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Martín Tonalmeyotl
Foto: Manuel Álvarez Bravo
La Jornada Maya

Domingo 30 de abril, 2017

Una forma de manifestar el hartazgo social en el que vivimos es a través de la escritura. Uno puede usar cualquier recurso literario porque escribir es como darle vida a aquello que es acosado por el olvido, la injusticia y tal vez la muerte.

Las lenguas del mundo y de México, a pesar de tener redes sociales efectivas y producir de manera cotidiana nuevos hablantes, también llegan a morir, y cuando esto acontece, la escritura se convierte en un rastro único e identificable donde se puede palpar el conocimiento humano a través de libros, diccionarios, enciclopedias y otros materiales de estudio para las futuras generaciones. Escribir en las lenguas originarias se ha vuelto una necesidad para resaltar, enaltecer, describir, rescatar, denunciar y revitalizar un idioma sin que las fronteras geográficas o culturales representen un obstáculo.

Muchos optan por escribir en la lengua dominante, otros desde nuestro idioma originario, donde las palabras y los pensamientos tienen una carga ideológica diferente. Uno elige qué escribir y en cuál idioma. Algunos escribimos acerca de nuestras dolencias, lo que nos agobia, aquello que arranca nuestras vísceras a punta de coraje. Otros escriben sus alegrías o las de otros, sus sueños, las etapas de la vida. Muchos no están de acuerdo que escribamos en la lengua y en español. Algunas veces hay que hacer caso omiso porque mucha gente no propone, no habla, no denuncia, no manifiesta su gusto o desdicha, sólo critica y nos deja la responsabilidad de todo lo que pasa en el medio social, educativo y literario, como si nosotros fuéramos responsables.

La escritura es puente de comunicación de una sociedad, de una cultura con otra. Una forma de hacer diálogo entre conocidos y desconocidos. Leernos, escucharnos, escribirnos unos a otros aun a pesar del desacuerdo es una forma de intercambiar ideas, opinar sobre nuestra realidad.

Para los escritores en lenguas originarias de México y seguramente de otros pueblos americanos, el español es la lengua-puente para con los otros, pertenezcan o no a un pueblo originario. Los pertenecientes a una cultura propia, a pesar de conocer de nombre los 68 idiomas existentes en nuestro país (69 con el español), no dominamos estos idiomas para leernos en su escritura original, y desde el español nos comunicamos con los ñuu savi, me’ phaa, nahuas, wixaritari, tutunakú, huaves o yoremes. No saber leer una literatura en su escritura original no tiene que ver con el menosprecio a una lengua, por el contrario, al leer desde el español conocemos el pensar de otra cultura, sus padecimientos, gustos, enojos, el conocimiento que tiene acerca de los animales y los lugares sagrados.

Algunos pueblos de los 68 aun existentes, y con más de la mitad de sus idiomas a punto de extinguirse, son aún vírgenes de estas manifestaciones artísticas con el alfabeto latino provenientes del medio urbano. Los pueblos antiguos han sido orales desde que se crearon y lo siguen siendo en el siglo XXI. Otros, como el náhuatl, el maya, el zapoteco, el mixteco, idiomas con más hablantes y más escritores, están envueltos ya en todos estos medios.

La gran mayoría de los que escribimos en una lengua originaria pertenecemos a una comunidad pequeña, hemos sido autodidactas para la escritura y la lectura de nuestros idiomas. De igual modo, muchos trabajamos desde temprana edad para sobrevivir en nuestros propios pueblos o en otro lugar porque provenimos de familia pobre o muy pobre. Sin embargo, nuestros padres, vecinos, abuelos y gente de la comunidad nos han enriquecido con sus conocimientos de la vida cotidiana, las estrellas, el alegrar de las aves, la relación del hombre con la naturaleza, la magia de las creencias. Al expresar todo lo anterior lo hacemos a través del medio literario, sea novela, poesía, cuento, ensayo, artículo o algún otro texto donde se narra. También escribimos de las cosas que nos perturban, aquello que atraviesa nuestra alma con un cuchillo, que roba nuestra libertad de expresión, nuestra forma de vivir. Algunos escribimos contra la narcoviolencia impuesta en nuestras comunidades con el objetivo de robarnos nuestros recursos naturales, en complicidad con los políticos corruptos que siguen lastimando a la sociedad mexicana. Escribir es una manifestación desde lo propio o desde el sentir colectivo.

La escritura en lengua originaria también significa un doble esfuerzo. Hasta ahora no existen traductores especializados de la poesía y la narrativa de estos idiomas. Cada autor es su propio traductor y por tanto, cada texto requiere el doble de esfuerzo que la sola escritura en una lengua. Los que escriben y traducen no sólo de una lengua originaria, sino del inglés, el francés y otros idiomas al español, sabemos cuán difícil es este trabajo.

Escribir y leer van de la mano. Uno no debe de resistirse a leer la literatura escrita en español o en otros idiomas. La literatura no debe de ser exclusiva de cierto grupo social, en ella se conjuntan los conocimientos humanos. Los que escribimos debemos de ser más abiertos, aceptar los diferentes puntos de vista, porque a partir de eso podemos discutir inquietudes nuestras y de los otros. Podemos sembrar y hacer brotar el diálogo desde diferentes colores, ojos y palabras.

Y hay que decirlo, en los pueblos originarios no todo lo que existe es bueno, tampoco malo. Somos como otras sociedades, con aciertos en la vida cotidiana y la organización, o desatinos en los quehaceres. En las comunidades existen brujos, curanderos, gente envidiosa, hombres alegres, mujeres trabajadoras, niños berrinchudos, comerciantes sobresalientes, artistas, y actualmente en muchos pueblos originarios, un gran número de sicarios. Allí manifestamos nuestras razones acerca de la vida, no como nos lo cuentan sino como vemos, vivimos o simplemente escribimos acerca de los otros que viven o mueren, de los que dicen mucho y hacen poco, los que no hablan del racismo, de las cosas que nos gustan o detestamos, la miseria moral de nuestros gobernantes. En mi caso, escribo para denunciar, para sobrevivir al monopolio televisivo que no se cansa de engañar a la gente y vendarle los ojos para que vea una realidad tan falsa como la televisión misma.

Razones para escribir sobran. Sin embargo atreverse desde las lenguas originarias, o desde el español, cuesta y muchas veces cuesta muy caro y esto es visible en nuestros hermanos periodistas. Otras veces sólo es cuestión de atreverse a tomar los teclados de la computadora, tomar el lápiz y ponerse frente a una hoja en blanco. Escribir entonces puede ser un acto de protesta, de propuesta, de dibujarles a otros el mundo en que viven. La escritura es una herramienta única. Sin ella no podríamos manifestar pensamientos o resentimientos, ni sabríamos de los otros. Los escritores en lenguas originarias —los más jóvenes y realistas, a quienes nos ha tocado vivir en una sociedad no tan bella— manifestamos temáticas de rebeldía, de la triste vida cotidiana, de la sobrevivencia, de aquello que se está olvidando. Otros hablan del entorno, la convivencia con la naturaleza y lo bello aún existente en las comunidades originarias.

Algo muy visible en la literatura mexicana es que muchos escritores de habla española demeritan la literatura proveniente de nuestros pueblos. Piensan que es una literatura de baja calidad sin antes haber consultado los trabajos de Briceida Cuevas Cob, Mikeas Sánchez, Enriqueta Lunez, Mardonio Carballo, Irma Pineda, Natalia Toledo, Hubert Matiúwàa, Isaac Esau Carrillo u otros escritores mexicanos o de países vecinos como Humberto A’kabal, Hugo Hamiuy o Fredy Chingokana. Es literatura, cumple con los cánones estéticos. Como en cualquier otro idioma, existen autores con buenas propuestas y otros que no, igual que sucede con los escritores en español o francés. El aporte hecho por ellos no se encierra en un idioma o un pueblo originario, sino que contribuye al fortalecimiento de la literatura mexicana y universal.

Martín Tonalmeyotl, autor nahua, recientemente publicó el poemario bilingüe Tlalkatsajtilistle / [i]Ritual de los olvidados[/i].


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