de

del

María Briceño
Foto: Rodrigo Díaz Guzmán
La Jornada Maya

Lunes 10 de julio, 2017


A dos años de vida periodística de La Jornada Maya considero justo contar cómo empecé a trabajar en ella. El periódico anunció su lanzamiento en la Filey 2015, a la cual asistí en compañía del ya reconocido reportero Paul Antoine. Compartimos muchos comentarios esa noche pero estoy segura de que, más que nada, en silencio pensábamos “quiero trabajar en[i] La Jornada Maya[/i]”. A partir de eso nos tomó un tiempo formalizar una entrevista, aunque a decir verdad a mí me tomó más. No pedía trabajo sino ser practicante, debido a que me encontraba estudiando aún. Pero Paul, con esa cualidad de insistencia adherida a los reporteros, me decía “insiste”.

Yo sabía que este periódico era la única opción para ejercer la profesión que deseaba, lejos de los medios que entran en el vaivén del amarillismo, los cuales, con seguridad, un practicante llega a servir café y a sacar copias.

En [i]La Jornada Maya[/i] no fue así. Desde el primer día se me impusieron retos y enseñanzas, ya que se necesitaban manos de gente entregada que entendiera de la causa, esa que nos hace ser militantes más que empleados. Recuerdo que las elecciones de 2015 son las responsables de que haya decidido ser periodista. Éramos pocos en la naciente redacción, pero logramos una destacada cobertura de ellas, logramos dividir esfuerzos y ser fuente de información para reporteros en la radio que, a su vez, daban seguimiento al proceso electoral.

Así fue como aprendí de Fabrizio que un periodista no tiene horario. A menudo nos sorprendíamos recordándonos detalles en la madrugada, aprendí de su capacidad de improvisar hasta armar toda una edición, hacer llamadas, pasar contactos, comer cuando se puede y dejar el ego en el buró de la cabecera. Aprendí de nuestros editores, cuya picardía sólo frena a la hora del cierre. Yo les entregué mi tiempo y a cambio me enseñaron qué diablos es una “princesa”, un debe, el peso de una responsabilidad, una exclusiva, un zapato, un “roba plana”, una errata, una crónica, una entrevista y, en efecto, a hacer del periodismo un estilo de vida, es decir, mi forma de vida.

Por eso en este aniversario, además de agradecer a nuestros lectores, agradezco a [i]La Jornada Maya[/i] por ser formadora de jóvenes periodistas, por ser una escuela que se nutre de varias generaciones conjugando conocimientos.

Una vez que formé parte del equipo no me quedó más que ser sombra vigía de los profesionales, trabajando horas extras para alcanzar a ver la edición del periódico impreso e intentar colarme en todos los procesos.

Ahora, como coordinadora de información, también aprendo de los reporteros; de sus cualidades, diferentes capacidades, manías, horarios, jugadas. De las instituciones, artistas, de las formas adecuadas. Entramos en una sincronía impensable que se arma y desarma diariamente en algo distinto, con la única exigencia de seguir existiendo.

[i]Mérida, Yucatán[/i]
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