Eduardo del Buey
Foto: Afp / Kena
La Jornada Maya
Martes 7 de marzo, 2017
Literalmente. Paren las prensas; no dejen que impriman, no dejen que publiquen, no dejen que transmitan.
En Venezuela, el presidente Nicolás Maduro recientemente expulsó a CNN En Español del aire. A sus ojos, la cadena era “culpable” de transmitir un documental sobre una investigación relacionada a un fraude de pasaportes en los más altos niveles del gobierno venezolano que fueron presuntamente vendidos a terroristas potenciales, en el mercado negro por oficiales venezolanos.
Enojado por las acusaciones, Maduro decidió ir tras el mensajero, más que negarlas. Él y su antecesor, Hugo Chávez, cancelaron licencias de transmisión de una gran mayoría de los medios opositores. Mientras que el bloqueo y la censura son maneras de coartar a los medios, el control gubernamental de la licencia es otra herramienta poderosa que puede usarse para amenazar o eliminar a los “no amistosos”.
En los Estados Unidos, la Casa Blanca bloqueó recientemente a varios medios de comunicación que cubrían una rueda de prensa, presidida por el vocero Sean Spicer. Se trata de CNN, [i]The New York Times[/i] y [i]The Washington Post[/i] –todos ellos con una gran credibilidad.
En este caso, no fueron realmente no proveedores de información quienes sufrieron el apagón; fue el pueblo americano, y las personas alrededor del mundo, ya que millones dependen de ellos para recibir sus noticias. En una sociedad democrática, el gobierno no debería decidir qué medios acceden y cuáles no.
Stalin, Lenin, Hitler, Mussolini, Castro, Maduro, Erdogan, Chávez y Putin, para nombrar unos cuantos, también han bloqueado o eliminado a la media no amistosa. Ellos, como el presidente de Estados Unidos Donald Trump, etiquetaron y, en muchos casos, continúan haciéndolo, a aquellos que consideran como “enemigos del pueblo” y que emiten “noticias falsas”. De hecho, Trump no inventó este fenómeno, pero parece que con él adopta un nuevo impulso.
El primer paso en el camino a convertirse en una dictadura es controlar a los medios de comunicación. La libertad de la información y las ideas –base de una sociedad democrática– es el anatema de quienes buscan el poder total.
Libertad de expresión controla la consolidación del poder y previene que los líderes sean todopoderosos sobre sus sociedades. Controlar a la prensa, manipular la información y diseminar mentiras como si fueran verdades han sido las armas de aquellos que buscan el poder y control absoluto sobre sus sociedades.
La tecnología actual permite a los autócratas alcanzar a sus seguidores directamente. Como Trump ha demostrado, Twitter es una herramienta poderosa para alcanzar una audiencia y promover mentiras.
Debido a que Twitter es directo y sin mediadores, uno puede repetir una mentira tantas veces, como los propagandistas expertos nos dicen, y eventualmente se convierte en la verdad –especialmente cuando los medios de comunicación han sido deslegitimados y debilitados.
Pero las nuevas tecnologías también pueden favorecer a los oponentes del populismo. Líderes moderados deben aprender a usar las nuevas tecnologías eficientemente. Deben aprender a generar buenos mensajes y a desenvolver políticas sólidas que tengan sentido y alcancen al votante actual, desencantado con los políticos tradicionales. Deben atraer audiencias hacia Twitter y Facebook y generar una sofisticada red para distribuir sus mensajes.
Los medios tradicionales también deben ofrecer la cobertura más honesta posible y contrarrestar las mentiras con la verdad. Hoy, más que nunca, las sociedades democráticas necesitan periodistas cuya veracidad sea inquebrantable y cuyas palabras sea su lazo con las audiencias. Los mismos periodistas también se alimentan de las “noticias falsas”, al preferir la velocidad sobre la certeza y dejarse llevar por las redes sociales, sin explorar a profundidad la veracidad de sus fuentes.
De hecho, el número de medios tradicionales que se negaron a participar, después del veto a sus colegas, fue un buen comienzo. Estos medios deberían de dejar de otorgar a Trump una cobertura directa y hacerle saber que no le permitirán tener más publicidad gratis hasta que trate a los medios con respeto.
Las democracias están en una encrucijada. O bien los medios libres mueren bajo las manos de los autócratas y manipuladores o aprenden a competir con ellos y a vencerlos en el mismo juego.
Está en nosotros –medios y consumidores– asegurar la supervivencia de un prensa libre y efectiva, al demandar a los líderes hablar con la verdad, pero también que los medios la ejerzan vigorosamente.
[i]Mérida, Yucatán[/i]
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