y recrea momentos de regocijo presididos por el ingenio popular, luciendo las galas de la ocurrencia memorable.
De Madero, por ejemplo, subraya su habitual condescendencia, que lo llevó a perdonar a temibles adversarios que retribuyeron sus gestos benevolentes con ingratitud y bajeza. Y Pancho Villa, que se empeñó en ajusticiar con rigor inexorable no sólo a sus enemigos sino incluso a quienes cometían una falta entre sus propias filas, se distinguió también por su afán de ayudar a los desposeídos, repartiendo dinero en los pueblos que recorría o socorriendo a niños de la calle en noches de frío intenso, como la del 8 de diciembre de 1914 en la capital del país.
Este anecdotario evoca la presencia de combatientes extranjeros entre las fuerzas revolucionarias, el hambre pavorosa que asoló a la ciudad de México en 1915, acentuando las tribulaciones de sus habitantes; la Expedición Punitiva comandada por el general Pershing tras el asalto de Villa a la ciudad de Columbus, y el repudio con que las tropas estadunidenses fueron recibidas por la población mexicana fronteriza, destacando la figura patriótica de Elisa Griensen, vecina de Parral que rechazó indignada la incursión yanqui.
Montes reproduce algunas anotaciones que hace Pere Foix en su biografía de Lázaro Cárdenas, alusivas a una arenga que pronuncio Santibáñez, lugarteniente de Saturnino Cedillo, en un lenguaje enrevesado y confuso en el que incorporó términos como menstruación y concupiscencia queriendo transmitir ideas que perseguían otros significados.
Esta colección de anécdotas expone con claridad que el conflicto armado tuvo más sustancia que el simple movimiento de tropas y las estrategias castrenses que competían en él, extendiéndose en cambio a una suma de experiencias amargas y esperanzadas que cuajaron en nuevos desasosiegos y aspiraciones urgidas de satisfacción cabal.
*José G. Montes, [i]Anecdotario de la Revolución[/i]. México, Servicios Linotipográficos Balderas, 1981, 156 pp.
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