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Cuauhtémoc León Diez *
Foto: Rodrigo Díaz Guzmán
La Jornada Maya

Jueves 23 de marzo, 2017


El agua es un tema de seguridad nacional y regional, pero la agencia encargada de su gestión, la Comisión Nacional del Agua (Conagua), es una institución hecha para el México de los años 60. Sin una reingeniería en su estructura y funciones, simplemente ya no está a la altura de lo que el país, y las regiones, requieren.

El agua dulce, la que es posible utilizar para consumo humano, al menos en Yucatán no se ve porque está abajo de la tierra. En un momento en el cual se instala una planta que requiere de grandes cantidades de agua para la elaboración de su producto; por ejemplo, cerveza, su condición es incierta. Datos recientes de investigaciones académicas y ONGs muestran que el manto freático está muy contaminado y debería ser declarado en riesgo. Esto pone en una encrucijada el futuro de la población y su salud.

El abasto de agua para todo uso y para las poblaciones está, por decir lo menos, sujeto a la capacidad de cada quién para agenciársela. Los agricultores bombean, compitiendo con las ciudades que no detienen su expansión y a su paso dejan menos bosques y, por lo tanto, una menor capacidad de recarga del acuífero.

El acceso al agua en Yucatán, históricamente, ha sido motivo de conflictos sociales, por lo menos desde la época colonial, cuando los propietarios de estancias ganaderas comenzaron a cercar terrenos en los que había un cenote, negando el abasto a los pueblos mayas. Hoy, la crisis se asoma con el cambio climático y una nueva ley de aguas a discusión y en entredicho.

Sin políticas públicas asertivas, ni un departamento en el cual puedan dirimirse los conflictos por el agua con un sentido social, estamos en un escenario en el cual la gestión del líquido se hace a ciegas, sin datos, y para los mejores postores: grandes corporativos agropecuarios, industriales o privados y mineras, entre otros.

Mención aparte merece la gestión del agua dulce que llega al mar. La pérdida de mangle y los drenajes deterioran la costa y el agua marina tanto o más que la subterránea, afectando los corales y ecosistemas arrecifales que son a su vez atractivos turísticos.

En este territorio pirata, donde el agua y su calidad son tierra de nadie, corales, peces, turismo y salud están interconectados, aunque los responsables, por ser muchos, son también indefinidos.

Los Objetivos de Desarrollo Sustentable, firmados por México ante la ONU, se vuelven inalcanzables con nuestros problemas y con las instituciones escleróticas y osteoporóticas.

Festejar el agua sería festejar la felicidad y la salud, las garantías de poderla beber sin riesgo, de saber que todos tienen acceso y no están excluidos del uso futuro.

*Investigador del Centro de Especialistas en Gestión Ambiental (CEGAM)
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