Jorge Flores Hernández
Ilustración de Elizabeth Himes
La Jornada Maya
Viernes 17 de marzo, 2017
Desde que somos conscientes sabemos que hay algo en el aire que nos permite vivir, nos enseñaron que es oxígeno, esto es parcialmente cierto, si requerimos el oxígeno, pero no nos enseñaron que en ese fluido aire llamado aire, fluye la energía que mantiene la vida.
Además, al ser consciente del fluir de la energía en mí ser, le doy prioridad y siento el placer de la vida, me hago adicto a una vida consciente. Con cada respiro, entra en nuestro ser algo que nos da la capacidad de transformar el universo mismo en una manifestación llamada vida. Debemos de tener en cuenta que la posibilidad real de la vida en nuestro universo es infinitamente pequeña. De los 14-15 mil millones de años de existencia del Universo al que pertenecemos íntegramente, hace tres mil 600 millones de años surge, y es expresada en nuestro planeta, la Vida. Esa manifestación que puede automantenerse a través de la transformación de estructuras sencillas, los átomos en moléculas y éstas en estructuras con la capacidad de autoreproducirse. De lo simple a lo complejo, opuesto al proceso natural de transformación de lo complejo a lo simple, la entropía.
Una vez surgida la vida, ésta ha evolucionado y se ha transformado en el planeta tierra (¿agua?). Desde el origen la vida no ha terminado, la vida es una expresión continua, regenerándose cada instante, transformándose. Así, soy parte del continuo de la vida y al aceptarlo, también acepto que mi edad es la edad de la vida esos 3600 millones de años.
Sin embargo, poco sabemos de la estructura biológica a la que llamamos cuerpo y mucho menos de los órganos que lo conforman. Poco a poco vamos teniendo una idea del funcionamiento, fisiología de mi cuerpo. Asimismo, vamos aprendiendo de las capacidades de éste.
El cuerpo generó una propiedad emergente, y creemos que se centra en la actividad del cerebro, la mente.
Esta expresión, la mente ha tomado en control del cuerpo y definido los pasos a seguir de acuerdo a paradigmas definidos a lo largo de milenios. El proceso mental, como ese programa que me referencia y me permite interactuar con el exterior, ha definido mi cuerpo como una estructura independiente, aislada de otros seres de este universo. Con base en este paradigma de individualidad de formaron la mayoría de las culturas que han agrupado a los seres humanos. En este proceso de individualidad nos hemos separado de la naturaleza misma, la llegamos a considerar Nuestra y creyéndonos con el derecho de transformarla, e incluso destruirla. Le hemos dado valor a ciertas estructuras reales, como minerales o metales (como diamantes o el oro) y estructuras irreales, como el dinero y la economía.
Ahora, empezamos a regresar a entender el paradigma básico, “Nada está separado de nada, todo está unido”. Es como el pez en el océano que se siente independiente del agua. Empezamos a percibir otras dimensiones de nuestro universo.
Ahora, si centro mi atención en mi respiración, dirijo energía a mi ser, ya que donde pongo mi atención pongo mi energía.
Además, si dedico mi atención a respirar, le resto energía a las pensamientos que en ese momento no son necesarios, y que en condiciones normales pueden crearme enfermedad, física y/o mental. Por lo que respirar conscientemente me ayuda a dominar mis pensamientos, mi mente.
Si me conecto a través de la respiración consciente y sincronizada con otros seres, tomando en cuenta que al hacerlo nos integramos y juntos generamos energía para el siguiente nivel superior a que pertenecemos todos, la vida. Y que podemos dirigirla con consciencia a un objetivo global.
Por lo tanto sumemos consciencia. Respiremos para cada uno de nosotros, y en conjunto por la vida.
Nos esperamos a las 12 de cada día.
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