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del

Alonso Arreola
Foto: Archivo
La Jornada Maya

Domingo 30 de abril, 2017

[i]El hombre que cambió la guitarra para siempre[/i]. Así se llama la última compilación que el célebre instrumentista inglés Allan Holdsworth lanzó días antes de morir, a mediados de este mes. Allí se concentran doce discos con casi toda su obra personal, más piezas inéditas; un sólido legado al que podemos sumar incontables colaboraciones en álbumes y conciertos que extendieron su fama subterránea entre músicos y conocedores del mundo entero. Se trata de una colección cuyo pretencioso nombre no le gustó, pero que dejó de pertenecerle en un último intento de justicia, pues no se ha revisado a fondo lo que logró. Claro, la enorme sofisticación de su oficio no llegó a conectarse con las más grandes audiencias (no creemos que ese haya sido su objetivo ni que haya muerto con frustración). Por ello, a diferencia de lo que pasa cuando algún artista fallece, hoy no basta señalar discos o composiciones, sino internarse en su manera de componer e improvisar. Algo único.

En uno de sus más conocidos videos pedagógicos aborda superficialmente lo que, a nuestro juicio, es uno de sus grandes secretos. Éste: él no veía las escalas como un grupo de notas limitadas por su fórmula interválica (la distancia entre tonos y semitonos) ni por digitaciones convencionales, sino como un terreno con múltiples puntos de conexión en donde se desarrollan incontables combinaciones. El brazo de su guitarra era, bajo esta idea expandida, un área que “iluminaba” todas las notas posibles para un contexto armónico.

Dicho de otra forma: piense que una guitarra promedio tiene entre 132 y 144 notas en trastes metálicos paralelos y que en ellos se repiten simétricamente las doce del sistema tonal, de Do a Sí, incluidas sus alteraciones (sostenidos o bemoles). Es por ello que si pudiéramos encender como luces los trastes correspondientes a una escala mayor, la que sea (la de Re por ejemplo), veríamos alrededor de 84 notas iluminadas a lo largo del instrumento. Brincar libremente de una a otra para trazar melodías o acordes es un juego que rompe inercias mecánicas y que reúne al oído con el arte del dibujo, de la “pintura aérea”.

Si mira el diagrama que hemos pedido incluir el día de hoy (gracias por su generosidad a Juan Puga, quien siempre nos ilustra con tanto tino) verá nuestra lectora, lector, el conjunto de notas de una de las escalas simétricas que más usaba Holdsworth. La escala Dominante-Disminuida constituida por la repetición de la fórmula Semitono-Tono. Ahora tome una pluma y trace líneas conectando círculos. Los que quiera. Eso, bajo el dictado del buen oído y con la técnica como vehículo (impresionante en Holdsworth), sería una forma de improvisación melódica sobre el diapasón de la guitarra (las líneas horizontales representan las cuerdas).

“No debemos dejar que las manos nos gobiernen”, dice Holdsworth en dicho video. Y sí, al escuchar su juego sentimos que no hay preconcepciones mecánicas, ni patrones constantes, ni permutaciones basadas en ejercicios. Aunque sí percibimos la unidad de su estilo, su persona; atestiguamos una exploración que abreva en los géneros que construyeron su vida pero reunidos en el alumbramiento de una originalidad peculiar. Sumemos, además, una ecualización que lo acompañó por cincuenta años, una expresión sonora basada en el oleaje de dinámicas extremas (subidas y bajadas de volumen).

Profundizando en su sonido podemos decir que por mucho tiempo usó las guitarras que la marca Kiesel diseñó exclusivamente para él. Asimismo, que fue pionero en el uso de la Synthaxe Guitar y de efectos que, precisamente, sintetizaban sus ejecuciones convirtiendo la naturaleza análoga del instrumento en una digital que le permitía disfrazarse de teclado, saxofón o trompeta, todo al cobijo de una alta reverberación. Tal como sucedió con mucha de la música grabada en los años ochenta y noventa, la de Holdsworth de pronto se vio encasillada en los parámetros del jazz-fusión que coqueteaba con el rock, sin embargo su fraseo vivirá por siempre como uno de los más notables en la historia de la guitarra.

Colaborador de bandas como Soft Machine, Level 42, Phish, Tempest, Gong, UK, y de artistas como Tony Williams, Gary Husband, Jack Bruce, Jean Luc-Ponty, Stanley Clarke, John Wetton y Bill Bruford, entre muchos más, Allan Holdsworth llega a su ausencia final marcando un cisma de insondable profundidad. Lo recordamos con melancolía este domingo mientras escuchamos el concierto que diera en el Alvas Showroom apenas diez días antes de morir, a los setenta y un años de edad. Haga lo mismo. Buen domingo. Buena semana. Buenos sonidos.


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