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del

Francisco Hernández y Rubén Torres
Foto: Cuartoscuro
La Jornada Maya

Martes 29 de agosto, 2017

En el breve lapso que nos separa del mes de junio de 2018 el país vivirá la efervescencia de otro proceso más de renovación del poder público. En unos cuantos meses la sociedad mexicana entrará al período de los balances, evaluación de resultados, precampañas y campañas correspondientes al ciclo electoral 2017-2018. Esta vez, en un proceso electoral sin precedente, los mexicanos de prácticamente todo el país, elegiremos a más de 3 mil 300 representantes populares, desde el presidente de la República, senadores, diputados, gobernadores y presidentes municipales de varios estados y municipios del país.

Para el presidente Peña y su partido, el horizonte pinta descolorido, esta vez no por el hartazgo acumulado de varias décadas de crisis recurrentes y políticas fracasadas, como ocurrió en el 2000 con la llegada de Vicente Fox a Los Pinos, sino porque, en este regreso del PRI al gobierno, le bastaron menos de seis años para reproducir ese hartazgo, y ampliarlo, al grado de que su continuidad al frente del poder federal está severamente amenazada.

En este contexto que se vivirá a nivel nacional, que desde ahora advierte el riesgo de que el PRI pierda la titularidad del Poder Ejecutivo, el estado de Yucatán será también escenario de la renovación de la gubernatura, sus 106 presidencias municipales y su Congreso Local. ¿Qué impacto tendrá en las elecciones de Yucatán de 2018 el desprestigio del primer mandatario y primer priísta del país y de su partido? ¿El priísmo yucateco resentirá la crisis de credibilidad y la impresión de corrupción generalizada que priva del priísmo nacional? ¿Lograrán sus candidatos, y especialmente su candidato a la gubernatura, sortear la impresión ciudadana de que todos son iguales (Borges, Duartes, Moreiras y un largo etcétera)? ¿Capitalizará el PAN esa circunstancia para regresar a gobernar el estado y continuar gobernando su capital?

Hasta hoy, el gobernador Rolando Zapata no tiene en su haber “la fama” con la que cargaron a lo largo de su administración Duarte, Borge o Moreira, por referirnos a los casos más conspicuos de corrupción y mal gobierno. Al contrario, RZB tiene fama de ser uno de los escasos gobernadores priístas “buenos”, al que “no se le conocen triquiñuelas” que “bien gobierna” un estado “seguro, exento de violencia y delincuencia organizada.”

Mérida obtuvo el puntaje más alto de todas las ciudades evaluadas en México (83.3) y es la que está calificada con la mayor calidad de vida, si bien este mérito puede atribuirse en gran parte a la administración panista que gobierna el municipio desde hace muchos años. El Inegi ha reportado que Yucatán es una de las entidades del país con tasas de crecimiento económico por arriba de la media nacional, llegando en 2015 al cuatro por ciento. La industria de la construcción, servicios y actividad turística que ha logrado atarse gradualmente al turismo de la zona de Cancún y la Riviera Maya, encabezan la actividad económica del estado con un éxito relativo reciente. Mérida y Yucatán se han convertido en el “destino de moda” del turismo nacional y extranjero.

En medio de la crisis campechana que trajo la debacle petrolera de los primeros años de esta década y del desastre del gobierno de Borge en Quintana Roo, Yucatán emergió en la península como la tierra de la gran promesa que brinda nuevamente oportunidades de inversión en distintas áreas de la economía, pese al fracaso del ensayo maquilador que generó expectativas en la península por algunos años. Hoy algunos sustentan el buen comportamiento económico de Yucatán en el dinamismo de la construcción y del sector inmobiliario, en la expansión de algunas ramas de los servicios ancladas en el turismo y en el llamado turismo médico para los sectores de ingresos medios y altos. Hasta aquí todos son puntos buenos para la actual administración.

Sin embargo, RZB no parece ser un político distinto a la mayoría de los priístas de toda la vida, y prácticamente de todos lados. Se trata más bien de un político tradicional, que no difiere en lo más mínimo de la política federal, que la apoya sin chistar, que asume en su propia práctica política el discurso y las políticas federales, un gobernador, para decirlo de alguna manera, que no ha sido incómodo para las huestes priístas, que no lo es a la fecha y que espera que eso le valga un puesto en el gabinete federal del 2018-2024.

Basta recordar algunas de sus palabras en su toma de posesión como gobernador aquel 12 de octubre de 2012, en la que al más viejo estilo priísta recurrió a la retórica del compromiso para afirmar que sería un gobernador “serio, disciplinado, responsable y que cumpla”. Al igual que lo había hecho Peña Nieto en su campaña para gobernador del Estado de México y luego en la presidencial, RZB llevó ante notario público 227 compromisos de gobierno que cumpliría a lo largo de su administración.

Recurrió también al trillado discurso de los políticos neoliberales que gobiernan el país desde 1982, y que los gobernadores han copiado a pie juntillas, utilizando el concepto de austeridad y específicamente del Programa de Ajuste Financiero y Nueva Cultura de Austeridad en el Gasto Público, como si con austeridad se pudiera generar una mayor expansión de la economía y el bienestar de la gente. No habló de un uso racional y eficiente de los recursos públicos que impactaran positivamente el crecimiento de la economía de Yucatán. No. Habló de ese viejo concepto que puesto en práctica, para los propios yucatecos y los mexicanos en general, se ha significado en sacrificios permanentes y en un deterioro creciente de las instituciones del estado, pero con ello se comprometía a ser “¡un gobernador a la altura de Yucatán!”

Un gobernador a la altura de Yucatán que seis años después quería dirigirse a sus hijos con la conciencia tranquila y la satisfacción de haber hecho bien las cosas, que le confirmaba a Enrique Peña Nieto, presidente electo, que Yucatán apoyaría todas las iniciativas y reformas de la agenda de su gobierno; un gobernador que le decía a su pueblo en su toma de posesión que “Peña Nieto era el hombre que México necesita”.

A poco de iniciarse la 22 Asamblea Nacional que definirá el futuro del priísmo nacional, pareciera que el gobernador Rolando Zapata Bello ya dio luz verde al grupo de priístas que buscan la candidatura estatal para el 2018. Por lo menos así lo deja ver un desbordado Víctor Caballero, “el hombre bueno”, quien a últimas fechas ha intensificado su actividad en redes sociales y en medios tradicionales como radio y periódico. Al secretario de Educación estatal varias y distintas encuestas de opinión lo dan como un candidato con amplias posibilidades, no sólo de ganar la candidatura, sino incluso la gubernatura, pese a que la construcción de su imagen lo revela como un personaje sumamente conservador; como el “hombre bueno” que no rompe un plato, siempre cumplidor, una especie de nerd que cumple con la tarea. Quien sabe si dicha construcción mediática sea la más conveniente, lo que queda claro es que el secretario de educación está lanzado con todo en búsqueda de la candidatura y con el beneplácito del jefe Rolando.

Por su parte, el diputado Carlos Ramírez Marín, después de haber operado con éxito la campaña de Alfredo del Mazo en el EdoMex, se siente fuerte y con posibilidades reales; bastaba escuchar al diputado en la entrevista que concedió a radio fórmula el 5 de junio por la mañana, para saber que irá por la candidatura. No cabe duda que el triunfo de Del Mazo dio una bocanada de aire fresco al gobierno del presidente Peña Nieto y al PRI mismo, lo que hizo subir sustancialmente los bonos del diputado yucateco. Sin ubicarse en el primer círculo del presidente, Ramírez Marín podría hacer jugar a su favor su renovada cercanía con Los Pinos. A lo anterior hay que agregar las últimas encuestas publicadas por la jornada donde aparece a la cabeza de las preferencias electorales aunque con un voto sumamente fragmentado.

El joven maravilla Pablo Gamboa Miner tampoco pierde esperanzas y, al contrario, también comienza a desplegar una serie de operadores políticos locales, todos ellos jóvenes próximos a su generación, para eventualmente tener el visto bueno de papá y poder competir por la candidatura. Es harto conocido que por recursos el joven Gamboa no pararía. Sin embargo, es precisamente su juventud la que puede jugar en su contra; algunos analistas consideran que si esperase hasta 2024, sus posibilidades serían mayores y además su juventud se transformaría en un plus y no en un hándicap. Como sea, Gamboa Miner no desperdicia oportunidad para darse sus baños de pueblo en varias comunidades de Yucatán y colonias de Mérida.

Sin ser de la misma generación, pero sí joven, Mauricio Sahuí, secretario de Desarrollo Social, parece ser el candidato que equilibraría las cosas al interior del revolucionario institucional. Sin embargo, es el mismo priísmo el que lo rechaza abiertamente por su pasado Ivonnista y por sus constantes banderazos, cambiando de grupo y fidelidad de acuerdo a sus conveniencias; esto último lo vuelve un precandidato a no perder de vista dado que hasta el momento se ha mostrado sumamente hábil a la hora de negociar y acomodarse entre la clase política priísta.

El secretario de gobierno, Roberto Rodríguez Asaf, parece descartarse y se concentra en los asuntos de gobierno, aunque ya sabemos que en política los muertos no existen, por lo cual no lo perdamos de vista. Hay que ver, por ejemplo, sus anuncios, por lo menos espectaculares, respecto a la modernización del Escudo Yucatán, el alza en los salarios de la policía y la muy importante política de alerta de género que le ha dado muchísimos reflectores.

Del lado del PAN, parece tiro cantado entre el alcalde Mauricio Vila Dosal y su predecesor Renán Barreda; Vila aparece muy bien posicionado en la mayoría de las encuestas, y en las últimas semanas se ha activado en las colonias de la capital con el programa de desove de coladeras y re-bacheo de las calles aunque siempre ande implacable. Por su lado, Renán Barrera parecía que con el fiasco de las luminarias se caerían sus aspiraciones; no obstante, el exalcalde ha sabido leer acuciosamente la situación y con un discurso anti-sistémico y anti-corrupción va ganando en simpatías entre la población; no olvidemos que Barrera salió de la alcaldía con fuertes márgenes de aprobación ciudadana y que, contrario a Vila, trata de vender eficacia antes que pura imagen. Por su parte, Raúl Paz Alonso parece estar resignado a buscar la senaduría o bien alguna diputación federal.

El banderazo de Rolando está dado y después de la asamblea priísta todos los precandidatos se moverán para su causa. Es hora de balances, evaluación de resultados y de precampañas, ¡por lo pronto..!

[i]Mérida, Yucatán[/i]


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