Consejo técnico escolar (Parte 2)

Margarita Robleda Moguel
Foto: Rodrigo Díaz Guzmán
La Jornada Maya

Miércoles 8 de noviembre, 2017

El último viernes de cada mes, jardines de niños, primarias y secundarias de todo el país realizan, para desasosiego de padres de familia que no saben qué hacer con sus hijos, el Consejo Técnico Escolar. Para muchos, me incluyo, dicho día eran uno menos en la ya de por sí pobre educación de nuestro país.

De visita en Agua Prieta, Sonora, mi amiga, la supervisora de la zona 050 de preescolar, Carmen Alicia Cantú Castro, me invitó a acompañarla a Esqueda, comisaría del municipio de Frontera, Sonora. La idea era que mientras ella sesionaba en el Consejo Técnico con las maestras y directoras de su zona, yo recorrería el rumbo. La curiosidad pudo más y decidí quedarme para descubrir con qué facilidad juzgamos lo desconocido. En este caso, el consejo estaba integrado por maestras de jardines de niños tridocente, bidocente y unitario. Basta leer esos nombres para imaginar todas las limitaciones que pueden tener por la distancia con los centros de población, actividades económicas de la zona, y demás, pero al escucharlas hablar con tanto compromiso, conciencia de su labor y conocimientos, no pude menos que agradecerles alimentar mi esperanza.

Esto se va a poner peor. Aún falta un buen trecho de oscuridad antes de la llegada del amanecer. Los maestros de hoy se enfrentan con niños ávidos de atención, que, en muchos casos, exigen con violencia. “Insaciables e insociables”, los llama Carmen Alicia. Los padres de familia, inmersos en las prisas de lo inmediato, no se dan cuenta de la trascendencia de sus actos y les dan a sus hijos tablet en la cuna y luego no se explican por qué el niño tarda tanto en hablar. “¿Cuándo le hablaste tú?” Pregunto en mis charlas. Les dan, sin considerar consecuencias, el celular al niño, “para que esté tranquilo y no de lata” y luego no se explican el déficit de atención, violencia y pobreza de vocabulario; sus problemas para relacionarse.

En Mérida, en una presentación en un jardín de niños, les dije: “A ver, vamos a jugar: denme una palabra, vamos a rimar con ella.” La sorpresa, en este caso, dolorosa, vino cuando un niño, alzando la mano gritó: “¡Matar!” Me volví a ver a las maestras y vi en sus ojos la tristeza teñida. Más tarde les pregunté “¿cómo pueden enseñarles algo”. La respuesta fue un abrazo con ojos mojados, comprendí su impotencia. ¿Qué hacer?

Sí, qué bueno que existen, por lo menos una vez al mes, los Consejos Técnicos Escolares en todo el país, incluyendo las comisarías serranas como el caso de Esqueda, donde el equipo docente evalúa su trabajo y se alimenta de ideas; intercambia experiencias, información, novedades, propuestas, esperanza. Felicito al que se le ocurrió la idea en la Secretaría de Educación Pública y, sobre todo, al que tomó la decisión de implementarla. Cuantas propuestas de maestros inteligentes y comprometidos se quedan en el tintero. Frente a la realidad, quizá sea hora de iniciar los Consejos Técnicos Familiares, donde los padres de familia, abuelos, tíos, asociaciones y comunidad en general, nos juntemos a evaluar nuestro entorno y podamos hablar y aterrizar acciones de lo que urge hacer antes de que esto, como me temo, se ponga peor.

Felicito a la supervisión 050 de Sonora por su acompañamiento tan efectivo, así como a las excelentes maestras de Esqueda. Me llena de esperanza saber que, en mi tierra, la península de Yucatán, también tenemos maestros talentosos y comprometidos con la comunidad que están haciendo su parte para librarnos con su luz, de la oscuridad de la ignorancia. Como María Candelaria May Novelo en Dzitnup, Cielo Tuz y Nelda Isidra Chi Cauich en Valladolid, Marissa Loria Cosgaya en Tinún, Pepe Hernández de la secundaria Cuauhtémoc Pustunich, Ticul y su equipo, Ligia Sauri Ávila en Tizimín, Nelia Braga Méndez, Cotty Lissete Trujillo Sosa, Aurelio Sánchez, Blanca Alicia Pech Salazar en Dzibalché, Campeche, entre muchos otros que en este momento, sus nombres se esfuman, pero sé que su actividad comprometida me confirma que somos más los buenos.

Si nuestro quehacer no está alcanzando el objetivo de que todos vivamos mejor, toca evaluar, analizar y reformar todo; comenzando, en este caso, con lo que tendría que ser la esencia de la Reforma Educativa, el único sustento que nos permitirá brincar el bache en el que nos encontramos atorados: la ética, producto de la educación.

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