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del

Hugo Martoccia
Foto: @DHCAGUAKAN
La Jornada Maya

Lunes 23 de octubre, 2017

Si hay un tema en el cual es difícil engañar a la sociedad del norte quintanarroense es con Aguakán. No se le puede hacer entender a un cancunense, por ejemplo, la razón de que esa empresa mantenga la concesión del servicio de agua y saneamiento.

Ni hablar, siquiera, de explicarle algo así a un playense o a un habitante de Puerto Morelos, que pasaron a formar parte, sin quererlo, de ese hiperbólico mundo de corrupción que se generó en el borgismo.

Como ha pasado en cada administración en los últimos años, el actual gobierno también utilizó a Aguakán como una bandera de campaña electoral, y ahora parece no saber cómo salir del entuerto. El tema Aguakán gana votos, pero luego hace perder prestigio y credibilidad.

Quizá porque no darle el beneficio de la duda, esta vez sí se decretará el fin de uno de los capítulos más infames de la corrupción política del estado. La palabra la tiene el gobierno y el camino a recorrer es cada vez más angosto.

[b]Las dos versiones[/b]

Un sector del gobierno asegura que la rescisión del título de concesión de Aguakán es sólo cuestión de tiempo. Según esa versión, la administración hace un trabajo minucioso para probar todas las faltas de la empresa. Casi sostienen que no hay forma de que la concesionaria se defienda. Su destino estaría sellado.

El otro sector del Gobierno repite, como de memoria, casi las mismas palabras. Sin embargo, ha optado por la opacidad. Se habla poco y confusamente del tema. No hay datos técnicos, ni opiniones con sustento. Parece más bien una cortina de humo y, como se sabe, detrás de una cortina se pueden esconder muchas cosas.

La historia y la realidad nos hacen siempre mal pensar. En ambos discursos, queda un espacio para creer que existe la intención de buscar el camino más directo hacia algún tipo de acuerdo innombrable, que deje contentas a ambas partes, empresa y gobierno.

No se trata de una elucubración simplista; esto ya lo vimos demasiadas veces. Lo hicieron todos los gobiernos y, lamentablemente, la memoria colectiva tiene predilección por los malos momentos.

Aguakán se ha mantenido en su lugar porque siempre supo tener cláusulas contractuales a su favor, y, a la vez, funcionarios contentos con su permanencia. Se supone que esta administración estatal ha entendido lo que está mal, y tiene la intención de cambiarlo. Pero el tiempo pasa y no hay respuestas contundentes.

[b]¿Nuevos aliados?[/b]

A todos sorprendió días atrás el anuncio de Aguakán de que invertirá 70 millones de pesos en dos años para el drenaje en las zonas más antiguas de Puerto Morelos. Ese municipio había sido uno de los primeros que había levantado la bandera en contra de la permanencia de Aguakán.

La alcaldesa Laura Fernández le restó importancia a esa presunta incongruencia. Dijo que ella ya pidió que se retire la concesión de Aguakán y que sea CAPA la encargada del servicio. El tema está en el Consejo Directivo de CAPA. Mientras tanto, dijo, seguirá con las inversiones, que es lo que su municipio necesita.

El gesto político de Laura Fernández, sentada a un lado del director general de Aguakán, prendió varias alarmas en un sector del gobierno estatal, pero hay algo que debe decirse: la morosidad en el tema supera a los alcaldes.

La concesión de la empresa está en manos de CAPA y de una decisión política del más alto nivel. Es eso o dejar que la promesa de campaña navegue hacia el olvido. Los alcaldes, todos, son apenas espectadores de esa batalla.

[b]Símbolo de corrupción[/b]

Aguakán fue siempre para los partidos de la vieja oposición, y hoy gobierno (PAN y PRD), uno de los más grandes símbolos de la corrupción priísta.

Roberto Borge, como era de esperarse, llevó la situación al límite más absurdo: prolongó la concesión de Aguakan en tiempo y espacio, y desapareció más de 1500 millones de pesos relativos a ese acuerdo, incluyendo un crédito de CAPA que no tenía ningún sustento. Hasta los viejos corruptos empalidecieron de vergüenza ante esa maniobra.

Pero hay que decirlo con todas las letras: Aguakán es una caja gigantesca. Cada año recauda más de dos mil millones de pesos. Un viejo político priísta, dijo, de manera enigmática: “imagínate que el 10 por ciento de eso llegue a las manos indicadas y de la manera indicada”.

Ahí está el fondo de todo el asunto.

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