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Texto y foto: Fabrizio León Diez
La Jornada Maya

Lunes 19 de junio, 2017

Al gobernador de Campeche, Alejandro Moreno, se le ve de vez en cuando en Los Pinos platicando por los pasillos y jardines de la casa presidencial con el jefe del Ejecutivo, como cuando Peña Nieto pasea por las calles de la ciudad amurallada, donde el Estado Mayor Presidencial lo resguarda hasta con cierta tranquilidad, cada vez que visita el estado.

El lunes de la semana pasada, durante una visita privada en las oficinas de [i]Alito[/i], mientras nos platicaba, sonó un timbre que supimos era de una frecuencia especial porque el gobernador cortó de tajo la plática y su mirada se entrecerró; tornó su asiento en un movimiento casi marcial para acercar la bocina roja al oído derecho y, con la certeza de cuando uno habla con alguien muy cercano, el mandatario contestó en modo de usted y con la confianza del tú, en un diálogo con el preciso reconocimiento y las señas secretas que sólo la amistad logra, y hace de ella complicidad.

Se pusieron de acuerdo, como se queda con alguien cuando un pendiente no se ha terminado o como para continuar el juego de dominó.

Una plática privada que se volvió secreta cuando la mirada de Alejandro Moreno Cárdenas y su ceño fruncido actuó en coordinación con su brazo y, con la mano estirada, me señaló con su dedo, como se le ha visto hacer en sus discursos o cuando indica, en corto, algo por lo que está muy molesto, o cuando advierte de los peligros por hacer o no una acción política o informativa. Un gesto sin voz, que intimida.

Es momento de salirse de la oficina y obvio no reproducir lo que ahí se logró escuchar, aunque el objetivo era verse en breve. Los pendientes políticos que tienen a tratar no son pocos.

La agenda cambió luego de las 18 horas con tres minutos del domingo 5 de julio, cuando llegó la primera cifra de los posibles resultados de las elecciones del estado de México y el diputado yucateco Jorge Carlos Ramírez Marín mandó el mensaje al Presidente con la seguridad de que la diferencia de votos, muy apretada, les iba a dar el triunfo y, con ello, la certeza de que los movimientos políticos para el 2018 se contaban a partir de ese momento en la cuenta regresiva de menos 364 días.

Muy pocos pudieron observar y vibrar ese momento en que la incertidumbre de la mañana se tornó en el modesto brindis nocturno que merece el haber ganado un batalla.

El único gobernador presente era del sureste mexicano. “Muy cerrada, pero ganamos. Lo importante es ganar”, se concluyó.

En su oficina de gobierno, Moreno Cárdenas bebe café express con la rapidez con la que contesta decenas de mensajes acumulados en el whatsaap. Viste una guayabera blanca ajustada con el escudo del estado estampado del lado izquierdo. El cuidado de sus ideas al expresarlas no contrasta con su figura ni el arreglo ordenado de su escritorio.

Uno de los pendientes de esa agenda se ha desahogado en el restaurant La Pigua, mientras el chef Francis Hernández sirve las perfectas manos de cangrejo; la asamblea del PRI, donde se elegirá (o nombrará) al presidente del partido, tendrá en sus manos las llaves de los candados para designar (o elegir) al candidato a la Presidencia de la República, su narrativa y los blindajes que éste necesitará para imponerse (o ganar) a Andrés Manuel López Obrador, de Morena.

El presidente Enrique Peña Nieto no tiene decidido quién será su candidato y el PRI no sabe quién podrá reemplazar a Enrique Ochoa. El equipo de Miguel Ángel Osorio Chong actúa con la certidumbre propia de la costumbre y los esperanzados de la prudencia levantan la vista para enfocar al doctor José Narro como un caballo negro, mientras el presidente Peña Nieto, por unas horas, lo consulta y barajea con el oriundo de las tierras campechanas.

Por la esquina del hotel Castelmar, a unos metros de la Puerta de Mar pasa conduciendo una camioneta blanca y saluda. Es mediodía. “¿Qué haces por aquí, periodista?”, pregunta el gobernador campechano, y ofrece un [i]ride[/i].

A la medianoche llega a los portales de la plaza de San Francisco, cena dos trancas de pan francés con jamón claveteado y sigue discutiendo y citando una frase de Benito Juárez, que a la menor provocación repite: “Malditos aquellos que con sus palabras defienden al pueblo y malditos aquellos que con sus hechos lo traicionan”.

Ahí, otra vez, nos lo encontramos y repite: “¿Qué haces por aquí, periodista?”

[i]Mérida, Yucatán[/i]

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